Cadaqués es...


Cadaqués es sin duda uno de mis rincones favoritos en el mundo. Hace poco regresé de haber pasado unos días en este pueblecito del l'Alt Empordà al extremo norte de la Costa Brava de Cataluña. Durante el año regular Cadaqués cuenta con una población fija de menos de 2.000 habitantes, aunque esta cifra fácilmente puede triplicarse durante la época veraniega. Ya es como la quinta vez que visito esta joyita preferida entre pescadores, artistas y viajeros en busca de turismo cultural y belleza natural mediterránea. Pocos son los lugares en el mundo que a pesar de ser tan pequeñitos han servido de inspiración para tantos artistas que comenzaron siendo anónimos y ahora figuran como íconos internacionales del mundo de las bellas artes. Matisse, Picasso, Duchamps, Man Ray, Max Ernst, André Derain y Salvador Dalí, son algunas de estas figuras, que al igual que yo, se sintieron fuertemente hechizados por el aura místico de Cadaqués.
En los cinco días que pasé ahora en Cadaqués, aquí les muestro cómo ocupé mis horas entre el mar mediterráneo, las estrechas callejuelas adoquinadas y sobre todo la difícilmente inigualable armonía natural...

Las mañanas solían comenzar con un paseo en lancha



Entre cuevas marinas, agua turquesa, verde y azul royal, mucha tramontana, golondrinas y veleros...

Tampoco faltaban los baños revitalizantes...


Luego, en la tarde solía ser el momento perfecto para ojear una revista de moda y dar sorbos a un mojito o un gin tonic...
Sobraban razones para dar paseos a orillas de la playa y por el pueblo...


Y ya cuando bajaba el sol y acrecentaba el hambre, llegaba la hora de la cena en la que no podía faltar la mesa del comedor al aire libre decorada con lámparitas de papel y velitas perfectamente ubicadas entre las piedras...



Y al día siguiente, lo mismo. Creo que nunca había disfrutado tanto de la rutina...




Kraków


Desde antes de haber aterrizado en Polonia, ya tenía una visita a Cracovia en mente. Kasia, apodo polaco de Katarzyna (Caterina), una amiga que conocí hace un par de años en Pamplona, me invitó a visitar esta ciudad donde vivió hasta hace poco y pasar unos días con ella.

Primera impresión al bajarme del tren (que dicho sea del paso fue una experiencia bastante intensa): ciudad grande repleta de gente joven, mucho estilo, salchichas y pretzels ¨homemade¨ por todas partes!

Este fin de semana pasado Cracovia fue la sede de uno de los conciertos más importantes de la época: el Coke Live Musical Fest, en el que Kanye West, Interpol, Kid Cudi, White Lies, The Cooks y otros grupos menos conocidos tocaron. La ciudad, por tanto, estaba repleta de gente (mochileros en su mayoría) que asistirían al evento. Para ahorrar dinero Kasia y yo decidimos pernoctar en la residencia de la Universidad de Cracovia... Una habitación doble (triple de hecho) con nevera, bares cercanos, mucho ambiente, etc. Dos noches nos costó apenas $30, asi que perfecto.

Pasar tres días en Cracovia, a pesar de que casi todas las agencias dicen que es el tiempo ideal, es en realidad bastante poco. Sí obtuve una buena sensación sobre la historia de la ciudad, pero aún me quedaron algunos lugares por visitar (Auschwitz en particular...)

Un resumen de algunas cosas que hicimos...

1. Comer kielbasas por montones!
Una de las primeras paradas fue este kiosko con la mejor comida! En una paellera enorme tenían carne de cerdo, en otra papas típicas polacas, en otra pierogi (¨dumplings¨ polacos rellenos de mil cosas), también setas, vegetales, varios tipos de panes diferentes y en la parrilla, mucha carne obviamente: pinchos, salchichas de diferentes tipos, churrascos, etc.
Probé casi todo y estaba verdaderamente exquisito. Y obviamente para pasarlo todo, una piwo (cerveza de barril) a menos de un dólar!

2. Caminar y explorer el Rynek, o plaza principal, con sus carruajes, torres, castillos, mercados de antiguedades y artefactos judíos, iglesias y más iglesias...



3. Ver MUCHAS novias, despedidas de soltera y bodas

4. Tomar cerveza oscura de barril en bares ¨underground¨

5. Preparar kanapki (sandwiches) de kielbasa y queso y sentarnos al aire libre a escuchar música folclórica y ver gente con vestidos tradicionales de la montaña...


