Biografía del autor




Niñez y primeros encuentros con el periodismo (1932-1958)
Empecé a deambular por el mundo a los
siete años, y aún sigo, hasta hoy -R.K.

En 1932, fruto del matrimonio de Józef Kapuściński y María Bobka, nace en el hospital de la ciudad de Pińsk, antiguo territorio polaco, el pequeño Ryszard. Su padre, oriundo de la ciudad de Kielce, era maestro de educación elemental, aunque después de la invasión soviética y nazi en Polonia, comenzó a interesarse por la política. La pareja se conoció en 1910 en la localidad de Bochnia, cerca de Cracovia y más tarde, por razones de trabajo, se trasladaron a Pińsk. En esa ciudad, que hasta 1991 perteneció a la antigua Unión de la República Socialista Soviética y en la actualidad forma parte de la República de Bielorrusia, la mayoría de la población la constituían hebreos, rusos ortodoxos, polacos católicos y otros grupos minoritarios de Europa del Este. Por ser refugiados de la guerra, durante los próximos siete años, la familia Kapuściński cambiaría de domicilio en más de cinco ocasiones. En 1933, nació Bárbara, la segunda y última hija del matrimonio.
Por razones de guerra, en 1939 Józef es alistado al ejército como sub-teniente de la reserva y su esposa y dos hijos terminaron hospedándose con familiares en la ciudad de Pawlów. Unos meses más tarde tendría lugar la invasión nazi y lo que luego se convertirían en recuerdos de guerra, bombas, explosiones, hambre y miserables inviernos marcaron la niñez de Ryszard.

Todas estas alusiones, sin duda, dejarían huella en su carrera como periodista y corresponsal en el tercer mundo años más tarde. Lo importante de esta época en la vida de Rysiek es "saber que surgió como resultado de la intensa labor de la memoria y la imaginación, en una época en la que el escritor no sólo reflexionaba sobre su propio pasado, sino también sobre los mecanismos que lo recrean y las dificultades que esto entraña" . Parece ser que esas memorias que conserva de su infancia forman parte de un inmenso abismo que lo acompañará durante toda su vida y se verá reflejada en gran mayoría de su obra. A partir de su inicial encuentro con la guerra, ya Rysiek comenzará a desarraigarse del país que lo vio nacer.

En La jungla polaca Kapuściński recuerda cuando con siete años escuchó el primer estallido:

[…] Echo a correr hacia el bosque, hacia ese extraño lugar donde caen y explotan las bombas, pero un brazo me agarra por el hombro y me tira al suelo. «Sigue tumbado- oigo la voz temblorosa de mamá- , no te muevas.» Y recuerdo cómo, al apretarme contra su pecho, me dice algo cuyo sentido se me escapa y por el que me propongo preguntar más tarde: «Ahí está la muerte, hijo» .

A partir de la invasión nazi la huída se convierte en un estilo de vida para la familia, en una necesidad. Por otra parte, el ruso pasa a transformarse en la lengua oficial que se enseña en las aulas. Muchos soldados son capturados por los soviéticos y para escapar de los nazis, el padre de Ryszard decide huir al pueblo de Smolesnsk y desde allí pasa a visitar a su familia en Pińsk. Por ser considerado un oficial enemigo del régimen se expone a ser deportado a Siberia, por lo tanto su esposa María decide vender lo poco que le queda, alquilar un auto y escapar junto a su marido y sus dos hijos a la casa de unos familiares en Przemyśl, y más tarde a Varsovia. En el camino cruzan la frontera alemana-soviética y se topan con numerosos prófugos, en su mayoría judíos, que como ellos intentaban escapar de las garras del ejército. Esta ocasión marcaría el primer encuentro de Ryszard con una ciudad grande.

En 1940 Józef comenzó a enseñar en una escuela de un pequeño pueblo a las afueras de la capital. La familia se terminó refugiando en los predios de dicha escuela que carecía de luz y agua. Los cuatro se alimentaban de una sola papa, que el padre recogía de las ofrendas que le hacían sus estudiantes.

