Descubriendo Tioman

Llevo ya algunas semanas en Kuala Lumpur. Mi nueva vida está marcada por las rígidas normas del islam, sin embargo el curso que estoy tomando me encanta. He desarrollado lo que aparenta ser una rutina en el tiempo que llevo en Malasia. Me levanto bastante temprano, el curso es por la mañana, pero antes voy a desayunar a la cafetería de la universidad, donde junto a la otra Sara, somos las únicas extranjeras. El otro día tenía un antojo de algo dulce y pedí unas tostadas francesas en el comedor de la uni. En un plato plástico me sirvieron dos pedazos de pan de molde, fríos y poco atractivos. Me quedé sorprendida, pero tratando de disimular, pregunté a la señora si tenían sirope para las tostadas. Con una mirada perpleja me entregó un bote de mayonesa. No sabía de qué le hablaba. ¡Qué tonta fui!
Bueno, de todas maneras, todo está fluyendo bastante bien. Lo único que cambiaría es la compañera de viaje, quien en las últimas semanas parece ser mi cola, más que nada. No tenemos absolutamente nada en común menos el hecho que nos encontramos paradas sobre el mismo suelo. Lo lógico sería pensar que dos seres que han decidido llevar a cabo actividades similares en un lugar tan lejano de casa podrían por lo menos mantener una conversación, sin embargo, este no es nuestro caso en absoluto. No tengo el más mínimo interés de estar con esta chica. No habla y es súper dependiente, una carga más que nada. Una carga aburrida. No obstante el fin de semana pasado decidimos escaparnos de la ciudad ya que el cuerpo nos pedía playa.
Tomamos un ferry de Mersing a la isla de Tioman (dos horas aproximadas). Me quedé dormida en el trayecto y una vez abrí los ojos me encontré con una de las vistas más surreales del mundo. Parece un lienzo esta islita: vegetación fosforescente, palmeras sobre enormes piedras calizas, monitos que cuelgan de las bambúas y pequeñas chozitas, donde nos alojamos. Una pena que mi compañera de viaje es la persona más aburrida del mundo, pero bueno, intento disfrutar lo máximo sin incluir sus malas vibras en mi burbuja. Nos bajamos del ferry en la última parada, Selang, y rápidamente un chico nos llevó a los ¨bungalows¨. El mar parece un espejo; la arena, talco.

No sabía lo mucho que había extrañado la playa hasta que me sumergí bajo el agua. Alquilé una máscara de snorkeling y me fui a explorar por las piedras. Vi pepinos de mar negros y con espinas enormes, peces pequeñitos y otros más grandes de millones de colores, corales rojos y negros. ¡Alucinante! Estuve debajo del agua durante horas descubriendo aquel mundo desconocido.

En la tarde nos fuimos a cenar a ¨Zaid´s Place¨, el único chiringuito en la isla. Eddie, un chico de piel caramelo, mirada intensa y muy buenas vibras, es el camarero. Nos entretuvo con magia, canciones y reflexología. Le encantó mi pelo y hasta me preguntó si era "original". Ahí estuvimos un buen rato y a medida que llegaban más personas, me di cuenta que ya no tendría que preocuparme por la compañera aburrida. Ya no importaba. Nos trajeron ginebra en un coco frio y estuvimos bailando bajo las estrellas toda la noche. Pura vida.

Primer día en Kuala Lumpur


3 de junio de 2002

Después de más de veinticuatro horas de viaje, de Boston a Kuala Lumpur vía Londres, me encuentro ahora en la capital de Malasia. Hace unos meses decidí que este verano lo dedicaría a sumergirme en la cultura del sureste asiático. Me matriculé en un curso sobre cultura y filosofía oriental que ofrece la Western Michigan University en Petaling Jaya y pues, aquí estoy. ¡Qué surreal!

Comparto una habitación en un "condo" hiper moderno a las afueras de Kuala Lumpur con una chica austera, budista de Indonesia. "What kind of music do you like?", le pregunto, buscando conversación. "If the song is nice, I like it", me contesta pausadamente como si fuera la respuesta más obvia del mundo.

Es mi primer día en este país. No es nada como lo imaginaba. Hace más calor que en el Caribe y hay rascacielos por todas partes. La tecnología parece permear cada rincón. Por lo que puedo observar hasta ahora coexisten tres grupos culturales en esta península. Por una parte, la población china, luego están los indios del sur del país y finalmente, los malayos, que parecen ser un amalgama de éstos dos.