6. Monchar pierogi con batidas de yogurt en cafeterías comunistas,
sopas húngaras picantes y brutales...
y más kielbasa!!!

7. Visitar Kazimierz, la zona judía, con sus veintemil sinagogas, cementerios, barcitos pintorescos y sus coloridos mercados de ropa usada, frutas y verduras...

y tomar una cerveza de barril y comer raspberries por montones en barcitos al aire libre

Cracovia rockea!!!

Wrocław



Llevo 75 horas en Breslavia, la cuarta ciudad más grande de Polonia, capital de Silesia, al suroeste del país. El nombre políticamente correcto en español es Breslavia, aunque la ciudad tiene mil nombres. En polaco se conoce como Wrocław, aunque se pronuncia Vrótsuav. En alemán es Vratislav, para otros, Breslau. En checo es Wratislavia. En húngaro, Boroszló. Y bueno, así por el estilo. Casi igual de complicado también resulta hablar, leer o entender cualquiera de estos idiomas, en particular, el polaco, pero lo importante es intentarlo... algo que llevo 3 días haciendo, con mucho empeño y a mi juicio, bastante éxito.



No creo que muchas personas fuera de estas longitúdines conozcan o hayan pisado Breslavia. Es bastante apartada de la capital y además de ser un centro económico, cultural y académico, ya que en ella se encuentra una de las universidades más prestigiosas del país, pues casi pasa desapercibida fuera del territorio polaco.

A pesar de esto resulta ser un lugar bastante interesante y para mí más aún por ser la primera vez que aterrizo en Europa del Este. Los rostros de los locales también son interesantes. Nada similar a lo que mis ojos se han acostumbrado. Hay mucho estilo en la calle, muchas bicis. Cuerpos largos, melenas a lo Durán Durán, algunas afeitadas sólo de un lado, otras pintadas naranja neón. Las mujeres por lo general son guapas; los hombres, por otra parte, suelen tener unos rasgos muy particulares. Pómulos altos, caras cuadradas, pieles casi transparentes, narices redondas, hay de todo un poco. Lo que sí puedo decir con certeza es que en 75 horas que llevo aqui todos comparten una cosa: la amabilidad. Aún no me he topado con alguien que no haya querido ayudarme y eso es bonito, además de un enorme alivio (especialmente cuando llevas seis horas caminando y no aguantas los pies).



Geográficamente hablando a Breslavia la cruza el río Oder y parece en el mapa como si estuviese formada de diferentes islitas. Culturalmente hablando, por lo que me han contado, parece albergar cientos de estudiantes internacionales. Sin embargo es verano, muchas personas están de vacaciones y con excepción de un par de africanos, algún grupito de indios y dos o tres turistas italianos en busca de pasta, tengo la sensación de ser casi la única no-polaca que camina por la calle. Asimismo, casi nadie habla inglés y digamos que si lo hablan, la mayoría se limita a una docena de palabras. Hasta ahora he intentado pasar bastante desapercibida y creo que lo he logrado. Hablo poco y si suelto alguna palabra, intento que sea en polaco. De igual manera me responden.



En estos 3 días he caminado tanto. Me he perdido cientos de veces. He tomado el tram en casi todas las direcciones. Los autobuses también. Y siempre haciendo el máximo esfuerzo, con la gran ayuda de un librito que cargo, de comunicarme con los locales. Conocí Rynek (Market Square) y fue amor a primera vista. No encontré ni un sólo papel tirado en el suelo. Con excepción de dos o tres rumanos, tampoco hay deambulantes. Además, ¿quién pensaría en Polonia como un país colorido? Pues esta plaza se distingue especialmente por su arquitectura casi sacada del cuento de Hansel y Gretel, capaz de sorprender a cualquiera. Asimismo, alberga docenas de locales súper novelescos, cada uno pintado de un color diferente. Para cada gusto encontrarás algo, desde comida india, italiana, vietnamita, hasta gastronomía tradicional polaca, alemana, checa, ensaladas que hacen aguar la boca, cerveza, helados de mil y un sabor, frutas suculentas, cappuccinos. Tu pide que hay y lo mejor es que te sirven cada plato (fresco, orgánico) con una sonrisa y un ¨Proshe¨. Otra ventaja es que a diferencia de otros países de Europa Occidental, NADIE te dice a la hora que debes comer. Olvida la siesta y los precios ultra caros. Siempre encontrarás algo para disfrutar y saciar el ratito o una excusa para sentarte en una terracita (ahora que el clima está perfecto) y gracias a que aún no ha llegado el euro a estas tierras, los zlotys se han convertido en mi mejor amigo.