El hambre nos había acompañado desde Pińsk: yo no paraba de buscar una oportunidad de zamparme algo, un mendrugo, una zanahoria, cualquier cosa. Un día, al no ver salida, padre dijo en clase: «Niños, los que quieran acudir mañana a clase se deberán traer una patata.» Padre, que no sabía comerciar, incapaz de desenvolverse en el contrabando y sin recibir un salario, consideró que no le quedaba otra salida que pedir a sus alumnos unas cuantas patatas. Al día siguiente, la mitad de la clase no apareció en la escuela. De entre los que acudieron, unos niños trajeron media patata, otros un cuarto. Una patata era un tesoro

Un año más tarde el pequeño Rysziek ingresó en una escuela en el pueblo de Izabelin, donde tenía que caminar ocho kilómetros para llegar a clase. A esta edad se había convertido en un experto obteniendo comida, así desarrollando su instinto de supervivencia que le acompañará por el resto de sus días y experiencias de vida que le ayudaron a entender el sufrimiento de otros ante la guerra. Al mismo tiempo aumentaban los arrestos y las deportaciones por parte de los nazis, haciendo que los Kapuściński tuvieran que trasladarse una vez más a Varsovia, mientras que Józef se refugiaba en los bosques con otros partidarios anti-nazis y anti-soviéticos.
Ryszard, su madre y hermana, habitaban en una casa al lado de la familia Skupiewski que se dedicaba a producir y vender pastillas de jabón.

El pequeño necesitaba recolectar dinero para comprarse un par de zapatos nuevos, ya que el invierno se aproximaba cada vez más y los que tenía apenas le servían, además se los había construido su padre en fieltro. Por esta razón comienza a vender pastillas de jabón. Ese anhelo por poseer un par de zapatos lo albergará durante toda la guerra y más tarde se verá reflejado en su obra. «Sueño con unas botas fuertes, macizas, claveteadas; de ésas que al golpear sobre el empedrado producen un sonido claro e inconfundible. (…) Era capaz de pasar horas con la vista clavada en los buenos zapatos, me gustaba el brillo de la piel, me gustaba escuchar su crujido. (…) El zapato endeble y roto era una señal de humillación, estigma de un ser humano al que habían arrebatado toda su dignidad, condenándolo a una existencia infrahumana» . Según los autores de su biografía literaria: "Sólo teniendo presente este anhelo resulta comprensible la epopeya para comprar calzado, expresiva lapidaria y cruel como un cuento de Andersen" .

En 1944 Ryszard se hace monaguillo en una iglesia que quedaba en los predios de un hospital donde llevaban los heridos de guerra y los muertos que enterraban en una fosa común. Estos son sus recuerdos de guerra entre olores a pólvora, tiendas de campaña, cuerpos moribundos y exuberante tristeza que le acompañarán durante toda la vida. Aunque nunca se consideró muy religioso, para combatir el dolor del escenario al que se enfrentaba, Ryszard se pasaba horas enteras junto al cura que rezaba oraciones por el cese de la guerra.

Durante mucho tiempo pensé que aquel era el único mundo, que no había otro, que la vida era así. Es comprensible: los de la guerra fueron mis años de infancia y primera adolescencia, cuando uno empieza a discurrir y a tomar conciencia de las cosas

En el verano de 1945 se anuncian las capitulaciones de la Alemania nazi. La guerra había terminado, sin embargo, sus efectos no dejaban de sentirse. El terreno había quedado destrozado entre ruinas y escombros y abundaba la pobreza. Aún permanecían no sólo las consecuencias físicas de la guerra, sino también los psicológicos en las mentes y actitudes de las personas. Además, la ciudad de Pińsk había pasado a formar parte de otro territorio, otra nación, lo que significaba que la familia Kapuściński ya no podía regresar a su hogar. «Llegar a saber qué significa desprenderse de los sueños y resignarse a una pseudoexistencia llena de degradación, resulta en el caso de Kapuściński una herencia de la educación que da la guerra tan importante y duradera como la experiencia del terror, de la muerte y de la crueldad» .

Al tiempo la familia se instaló en una casa mono-familiar en el barrio de Mokotów en la capital polaca. Ryszard se comienza a interesar por los deportes y se convierte en el portero del equipo de su escuela. El fútbol se convirtió en su delirio, su vocación más apasionada. También se dedicó boxeo, un pasatiempo que comenzó en el club Warszawa y lo llevó a convertirse en subcampeón junio de Varsovia en el peso gallo. Un día en el colegio dejó a un lado la pelota para sentarse a escribir unos poemas, que más tarde enviaría a diversas revistas literarias y serían publicados. Su interés por la pluma también pudo haberse agravado a raíz de una visita al salón de clases de Ksawery Pruszyński, un reconocido periodista oriundo de la ciudad de Volinia.