Llegué temprano a mi nueva residencia, un rascacielos altísimo en un suburbio de Kuala Lumpur. Tuve que firmar un reglamento que me dejó flipando. El primer ítem decía que bajo ninguna circunstancia te puedes bañar en la piscina con biquini. Decirle esto a una caribeña, especialmente con la humedad y el calor que permea en este país, es inverosímil. Y como si fuera poco, si te metes a la piscina en bañador de una pieza, debes ponerte una camiseta por encima. Islam, islam. El segundo reglamento dice que hay un toque de queda hasta las 12 de la medianoche, no se pueden traer visitantes dentro del piso, ni consumir el alcohol, ni fumar tabaco y que ni se te ocurra estar hablando con alguien del sexo opuesto frente al edificio, porque ¡imagínate! Conseguir una cerveza es tarea imposible. Hasta en la calle aparenta constituir la más grande travesía del mundo. Simplemente, no te la venden.

De todas maneras, la gente es muy agradable. Henry, un malasio-chino católico, quien es el director del programa y su asistente, Guam, un budista chistoso y liberal, fueron quienes me recogieron al aeropuerto. Además de mí, hay una sola persona más en el programa. Irónicamente también se llama Sara, aunque sin H y es una chica de Minnesota. Nos han asignado una guía musulmana que se llama Mariam, quien nos "atenderá". Es muy simpática.

Después de darnos una vuelta por los predios de la universidad, nos han dicho que esta noche nos llevarán a un espectáculo de bailes culturales en un hotel con cena y todo. Hasta ahora todo va de maravilla. ¡Qué alguien me pellizque que aún no me creo que está será mi nueva realidad!

África según su mirada



Amo muy de veras ese mundo, el mundo de África, de América Latina, de Asia […] Como mi literatura nace de un fondo antropológico siento una afinidad de familia con aquel mundo, me siento bien en él, muchas de las contrariedades que sufren sus habitantes las conozco de mi propia vida .

Historiador de formación, poeta de vocación y periodista corresponsal de profesión. Los que conocen su obra no vacilan en reconocer su gran talento y afición por los países del Tercer Mundo. Utilizó la viva experiencia de un corresponsal de guerra in situ y una combinación de elementos estilísticos literarios para convertirse uno de los pocos corresponsales extranjeros quien fue testigo ocular de más de una veintena de conflictos armados y de la liberación de las ex colonias europeas en el continente africano durante la segunda mitad del siglo XX. Dedicó muchas de sus obras como El emperador, Ébano, Un día más con vida y En el torbellino de la historia , a estas naciones del Tercer Mundo que tanto quería.

En varias ocasiones Kapuściński hizo hincapié en una condición indispensable para lograr penetrar en el Tercer Mundo como reportero. Según él, había que poseer una de estas dos cosas: tiempo, o dinero. En su caso, treinta años como corresponsal en la nación africana, unido a una buena dosis de resistencia física y psíquica, curiosidad por el mundo, conocimiento de lenguas y culturas extranjeras, saber viajar y la pasión que sentía por su trabajo, probaron ser la fórmula de su éxito. Tal vez la experiencia de guerra que adquirió de niño también lo haya ayudado a desempeñar su misión. “Al que haya pasado por semejante «escuela», desarrollando desde pequeño el instinto de supervivencia, le resulta más fácil deslizarse entre las líneas del frente en su intento de salvar la vida ”, declaró en una entrevista.
Las experiencias que encarnó, los encuentros con las personas que amistó y el recuerdo de un siglo históricamente inigualable no le abastecieron para incluir en los cortos telegramas que enviaba al despacho de prensa de la PAP en Varsovia. Ésta es posiblemente la razón por la cual Ryszard Kapuściński, conocido por muchos como uno de los mejores cronistas del siglo XX, se dedicó a escribir unos libros de carácter difícilmente imitado. La mayoría de estos fueron dedicados a los países olvidados del Tercer Mundo, el lugar donde “experimentaba la sensación de estar en casa ”.

Fue precisamente durante la segunda mitad del siglo XX que se coronó el término ¨Tercer Mundo¨, un concepto que definiría un nuevo orden mundial dividido en tres particiones. La expresión fue empleada por primera vez en 1952 en un libro escrito por el demógrafo francés Alfred Sauvy, que ilustra esta división política tripartita entre el Primer Mundo, o los países occidentales más desarrollados en el sentido socio-económico, el Segundo Mundo, que se refería a las naciones que gobernaban bajo un régimen socialista y finalmente los estados de África, Asia y América Latina que compartían un pasado colonial y una economía empobrecida, constituían el Tercer Mundo. Según Kapuściński, “después de la caída del comunismo como sistema estatal e ideológico en 1989, permanecieron sólo dos mundos: por una parte Europa Occidental, Estados Unidos, Japón y los países orientales que conforman los “tigres asiáticos”, y por otra los países menos desarrollados de Europa central, Asia, África y América Latina, que no hay que olvidar ya que constituyen tres cuartas partes del mundo ”.