Hasta ahora... ¿Polonia?
Una palabra: BRUTAL

Do widzenia!!! Hasta la próxima...

Última parada...Kathmandu



Finales de julio, 2008

Se acerca el final de este viaje que comenzó en Nueva Delhi y concluirá en Kathmandu. Ha sido sin duda una de las mejores y más coloridas trayectorias de mi vida, que ha durado poco más de un mes. Ayer salimos de Lumbini, el lugar de nacimiento de Buddha y una de las primeras ciudades fronterizas con India, como a las 8am, en un microbus. El viaje y el paisaje me encantaron. Se nota la diferencia enorme entre India y Nepal. Brutal, brutal. El aire que se respira aquí es puro. No hay basura en todas partes y la pobreza tampoco es tan marcada. La tierra ha sido sustituida por campos y verdor. La gente es bonita. Tienen caras diferentes: ojos achinados, pieles curtidas, parecen balineses. La gran mayoría son hindúes, aunque también se ha difundido bastante el budismo. Los ajuares que visten las mujeres son bastante parecidos que en India. Muchos saris, bindis y colores radiantes. Todas sonríen. De Lumbini a Kathmandu recorrimos una enorme cordillera de montañas. Follaje. Espesura. Arrozales. Mucha tierra y poca gente. Parece una gran paradoja encontrar este lugar después de haber recorrido todo el norte de la India, que a pesar de compartir un confín, no se asemeja en practicamente más nada a estas tierras.

Hacemos una parada para almorzar en una pequeña cafetería al lado de la carretera. Techos de paja. Aire libre. Primer plato nepalí, el mismo para todos. La comida es menos pesada que la india, aunque casi igual de picante. Simpatizo con la cocinera y logro convencerla para tomarnos una foto.

Continúa el viaje. De repente vemos una conglomeración de personas al lado de la carretera. El conductor del microbus nos dice que la noche anterior cayó por el precipicio un autobus que transcurría entre Lumbini y Kathmandu. Han muerto una decena de personas atrapadas. A pesar de estremecernos es algo que ocurre con bastante frecuencia, nos dice. De noche el camino es oscuro, no hay luces que sirvan de guía por las curvadas y estrechas carretas y a menudo los choferes se duermen. Nos detenemos para bajarnos del autobus y ver la tragedia.


Ya siento ansiedad y me muero de ganas por llegar. Hemos pasado 8 horas sentadas...
Entramos a Kathmandu por fin. Llueve mucho. Hay bastante actividad en la calle, pero la visibilidad es poca por las condiciones del tiempo y estoy agotada (y con menos capacidad observadora) por el viaje. El microbus nos deja frente al hotelito donde nos estaremos alojando. Dejamos las mochilas dentro y decidimos darnos un paseo por la Plaza Durbar en el centro de la ciudad.

¡Me encanta este lugar! Calles adoquinadas y estrechas. Aire fresco como el que se siente en la sierra peruana. Se percibe la altura y la sensación de perpetua anglomeración de humanos que habíamos experimentado en India durante todas las pasadas semanas, ha pasado a la historia. Hay muchísimas tienditas chulas y ya no somos las únicas turistas. Tiene un parecido a Tailandia, este lugar. ¨Hippy trekkers¨ que comienzan su ascensión himalaya y mochilas Northface se venden por todas partes.

Me quedo maravillada con la joyería en las estanterías. Turquesa, plata, piedras preciosas. En otras veo pashmina, telas artesanales, ropa étnica, casi toda de invierno. Hay también cientos de bares repletos de turistas de todas partes del mundo, sin embargo, su presencia no me molesta. De las terrazas escucho reggae y canciones populares que conozco. Un ambiente mellow; me encantó el vibe, de verdad. Compré unas pulseras de plata con turquesa super baratas y al rato entramos en uno de los bares.
Nos sentamos en la terraza en el segundo nivel. Mesas de madera alargadas, estilo banco, donde alguien que no conoces se te sienta al lado. Pedimos una cerveza en botella grande y nos la dividimos.
Nos pasa un iraní por el lado y se sienta. Intenta montarnos conversación. Lleva viviendo en Kathmandu unos meses. Nos habla del hachís nepalí, su aroma, textura y lo popular que es. Nos quedamos hablando un rato con él y luego decidimos continuar el recorrido.