No recuerdo los detalles del encuentro, mas puedo decir que me marcó el calor que emanaba de su persona. La impresión fue muy buena, fue afectuosa. Era alguien que escuchaba las voces de los otros, una cualidad que considero indispensable en un periodista, la empatía .

Tres años más tarde el joven Ryszard se comienza a interesar, como su padre, por la política. Recuerda cómo a raíz de la destrucción que había creado el antiguo régimen, el ideal socialista comenzó a tomar auge entre las masas jóvenes. En 1948 Kapuściński se inscribe en la Unión de la Juventud Polaca (UJP), una asociación de pensamiento izquierdista fundada ese mismo año con el ideal del recién establecido Partido Obrero Unificado Polaco (PZPR por sus siglas en polaco), que gobernó hasta 1990 y fue formado por la unión entre el Partido Socialista Polaco y el Partido Obrero Polaco. Gracias al apoyo que recibió el partido en 1949 se aprueba el modelo socialista en el Congreso del Sindicato de Eruditos Polacos y poco después aparecen publicadas dos poesías de Kapuściński en un par de revistas. Se considera que fue durante esta época que probablemente surgió en él la idea de dedicarse de lleno al oficio del periodismo...

La influencia de la escuela polaca de reportaje en la obra de Kapuscinski



A mediados de la década del 70 dos figuras de la revolución política latinoamericana cobran vida en la obra kapuścińskiana y marcan de cierto modo una nueva tendencia en la escritura del autor. Se trata de Ernesto Che Guevara y Salvador Allende,
Con Guevara y Allende el periodista recoge sus experiencias durante su estancia en Bolivia y el golpe de estado de Pinochet, que cubre desde la distancia. Su intención es reflejar el verdadero espíritu revolucionario que comenzaba a cobrar mayor auge en el continente por medio de las biografías de dos hombres que la encarnaron y posteriormente se convirtieron en mitos o mártires de dichas ideologías. Allende, por una parte representaba una alternativa más pacífica de la revolución, mientras que Guevara encarnó la ideología de lucha armada. Influenciado por el modelo historiográfico francés de Les Annales y la escuela polaca de reportaje periodístico, Kapuściński "trata de llegar a la esencia universal y moral de una actitud que constituye un desafío lanzado contra la realidad que se han encontrado esas personas--- un desafío sin esperanza en la victoria--- y explicarlo de inmediato mediante el contexto socio-cultural" . El tema central pasa de ser la revolución latinoamericana al heroísmo trágico y la muerte: preguntas universales de la filosofía humana. Se observa un cambio de ideología en el autor, quien en un principio había sentido gran afinidad por apoyar dicha revolución y ahora su fe en esta utopía como método para salvar las naciones en vías de desarrollo iba disminuyendo. Comprende que el Otro ya no es semejante a uno, sino un ser completamente diferente con notables desemejanzas culturales. A partir de este momento se encomienda una tarea: el de traductor de culturas. El ensayo de Guevara y Allende

(…) pone en un primer plano al ser humano como protagonista del reportaje y en consecuencia cambiar la manera en que el mismo autor está presente en el texto. Pasa de ser el experto, el defensor de una razón concreta, a ser un testigo, a veces el testigo del mayor de los sacrificios, y en él recae el honor y la responsabilidad de que el mensaje de ese sacrificio no caiga en saco roto .
Dicha técnica, utilizada por muchos de los exponentes de la escuela polaca de reportaje periodístico y la literatura documental de la Segunda Guerra Mundial convierte no sólo al autor en protagonista y narrador omnisciente que se encuentra en el mismo eje del conflicto, sino también el lector se transforma en testigo de la trama. La narración desde el punto de vista del testigo-autor sirve como expresión de temas universales del reportaje. Otro de los exponentes de esta corriente fue el escritor Gustaw Herling-Grudzinski, quien en 1947 otorgó otro nombre al reportaje: testimonio de presencia. Unas décadas más tarde, el estudioso
Marek Miller, también aportó a la noción refiriéndose al género no como reportaje, sino testimonio auténtico. Se volvió requisito imprescindible la participación activa en las vivencias narradas.