Globalización según Kapu




El término globalización comenzó a ser utilizado durante la segunda mitad del siglo XX y experimentó mayor vehemencia post comunismo y Guerra Fría. Sin duda alguna su interpretación abarca un sin fin de conceptos. Se trata de un fenómeno relevante de gradación tecnológica, económica, política y cultural que se fundamenta en la creciente comunicación e interconectividad entre personas y naciones. Como consecuencia de esta ola invasiva de carácter global se han transformado los mercados mundiales, las identidades sociales, la revolución informática, los sistemas políticos y las relaciones internacionales de manera dinámica y evolutiva.
De acuerdo a Kapuściński, "la globalización es un fenómeno contradictorio de dos corrientes distintas ". Por un lado se posiciona la era digital junto a los medios de comunicación y las finanzas mundiales, mientras que por el extremo opuesto se presenta un fenómeno cultural de desintegración. Se trata de una especie de juego de tira y afloja entre estos dos cursos. También existen dos corrientes principales de pensamiento en cuanto a este movimiento planetario. Por una parte se relaciona la globalización con los sistemas de gobierno capitalistas e imperialistas que reafirman la libertad política y económica, y por otra, se considera el movimiento como una inclinación o predisposición inevitablemente existente y productiva para la humanidad.

La libre circulación de capitales individuales y multinacionales se avala ineludiblemente en las sociedades consumistas. Acentuando dicha inclinación hacia el individualismo, el sistema jurídico mundial ha sido también afectado por el movimiento, ofreciendo mayor reconocimiento de los derechos civiles e individuales a los ciudadanos. La asimilación del Occidente conlleva un relevante fenómeno cultural que el teórico canadiense Marshall McLuhan (1911-1980), coronó como la aldea global. En dicha aldea la creciente ola mediática se torna local, territorial. La inmediatez de la información producirá que los habitantes de la aldea se comuniquen entre todos. La conciencia global disminuirá las distancias entre las personas y la posibilidad de incomprensión entre éstas. El efecto de la misma resultará, como mencionamos anteriormente, en una especie de batalla donde por un lado, se crearán vínculos y dependencias entre personas y naciones, sistemas políticos, económicos, jurídicos y sociales, y por otra, se acentuará una creciente lucha de ideales.

Las facetas de Ryszard Kapuściński: viajero, escritor, periodista y polaco



La figura de Ryszard Kapuściński reúne una serie de singularidades que lo convierten en uno de los periodistas más importantes del siglo XX. Su caso es especial for varias razones. Una de ellas es porque su nacionalidad polaca es perpleja puesto que las fronteras de su hogar se trastocaron por la guerra. La política interna de su país ha sido agitada desde siempre. Cobra importancia señalar que no fue hasta hace veinte años que se impulsó la democracia en este país y como periodista de una agencia de prensa nacional, la información era sometida a unos controles de censura drásticos. Durante su primer viajo al extranjero y los que le seguirán, Kapuściński es enviado como corresponsal de la PAP en condiciones precarias. Sin embargo prefiere cruzar fronteras, recorrer campos de batalla y violencia desatada y ganar un mísero salario que continuar encarnando el ambiente de la guerra fría y la censura que trastocaba en Polonia.

Quienes lo conocieron recuerdan a Kapuściński como un hombre sensato, serio. No le interesaba seguir el rebaño de periodistas, trabajaba por su cuenta. Según el periodista Vicente Romero, quien conoció al polaco mientras ambos ejercían como corresponsales en Angola durante la guerra de independencia la figura de Kapuściński siempre le resultó singular.

Desconfiábamos de él por ser polaco, pensábamos que era más que periodista, (tal vez) un espía. Nos extrañaba su forma de actuar. No era el típico periodista que buscaba hechos. Se movía por la ciudad y buscaba hablar y moverse en ambientes reveladores .

La nacionalidad de Kapuściński le sirvió en muchas ocasiones como navaja de doble filo. De niño el pequeño Ryszard ve como la historia pasa a su alrededor y para formar parte de ella tiene que viajar y dejar atrás su patria que ha desaparecido tras la guerra. Obsesionado con la idea de cruzar fronteras, el viaje se va convirtiendo en adicción para Kapuściński. Según Francisco Sevilla, Corresponsal de RNE en América Latina, Kapuściński, "vive la HISTORIA de los libros de texto y la historia con censura que no aparece en los textos y es ésta la que quiere contar" .
A veces gracias a su salvaconducto se le hacía más fácil entablar contactos con figuras políticas del Tercer Mundo que mantenían buenas relaciones con Europa del Este. Sin embargo, en otras ocasiones levantaba sospecha sobre su verdadero motivo de estar cubriendo conflictos y su modus operandi de llevar a cabo el trabajo que ejercía. Después de su muerte e incluso en alguna ocasión antes se le acusa al periodista de hacer servido como informante de los servicios secretos polacos. Aunque el periodista siempre lo negó, aún existen otras versiones en cuanto a esta relación que mantenía con la Inteligentsia.