Llegamos a Rum Doodle, un bar-restaurante bastante popular entre viajeros. Ahí nos encontramos con el grupo con quien habíamos compartido en India. Siento felicidad. La pasamos super bien entre cerveza y comida rica. Al final decidimos dejar nuestra huella, literalmente, colgando nuestras fotos (las mismas que nos habíamos tomado para sacar el visado de India) en una pared del local.
De ahí seguimos la marcha hasta llegar a Reggae Bar, otro local que me habían recomendado unos chicos catalanes que conocimos en Varanasi. Lo encontramos con facilidad y en la puerta había que dejar los zapatos. Nos aproximamos a una mesita, todo en madera y ahí estuvimos el resto de la noche. Escuchamos reggae nepalí en vivo. Brutal. Bailé sin poder contener la alegría y tristeza a la vez, ya que sabía que esta parada marcaría casi el final del viaje. Dos piñas coladas y varias cervezas más tarde acabaría nuestra primera noche en Kathmandu.


SOLO SE NACE DOS VECES

Artículo publicado sábado, 2 de diciembre de 2006
Periódico EL NUEVO DIA / NOTICIAS


Por: Sarah V. Platt
Especial para El Nuevo Día


Sobrevivir a un accidente aéreo, vencer al invierno eterno de las cumbres andinas y tener que comer carne humana son terribles experiencias que destruyen a un ser humano... o reafirman su humanidad.

"Che, ¿no estamos volando demasiado cerca de las montañas?"



Fue ésta la frase que anunció que iba a cambiarles la vida a parte de las 45 personas que iban a bordo de un pequeño avión de la Fuerza Aérea uruguaya con dirección a Santiago de Chile, hace aproximadamente 34 años.

La mayoría de los pasajeros eran jóvenes de entre 19 y 25 años, integrantes del Old Christian, un equipo de rugby uruguayo y el resto eran sus familiares y amigos. En lugar de tardar cuatro horas y media en arribar a Chile, les tomó 72 días. Se conoce como el Milagro de los Andes. Es una historia de hermandad, sobrevivencia y fe.

Ahora más de tres décadas más tarde, Roberto Canessa, uno de los sobrevivientes, ahora cardiólogo pediátrico, además de atender pacientes en su clínica en Montevideo, imparte charlas sobre liderazgo y superación en todo el mundo.

Desde el día que fue rescatado hasta hoy continúa ofreciendo consejería como invitado en diferentes universidades, medios de comunicación y demás organizaciones. Su popularidad llegó a tal nivel que fue nombrado candidato a la presidencia de Uruguay hace varios años.



Actualmente vive junto a su esposa Laura, la persona con quien ha compartido su vida desde los 15 años. Tiene tres hijos. Su primogénito, Ilario, lleva el nombre de la montaña andina donde fueron rescatados los sobrevivientes del accidente.

Sus compañeros del Old Christian, quienes continúan formando parte de su círculo íntimo de amistades, todavía viven en el mismo barrio y celebran juntos todos los 21 de diciembre, hasta el día de hoy, el momento que fueron rescatados.

Desde la perspectiva de los años transcurridos, Roberto Canessa, narra su experiencia.

Sentado en su asiento a bordo de la nave todo parecía normal. De un momento a otro la nieve y las densas nubes dificultaron la visibilidad del piloto, quien pensaba que ya había cruzado la cordillera, aunque estaba aún de frente a las montañas. Un fuerte golpe causó el desprendimiento del ala derecha, que al pasar por encima del fuselaje, arrancó la cola del avión, dejando un boquete en la parte trasera de lo que quedaba de la nave.

De esta forma perdieron la vida varios pasajeros que fueron aspirados hacia atrás desapareciendo en la inmensidad de la nieve, junto a otras partes de la nave.

Segundos después el ala izquierda se partió y una de las aspas de la hélice rasgó el fuselaje. Los pasajeros quedaron atrapados en sus asientos. Trece murieron en el instante, otros fueron gravemente heridos, con piernas partidas, hemorragias, con trozos de hierro atravesando torsos y golpes en la cabeza.

"Sentí un silbido en el aire y fue ahí cuando me di cuenta que el fuselaje de la nave se comenzó a deslizar por la nieve como un trineo durante seis segundos. Sé que fueron seis segundos porque uno de los chicos rezaba el Ave María que dura seis segundos", comenta Canessa, de 53 años.