El relato del testigo no obliga al autor a llevar a cabo interpretaciones de gran amplitud que exigen un distanciamiento externo, porque su fuerza reside en la autenticidad de la vivencia, en el hecho de sentir en carne propia la suerte de aquéllos sobre los que se está hablando, lo cual garantiza la fiabilidad y además otorga derecho moral a revelar las experiencias, a veces extremas, de otros .
La periodista Hanna Krall también fue otro de los exponentes cuya escritura se vio influenciada por esta tendencia y llevó a otro nivel el reportaje-testimonio con la publicación de su obra Ganarle a Dios, a mediados de los años setenta. Asimismo, el libro que recoge sus conversaciones con Marek Edelman, un cardiólogo polaco superviviente del Holocausto, refleja su interés en común con Kapuściński de llevar a cabo periodismo intencional fijado en un interés por concienciar al lector y provocar un cambio positivo.

Le dio una nueva forma a la necesidad del escritor de luchar por un mundo mejor--- materializada en una fórmula con la que reclamar la verdad y la justicia en nombre de los asesinados o los que han sido despojados de la voz--- y concretó la búsqueda de una razón superior para la escritura, la impregnó de un mensaje intensamente moral que a veces permite intuir un sentimiento de estar cumpliendo una misión. Con este giro en su escritura, Kapuściński demuestra que más que periodista es sobre todo humanista. Sus constantes evocaciones del recuerdo de la guerra y su propia historia en Polonia van de la mano junto a las vivencias que narra en su escritura y "a veces le sirve como elocuente carta de presentación ante las personas sobre las que tiene intención de hablar, como una manera de demostrarles que tiene derecho y competencia para pronunciarse acerca de sus asuntos" .

Destination: THAILAND, formerly named SIAM (Land of the Free)



I think I just might´ve understood the name changing of this land. Land of the free?! My soul was rarely liberated during my stay here. Spirituality has metamorphosized into prostitution, while culture has slowly but surely, turned into a zoo. This is definetely the first and last time I will travel in this manner. Let's see how I can begin narrating my first day in former Siam... Here it goes.

Day 1
We departed from KL to Bangkok on an early flight with Sara and Guam. My spirit was still pretty free, although the whole programmed tour-travelling 10 cities in 10 days type of thing, has never amused me. Little did I know what exactly was planned for the next days. We quickly met Tu-tu, our guide for the next week or so. She greeted us amiably and drove a van to our hotel. We stayed there relaxing for a bit until we got picked up again for a "city tour". I quickly began to sense the overlapping control. We visited several temples; marked my first time to really submerge myself into full-on Buddhist spirituality. I learned how to pray to Buddha with lotus flowers and incense. In one of the temples I kneeled and made three promises for good health, enough money to continue travelling, unconditional love, and I believe I also made an additional private petition.

The King's palace was pretty surreal. The golden temples and intricate buddhist architecture was one of a kind. The food was outstanding too! Better than in Malay. I mean, the scenes were fabulous, the only problem was that we had no real time to take them in! Tu-tu kept warning us about the time we had to be take and then kept taking us to dumb tourist-trap gem factories, where it was obvious we weren't going to buy anything. We are goddamn anthropology students who are supposed to be interested in cultural submersion, not capitalist wells!

Finally it started pouring and Sara and I walked around some markets that rocked. We got soaked and laughed in the rain. Finally, we had to return to our planned itinerary and Guam informed us that dinner had been arranged in the same restaurant where we had lunch and that following that we would participate in a "cultural show". I learned from this trip that any package sold as a "cultural show" is anything but NATIVE.

Anyhow, the most unforgettable experience EVER which was actually the ¨highlight¨of of the Bangkok trip happened hours later when we expressed our disappointment with the rigidness of the activities. "You guys want to experience some real crude Thai culture?", he asked. Our response was obvious.
We got back in the van that had taken us around the city all day and after several turns and twists, we found ourselves in a dark street. Neon lights shone from a building at the end. The van came to a stop, we got out, and saw a mid-aged big-boned Thai woman sat on a stool of what appeared to be a very sketchy bar. Guam, who mind you was the assistant director of the academic program I had enrolled in, handed "mama" some money and shook his head as a sign that we were to follow him.
Sara and I had no idea of what to expect. We walked into the dark building, through a thin corridor that led into another smaller room. Neon lights hung from the celing and in the center there was a circular platform. A young teenage girl stood on top and around her there were around a dozen men cheering. Blondes, Asians, Europeans, you name it, they were there.