La actividad que lleva a cabo Kapuściński es muy variada. Cubre un espectro amplio que podría dividirse en tres facetas principales que aunque pretendemos dividirlas para efectos de esta investigación, es difícil hablar de una sin reconocer la relación con las otras. Primero se encuentra el Kapuściński viajero; segundo, el escritor; y tercero, el periodista. Es precisamente el trabajo frio como periodista de agencia que lleva a Kapuściński a ir en busca de temas reveladores que recoge en sus crónicas y luego en su faceta como escritor de libros.

Es en la faceta de viajero que comienza todo. La manera en que va buscando elementos interesantes, símbolos universales y realidades extrapolares para dar a conocer la situación del Tercer Mundo es a través de sus viajes. Kapuściński escapa de la censura que arropa a su país y demostró que a pesar de dichas condiciones era posible hacer buen periodismo hasta sin libertad. Además de la exploración la faceta del Kapuściński viajero se destaca por su constante defensa de los derechos humanos y los valores éticos y de tolerancia hacia el Otro. Una de sus enseñanzas más valiosas consiste precisamente en su respecto hacia esas fuentes de trabajo que se quedan y se ven afectadas por las palabras que el periodista, quien terminará yéndose, escribe.
Es el anti-mito, el anti-héroe que sostiene el punto de vista de los desvalidos y prefiere vivir en cabañas con la gente local que en hoteles de cinco estrellas.

En su dimensión como viajero, también podemos incluir la de fotógrafo, ya que además de cargar con su pluma, lleva también su cámara para retratar con palabras e imágenes la realidad del Tercer Mundo que vive y observa. Como ensayista y analista Kapuściński expone los ojos de personas que saben sobrellevar sus circunstancias a pesar de la pobreza. Contextualiza el ambiente humano y enseñó no solo a Polonia, sino también a muchas personas de otras partes del mundo que existe otro mundo distante, doliente y necesitado de apoyo. Según Pedro González, Ex Director de EuroNews, quien conoció a Kapuściński en una ocasión, "Me dejó fascinado por la claridad de sus juicios y su gran cultura práctica de sus experiencias. Son juicios que componen un fresco histórico del Tercer Mundo" .

La faceta del Kapuściński viajero permite el paso a su dimensión como periodista. A medida que va viajando, nos va configurando los perímetros de la ética y el compromiso periodístico. En primer lugar el pacto con el público que nos lee; en segundo lugar, con la honestidad de la narración que debe mantener sobre todo valores que defiendan los derechos humanos, el diálogo y situarse desde la perspectiva del Otro; finalmente, el pacto con las víctimas y no mostrarse incomprensivo ante el sufrimiento humano. Kapuściński sostenía que el oficio periodístico no es para cínicos.

De la misma manera en que Kapuściński nos dejó un práctico legado sobre el compromiso que debe mantener el periodista, también hace mención de las batallas que enfrenta el oficio. Durante sus primeros viajes al extranjero confronta su primer obstáculo: el lenguaje. Las barreras lingüísticas marcan territorios mediáticos y el periodista entiende que se deben superar estas fronteras para lograr crear una sociedad moderna de conocimiento. No sólo es importante que el periodista posea un conocimiento cultural y lingüístico del terreno donde se trabaja, sino también es importante saber qué palabras utilizar, en qué contexto aplicarlas y evitar los eufemismos que suelen trasversar la realidad. Los últimos trabajos periodísticos del autor tratan el tema de la globalización y la evolución del oficio.

Otra batalla que enfrenta el periodismo es la manipulación de la información no sólo por medio de las palabras que se eligen en las noticias, sino también de las imágenes. Kapuściński en su dimensión de periodista recalcaba que muchas veces los grandes medios configuran una realidad del Tercer Mundo que no tiene que ver con lo que el observaba en el terreno. Estas imágenes son perfectamente estudiadas y medidas y se sitúan dentro de la agenda de estas grandes corporaciones mediáticas. La tercera barrera que encontramos en el periodismo actual es la del conocimiento. Kapuściński ofrece a su lector antecedentes de cultura, de historia y de conocimiento geopolítico antes de narrar un acontecimiento. Poseía este conocimiento antes de llegar al terreno y pone énfasis en las causas de los eventos. El periodista de hoy, o trabajador de medios, ha dejado de comprender porque ocurren las cosas para centrarse en la inmediatez de la información. Uno de los legados más significativos de Kapuściński es la razón detrás de los sucesos y la mirada desde diferentes ópticas.