During the hour (approximate time) I witnessed that freak circus I saw the most disgusting and perturbing things I have possibly ever witnessed in my life. It wasn't just any sex show. It was sick. The girl began her exhibit by pulling out an arrange of strange object from her genitalia. The first show commenced with a rather sharp choice of an object, must i say. In the beginning, I could hardly tell what it was. I glanced several times while squinting. ¨Is that what I think it is?¨, I asked Sara, next to me. The loud poppy music made it hardly impossible to communicate. Mind you, words were nothing but an obstacle at this point. The girl was indeed pulling out razor blades from inside of her. You know the kind 1950´s barbers would use in their shops? Those. There were about 20. All attached to a thin piece of string. Her face looked anything but into it. You could tell she was in pain. I had no idea how to react. Everyone was in awe, although the obvious couple of drunk horny older tourists whistled and shouted in excitement. I couldn´t understand how this was meant to turn anyone on!

Second show was a bit softer in edge. Hawaiian flowers seemed sweeter. The question was, how many things can you actually store in there?! She seemed like Mary Poppins and her ever-spacious handbag! It went from daisies to pearls, to God knows what. One after the other she pulled them out. Then finally, when everyone began getting bored of the pulling, the girl began displaying her Mula Bandha talent. Ha! The way she contracted her organ was indeed impressive. There was a dart chart on the wall and just like a four-legged animal would walk, she adjusted her crotch so as to hit her target perfectly. I was amazed at how she was able to hit the bull´s eye repeatedly from behind, AND using only her genitals! Wow. It was disgusting, impressive, shameful, sad, intriguing, and sick, all in one. The dart show was followed by a smoking vagina and a Coca-Cola bottle opening one as well. Finally, just as I was unable to take anymore, the young Thai girl began writing something on a piece of white paper, using anything but her hands (obviously). A black magic marker stuck in her vagina moved around in circles until she pulled it out and displayed the message to all in the audience. ¨Welcome to Thailand¨, it read.

At that point I poked Sara as a sign I had had enough. I think we all had. Sara was able to catch Guam´s attention, who unlike us, seemed to be having fun checking out our reactions. We finally head out. ¨Nice introductory anthropology course¨, I thought as I took one last look at the girl, who just as her country´s former name, seemed anything but free.

Descubriendo Tioman

Llevo ya algunas semanas en Kuala Lumpur. Mi nueva vida está marcada por las rígidas normas del islam, sin embargo el curso que estoy tomando me encanta. He desarrollado lo que aparenta ser una rutina en el tiempo que llevo en Malasia. Me levanto bastante temprano, el curso es por la mañana, pero antes voy a desayunar a la cafetería de la universidad, donde junto a la otra Sara, somos las únicas extranjeras. El otro día tenía un antojo de algo dulce y pedí unas tostadas francesas en el comedor de la uni. En un plato plástico me sirvieron dos pedazos de pan de molde, fríos y poco atractivos. Me quedé sorprendida, pero tratando de disimular, pregunté a la señora si tenían sirope para las tostadas. Con una mirada perpleja me entregó un bote de mayonesa. No sabía de qué le hablaba. ¡Qué tonta fui!
Bueno, de todas maneras, todo está fluyendo bastante bien. Lo único que cambiaría es la compañera de viaje, quien en las últimas semanas parece ser mi cola, más que nada. No tenemos absolutamente nada en común menos el hecho que nos encontramos paradas sobre el mismo suelo. Lo lógico sería pensar que dos seres que han decidido llevar a cabo actividades similares en un lugar tan lejano de casa podrían por lo menos mantener una conversación, sin embargo, este no es nuestro caso en absoluto. No tengo el más mínimo interés de estar con esta chica. No habla y es súper dependiente, una carga más que nada. Una carga aburrida. No obstante el fin de semana pasado decidimos escaparnos de la ciudad ya que el cuerpo nos pedía playa.
Tomamos un ferry de Mersing a la isla de Tioman (dos horas aproximadas). Me quedé dormida en el trayecto y una vez abrí los ojos me encontré con una de las vistas más surreales del mundo. Parece un lienzo esta islita: vegetación fosforescente, palmeras sobre enormes piedras calizas, monitos que cuelgan de las bambúas y pequeñas chozitas, donde nos alojamos. Una pena que mi compañera de viaje es la persona más aburrida del mundo, pero bueno, intento disfrutar lo máximo sin incluir sus malas vibras en mi burbuja. Nos bajamos del ferry en la última parada, Selang, y rápidamente un chico nos llevó a los ¨bungalows¨. El mar parece un espejo; la arena, talco.

No sabía lo mucho que había extrañado la playa hasta que me sumergí bajo el agua. Alquilé una máscara de snorkeling y me fui a explorar por las piedras. Vi pepinos de mar negros y con espinas enormes, peces pequeñitos y otros más grandes de millones de colores, corales rojos y negros. ¡Alucinante! Estuve debajo del agua durante horas descubriendo aquel mundo desconocido.

En la tarde nos fuimos a cenar a ¨Zaid´s Place¨, el único chiringuito en la isla. Eddie, un chico de piel caramelo, mirada intensa y muy buenas vibras, es el camarero. Nos entretuvo con magia, canciones y reflexología. Le encantó mi pelo y hasta me preguntó si era "original". Ahí estuvimos un buen rato y a medida que llegaban más personas, me di cuenta que ya no tendría que preocuparme por la compañera aburrida. Ya no importaba. Nos trajeron ginebra en un coco frio y estuvimos bailando bajo las estrellas toda la noche. Pura vida.

Primer día en Kuala Lumpur


3 de junio de 2002

Después de más de veinticuatro horas de viaje, de Boston a Kuala Lumpur vía Londres, me encuentro ahora en la capital de Malasia. Hace unos meses decidí que este verano lo dedicaría a sumergirme en la cultura del sureste asiático. Me matriculé en un curso sobre cultura y filosofía oriental que ofrece la Western Michigan University en Petaling Jaya y pues, aquí estoy. ¡Qué surreal!

Comparto una habitación en un "condo" hiper moderno a las afueras de Kuala Lumpur con una chica austera, budista de Indonesia. "What kind of music do you like?", le pregunto, buscando conversación. "If the song is nice, I like it", me contesta pausadamente como si fuera la respuesta más obvia del mundo.

Es mi primer día en este país. No es nada como lo imaginaba. Hace más calor que en el Caribe y hay rascacielos por todas partes. La tecnología parece permear cada rincón. Por lo que puedo observar hasta ahora coexisten tres grupos culturales en esta península. Por una parte, la población china, luego están los indios del sur del país y finalmente, los malayos, que parecen ser un amalgama de éstos dos.

Llegué temprano a mi nueva residencia, un rascacielos altísimo en un suburbio de Kuala Lumpur. Tuve que firmar un reglamento que me dejó flipando. El primer ítem decía que bajo ninguna circunstancia te puedes bañar en la piscina con biquini. Decirle esto a una caribeña, especialmente con la humedad y el calor que permea en este país, es inverosímil. Y como si fuera poco, si te metes a la piscina en bañador de una pieza, debes ponerte una camiseta por encima. Islam, islam. El segundo reglamento dice que hay un toque de queda hasta las 12 de la medianoche, no se pueden traer visitantes dentro del piso, ni consumir el alcohol, ni fumar tabaco y que ni se te ocurra estar hablando con alguien del sexo opuesto frente al edificio, porque ¡imagínate! Conseguir una cerveza es tarea imposible. Hasta en la calle aparenta constituir la más grande travesía del mundo. Simplemente, no te la venden.

De todas maneras, la gente es muy agradable. Henry, un malasio-chino católico, quien es el director del programa y su asistente, Guam, un budista chistoso y liberal, fueron quienes me recogieron al aeropuerto. Además de mí, hay una sola persona más en el programa. Irónicamente también se llama Sara, aunque sin H y es una chica de Minnesota. Nos han asignado una guía musulmana que se llama Mariam, quien nos "atenderá". Es muy simpática.

Después de darnos una vuelta por los predios de la universidad, nos han dicho que esta noche nos llevarán a un espectáculo de bailes culturales en un hotel con cena y todo. Hasta ahora todo va de maravilla. ¡Qué alguien me pellizque que aún no me creo que está será mi nueva realidad!

Una mirada al mundo