Una de las pocas guerras que el periodista no aceptó cubrir como corresponsal fue la de Iraq. Según Pedro González, la razón se debe a que ese terreno constituía un mundo nuevo para Kapuściński y "esa cobertura depende solo de boletines del Estado mayor. Creía que esas guerras pierden rasgos distintivos porque no hay una visión de conjunto ni un campo de guerra definido. Kapuściński no se reconoce en nuevas estrategias de cubrir guerras" . Una de dichas estrategias es la corresponsalía tecnológica que no prescinde estar sobre el terreno. Kapuściński sostenía que las nuevas tecnologías facilitan el trabajo periodístico, pero no ocupan su lugar. Esta reflexión nos permite acercarnos y hacer uso de las herramientas que ofrece la era digital sin olvidar aquellas que delinea lo sustantivo y artesanal del oficio. Es necesario estar sobre el terreno para contar y narrar lo que sucede. No obstante sí reconoce que el planeta está cada vez más conectado y es necesario adaptar nuestro modo de pensar e imaginario ante la globalización.

Kapuściński es testigo directo de la historia que va desenvolviéndose delante de él. El oficio periodístico ocupa gran parte de su vida. Para cumplir con las presiones de la PAP y del oficio Kapuściński es muy exigente con sí mismo. Debe investigar y ubicarse en tantos países y revoluciones a la vez. Narra una realidad que experimenta un constante cambio y dinamismo. Por esta razón define el oficio como uno en cambio constante y continuo en el que es necesario continuar formándose para ver, conocer e interpretar la realidad que nutre la opinión pública. El periodista es el historiador de la actualidad para Kapuściński. Sin embargo en sus últimas obras vemos cómo le preocupa sobremanera la evolución del oficio, la mercantilización de los medios y el hecho que ya no sea imprescindible ser periodista para dirigir estas grandes empresas. Otro efecto de esta transformación es la pobre dieta mediática ya que el mercado ha causado que se trastoque el oficio y lo convierta en mero espectáculo. Kapuściński hace un llamado al Estado para que intervenga para rescatar el rol de los medios como foro de la libertad de expresión y el componente democrático principal de cada nación.

Esta reflexión implica un cambio que comienza desde la propia agenda periodística y es posiblemente por esta razón que Kapuściński entiende que el verdadero (o buen) periodismo es intencional. Uno en el que se fija un objetivo y se intenta provocar un cambio positivo. En esta noción radica su importancia en subrayar que se debe ser buena persona ante todo, ya que las malas personas son incapaces de ser buenos periodistas. Según Kapuściński el cinismo nos aleja de nuestro oficio, ya que refuerza un periodismo construido con medias verdades. Pilares del oficio, tales como valores éticos, creatividad y espontaneidad serían capaces de rescatar el oficio artesanal periodístico que llevó a cabo Kapuściński. Sin embargo, considera que no solo son impermisibles los cínicos, sino también los héroes en este oficio donde la cifra de periodistas asesinados es cada vez más alta.

El escenario de la globalización subraya la importancia que el periodista sea actor social y no contrincante. Aproximarse a otras realidades es uno de los componentes intrínsecos de la cultura de paz, el conocimiento de la diversidad y el acercamiento hacia el Otro que plantea Kapuściński en su llamado periodismo intencional.

Su segunda faceta como periodista sobre el terreno abre paso a su dimensión como escritor. En esta vemos a un Kapuściński que regresa del Tercer Mundo y se encierra en una habitación durante semanas, trabajando arduamente hasta lograr unos textos de gran calidad literaria. Cada libro que produce es diferente al anterior. Sin embargo, todos están perfectamente pensados, estructurados y analizados. Asimismo, por sus características de literatura collage- en la que combina fragmentos o técnicas novelísticas, periodísticas y de otros géneros como la crónica de viajes y la historia- son difícilmente clasificables en un género. La búsqueda de la palabra certera, ideal es la tarea principal del método narrativo del Kapuściński escritor. Se trata de una prosa musical que tiene ritmo y en la que se le ha concedido gran importancia a la lengua. Según su traductora al castellano, Ágata Orzeszek, " Donde más se ve esta búsqueda de llaves lingüísticas es en El emperador, donde rescata un lenguaje arcaizante para describir la arcaica naturaleza del autoritarismo. Aquí me tuve que empapar de la musicalidad de Kapuściński y me di cuenta que lo que dice era lo de menos, lo importante era cómo lo decía" .

A pesar de su fama periodística en España y otras partes de Europa Occidental, el Kapuściński polaco es conocido principalmente como escritor. Según Tomás Alcoverro, Corresponsal de La Vanguardia en Oriente Medio, "su proyecto vital era de ser escritor. Lo primero que hizo fue escribir poesía y también lo último. Sus libros no tienen nada que ver con el periodismo" . Para muchas personas esta declaración es un poco exagerada y poco certera, dado que las enseñanzas y el entendimiento que dejó Kapuściński sobre el periodismo fueron numerosas. Su obra podría dividirse en dos grandes ramificaciones: el Kapuściński escrito y el Kapuściński hablado. Por una parte se encuentran los textos que combinan el periodismo y la literatura y en segundo lugar, sus enseñanzas que fueron grabadas por otras personas, en conferencias.

De igual manera que no tiene mucho sentido ubicar las obras de Kapuściński en un solo género, también tiene mucho sentido ubicar al autor en una solo profesión. Fue periodista y fue escritor también. Una cosa lo llevó a descubrir la otra y ambas guardan importancia por igual. El periodismo fue el oficio al que dedicó la mayor parte de su vida como corresponsal, aunque la escritura la ejercía con igual cantidad de mesura y pasión. Lo que sí merece la pena señalar es que la figura y la obra kapuścińskiana ha sido mitificada por muchos. Kapuściński era un maestro del detalle, tremendamente observador y buscaba obtener un detalle que diera comienza y elevara sus piezas literarias a alcanzar un mensaje universal extrapolable. Buscaba metáforas de la realidad y su metodología de trabajo consistía en utilizar la memoria como única herramienta.

En la faceta de escritor la obra del periodista puede ser divida en dos principales ramificaciones: Kapuściński escrito y Kapuściński hablado. Según Ágata Orzeszek, también es posible observar "una tendencia trilogística clara" . Por una parte se sitúa la obra del Kapuściński escrito, cuyos textos todos comparten una estructura perfectamente pensada y una inquietud literaria. Algunas de estas obras tienden a ser de carácter más periodístico, como lo son por ejemplo, su primer libro, La jungla polaca y el segundo, Cristo con un fusil al hombro. La segunda parte de la trilogía, de acuerdo a su traductora al castellano, la componen los Grandes panoramas: obras que recogen textos escritos durante diferentes momentos que reflejan la realidad del Tercer Mundo. Entre ellas podemos encontrar: El imperio, Ébano y el tercero lo conformaría una obra sobre el panorama de América Latina que nunca llegó a terminar. La tercera fracción de esta trilogía son las obras dedicadas a la parábola de la caída del poder despótico: El emperador y El Sha. Por último, encontramos su obra más difícil de clasificar: La guerra del fútbol y otros reportajes. Según Orzeszek, "Aquí se presenta el Kapuściński filósofo y su profundidad de reflexión. La cursiva, su introspección, voz y reflexión omnipresente, es la columna vertebral del libro" .

La obra del Kapuściński hablado es muy diferente a la anterior, ya que recoge los pensamientos, las reflexiones y enseñanzas del autor sobre varios temas. Por una parte se sitúa El mundo de hoy, una obra trabajada por Orzeszek en la que el lenguaje se caracteriza por su matización. En segundo y tercer lugar encontramos dos textos que recogen las enseñanzas sobre el oficio periodístico y otras reflexiones que fueron expresadas por Kapuściński durante charlas, conferencias y seminarios. Se trata de Los cínicos no sirven para este oficio y Los cinco sentidos del periodista. De acuerdo a Orzeszek, existe además una trilogía no-nata, que la muerte del autor impidió que fueran conclusas. Viajes con Heródoto es la única obra conclusa que pertenece a esta trilogía no-nata, en la que encontramos las primeras experiencias de Kapuściński como periodista en el extranjero. La segunda obra que tenía pensado publicar recogía sus experiencias en su segunda etapa como reportero. Dicho texto se centraría en una de las figuras que más le inspiraba sobre el terreno: Bronislaw Malinowski. En tercer lugar, el autor pensó publicar una obra titulada Héroe colectivo, sobre la existencia y el desempeño de los corresponsales anónimos de agencia de prensa que a pesar de jugarse la vida consiguiendo noticias, pocas veces son reconocidos por su trabajo. Según Orzeszek, Kapuściński tenía anotaciones sobre esta obra y hasta habló sobre el tema, que tanto le preocupaba, antes de su muerte en una cena, en la cual ella también asistió. Su intención principal era "distinguir entre el periodista gráfico, que consideraba más vulnerable por la cámara y toda la parafernalia que lo delata, y el escrito, más discreto ya que se lleva un bloc de notas y ya está" .

Anotaciones: La escuela polaca de reportaje periodístico



Polonia es un país que disfruta y se enorgullece de una larga tradición creativa que se evidencia por medio de la Escuela de Cine polaco, la Escuela polaca de documentales y la Escuela polaca de reportaje periodístico, por nombrar algunas. Esta última ha sido representada por exponentes tan contemporáneos como los reconocidos periodistas Hanna Krall y Ryszard Kapuściński, ambos autores que han gozado de fama internacional y cuyos trabajos han sido traducidos en varios idiomas. Se trata de autores que disfrutaron de un éxito profesional, incluso cuando las leyes en cuanto a publicación de textos en su país natal estaban estrictamente regidas por la censura política. Krall y Kapuściński comparten otro rasgo. Ambos comenzaron su carrera como reporteros de prensa que se encargaban de cubrir temas domésticos en provincias polacas. Más tarde, sus crónicas se extendieron al ámbito internacional. Kapuściński, por su parte, aprovechó la primera oportunidad que le surgió para trasladarse a dos continentes lejanos de su natalidad: América del Sur y África. En una ocasión también se encargó de cubrir sucesos en la recién colapsada Unión Soviética. Krall, por otro lado, desarrolló su propio idioma y género de escritura desarrollando temas relacionados al judaísmo, el Holocausto y Polonia. Su obra maestra, Ganarle a Dios, es hoy en día una lectura obligatoria para muchos alumnos de la escuela secundaria. Sus historias documentadas establecieron un criterio literario que muchos de sus sucesores (Tochman, Szczygieł, Hugo Bader, Oslałowska) han tratado de emular. Muchos de estos autores, similar a sus mentores, Krall y Kapuściński, comenzaron escribiendo crónicas desde Polonia y luego también fueron cruzando fronteras hasta ser galardonados con reconocimientos en varios países. En el caso de Wojciech Jagielski, por ejemplo, quien lleva varios años cubriendo conflictos bélicos como corresponsal de guerra, se ha especializado en países como África, Chechenia y Afganistán. Su obra documental, Nocturnal Wanderers, que recoge una serie de reportajes sobre Uganda y los niños de la guerra, se ha convertido en un bestseller y su potencial ha sido comparado con El emperador de Kapuściński.

Otro autor popular que se le asocia con la escuela polaca de reportaje es Mariusz Szczygiel, quien durante años fungió como presentador de programas de televisión, hasta que decidió regresar al mundo del reportaje. Se trasladó a la vecina República Checa y al cabo de un tiempo regresó con su novela maestra: Gottland.
Muchos de los exponentes de dicha Escuela han ejercido como periodistas del principal diario de Polonia, la Gazeta Wyborcza, dirigida en la actualidad por Adam Michnik. Merece la pena señalar que Polonia es un país que desafortunadamente carece de un semanario cultural, un factor que pudo haber influenciado a los editores de este diario a enviar a sus reporteros principiantes al extranjero para cubrir temas relacionados a estos intereses.

Paweł Smoleński, experto en temas relacionados a Ucrania, Irak e Israel, es uno de los periodistas que comenzó su carrera en la Gazeta Wyborcza.
A pesar de que este tipo de reportaje ha sido desarrollado, en su mayoría, por hombres, Małgorzata Szejnert, otra periodista, es una de las pocas representantes femeninas. Uno de sus libros de más renombre recoge las historias de inmigrantes recién llegados a Ellis Island, en Nueva York. La periodista Olga Stanisławska, por su parte, decidió convertir a África en el escenario de sus crónicas, Jacek Hugo-Bader atravesó toda Rusia en Jeep y Tochman reflejó la guerra en la antigua Yugoslavia. El espíritu viajero de estos periodistas polacos tampoco se limitó a estas destinaciones. Mateusz Marczewski residió un año en Australia y describió sus esfuerzos por comprender el fenómeno de rechazo y el lento exterminio de los aborígenas de este país.

Desde luego, algunos exponentes de este movimiento han decidido enfocarse en temas domésticos de la propia Polonia en lugar de ir en busca de historias en el extranjero. La obra cumbre de Oslałowska recoge historias sobre la población roma en su país natal, mientras que Tochman narró crónicas polacas sobre tabúes culturales y religiosos en The Rabid Dog. Otras figuras de la escuela, desde luego, no han sido asociadas profesionalmente con el género del reportaje periodístico. Andrzej Stasiuk, por ejemplo, decidió dedicarse un año completo a pasearse por Europa central (Rumanía, Hungría y Albania) y el fruto de dicha expedición fue Galician Tales, una amalgama entre la novel documentada, crónicas de viaje y un tratado metafísico sobre el espacio.

A pesar de sus diferencias, una característica que comparten todas las obras mencionadas anteriormente, es su retórica: ahorrativa, poderosa, cuidadosamente pensada y medida, aunque también colorida y densa. Su composición literaria y estructura también es similar. Todos estos autores han sobrepasado las expectativas y criterios puramente periodísticos de la prensa. Su mirada gira en torno a la literatura y su tendencia es separarse de lo efímero para lograr sus objetivos literarios. Posiblemente por ser descendientes de Krall y Kapuściński, al leer las obras de estos autores, queda evidente un grado de similitud en estilo. La manera en que reflejan el mundo proviene de una capacidad meticulosa de observación, un esfuerzo por alcanzar una perspectiva lingüística y geográficamente diferente. Otro rasgo que comparte esta escritura es el escenario en común. Sin importar la localización precisa del autor, todos comparten un trasfondo cultural: la experiencia polaca. En cada crónica se evidencia la disciplina del diálogo, la representación de personajes y la dramaturgia de las escenas que caracterizan la escuela polaca de reportaje periodístico, cuyos exponentes abarcan muchos otros autores de los que se han mencionado en este epígrafe.

A partir de 1990, se hizo posible mantener un cierto ethos del mundo que se caracterizaba por un alto criterio lingüístico para describir héroes y una sensibilidad social. Estos y otros elementos se reflejan en las obras de los autores de no-ficción de esta escuela. Esta generación de escritores ha sido capaz de producir su propio lenguaje y su propia mirada del mundo reconocible más allá de las fronteras polacas. Dicho éxito literario y las subsiguientes traducciones que se han publicado demuestra que el reportaje polaco continúa disfrutando de un renacimiento.

El reportaje periodístico como corriente independiente se fundó en el siglo XX, aunque fue considerado como un género híbrido y especialmente atractivo en la literatura polaca durante el periodo de entreguerras. Amalgamaba memorias, narraciones y crónicas populares del siglo XIX, así propiciando combinar el registro documental de la realidad con técnicas literarias novelísticas. Algunas características y tendencias de esta corriente son: la concentración en los destinos de personajes auténticos y la tendencia a la generalización, el desarrollo de temas trágicos de eventos sociales y políticas del siglo XX como las dictaduras, guerras y el holocausto. No cabe duda que el desarrollo de la escuela polaca del reportaje periodístico mantuvo una relación inmediata con los acontecimientos históricos que se produjeron durante la Segunda Guerra Mundial. No obstante, exponentes como K. Pruszyński y M. Wankowicz desarrollaron una prosa más ligada a la ficción que otros autores de esta corriente. Zofia Nałkowska, por ejemplo exploró el género de la literatura in facto, o de hechos, en su obra Medallones, donde recoge testimonios directos de los esclavos de la guerra nazi. Tadeusz Borowski fue otro autor quien desarrolla esta misma literatura documental fundada en testimonios, entrevistas y conversaciones con personajes reales que narran sus vivencias. De alguna manera u otra todos estos exponentes poseen un deseo no sólo por dar voz a personas que no son capaces de contar sus historias, sino también anhelan concienciar al público sobre las atrocidades que comete la humanidad y lograr un cambio.

Gustaw Herling-Grudzinski utilizó sus experiencias en los campos de trabajo soviéticos para plantear de nuevo preguntas sobre cuestiones éticas y religiosas fundamentales. Se trata de historias universales sobre temas humanos como el sufrimiento, la pasión, el odio y el amor, que pueden ser aplicadas a cualquier época o personaje. Estos sentimientos se expresan por medio de hechos históricos verídicos que son combinados con toques ficticios.
En su libro Ante un tribunal desconocido, Jan Józef Szczepanski recoge hechos auténticos -desde el sacrificio del padre Maksymilian Kolbe en Auschwitz hasta el crimen de la banda de Manson en la residencia californiana de Roman Polanski- para convertirlos en preguntas reflexivas sobre la ética humana. El holocausto, una temática se aparece en casi todos los textos de esta corriente, también se refleja en la obra de Hanna Krall (Llegar a tiempo ante Dios, Bailar en boda ajena, La subarrendada), pero sus libros no son únicamente una perpetuación de la memoria, sino también un intento por entender el mundo contemporáneo. Un papel similar es el que cumplen los países exóticos en las obras de Ryszard Kapuściński (El emperador, Szachinszach, El imperio), quien a pesar de encontrarse en Zimbabue o Santiago de Chile, narra historias que son también extrapolables a la Polonia soviética.

Una mirada al mundo