Al cabo de los seis segundos quedó un silencio total. Canessa, que en aquél momento era estudiante de primer año de medicina, pensó que se había despedazado totalmente, que no tendría brazos ni piernas. Pero al ver que se encontraba en buen estado, sin pensarlo dos veces comenzó a ayudar a los demás.

Aunque su conocimiento en el campo de la medicina no sobrepasaba las células, comenzó a curar las heridas de sus compañeros y sacar los cadáveres que permanecían en la nave. Era la primera vez que presenciaba la muerte tan de cerca. Muchos pensaron que llegarían las ambulancias, la policía y equipo de rescate inmediatamente, pero fueron pasando las horas y al ver que no llegaba nadie y eran ellos mismos los que se tenían que ocupar de la situación, se sintieron como hormigas importentes en el medio de una extensión infinita de nieve. Se había perdido todo. No había ni agua ni comida. Sólo contaban con algunas barras de chocolate y unas cuantas botellas de vino. Era el 12 de octubre de 1972.

"A los diecinueve años te sientes omnipotente, que todo lo puedes". Tal vez fue ese sentimiento que hizo que no se rindieran los jugadores del Old Christian. Al día siguiente se fueron distribuyendo roles de acuerdo a las destrezas de cada uno. Tenían muchas ansias por vivir.

Adolfo Strauch, uno de los chicos, inventó el convertidor de agua, derritiendo nieve sobre un pedazo de aluminio y colocándolo frente al sol. El capitán del equipo, Marcelo Pérez, se encargó de la distribución de "comida" diaria: uno o dos pedazos de chocolate y tres dedos de vino para cada uno.

El frío glacial en el corazón de la cordillera llegaba a los 40 grados bajo cero y con poca ropa de abrigo y nada de comer, las noches se hacían un sufrimiento eterno. La altura y la falta de oxígeno causaban mareos y desorientación. El hambre se acrecentaba cada vez más, y junto a ella, la irritabilidad. Seguían muriendo una persona tras otra, a medida que se iban debilitando los cuerpos y las esperanzaas de salir. "Era como dormir en un cementerio", rememora ahora Canessa.

Sacaron las coberturas de los asientos y las usaban como frisas, improvisaron bolsas de dormir, fabricaron lentes de sol para no quemarse los ojos durante el día. Quemaban dinero para hacer fuego. Y así fue que se fue creando una sociedad en la nieve con leyes improvisadas, donde las personas eran asignada roles y cada cual valía por lo que podía hacer.

"Estábamos en una probeta. Éramos un experimento en el cual tuvimos que transformar un lugar que no era apto para la vida, un lugar totalmente inorgánico, mineral y de treinta grados bajo cero, donde lo único que había eran piedras y nieve, en un lugar donde puedan sobrevivir seres humanos".

Arribó el décimo día desde el accidente cuando uno de los chicos escuchó en la radio que su búsqueda había sido suspendida. Los reunió en el fuselaje para decirles: "Tengo unas buenas noticias para ustedes. Acá vamos a salir por nosotros mismos".

Poniendo a un lado lo surreal y lo traumático que fue esa experiencia, nunca faltó el sentido del humor entre los chicos. Llegaron a los Andes siendo amigos y salieron siendo hermanos. Bromeaban, celebraron cumpleaños, cantaban, rezaban juntos,
trataban de pasarla lo mejor que podían.

Según Roberto lo que los mantuvo unidos, esperanzados y vivos era elhecho que cada cual tenía su razón para vivir. "La mía era ahorrarle dolor a mi madre que se le muriera un hijo. Pensé que si tengo que coger un pedazo de muerto y comérmelo para volver a mi madre, voy a hacer lo que sea, me voy a comer el avión si tengo que hacerlo".

Y así fue que pasó lo inconcebible. Una mañana de domingo se realiza una reunión en el interior del fuselaje en la cual lossobrevivientes deciden que la única alternativa para salir y no morir de frío y de hambre era usar los cuerpos muertos de sus amigos como alimento.

Con una gran sensación de humillación, Canessa tomó un pedazo de vidrio y cortó el primer trozo. En aquél momento dice que pensó: "¿Qué habré hecho yo de malo que Dios me manda a hacer esto? Lo peor era tener que invadir la privacidad de un amigo, invadir su cuerpo". Pero se confortó pensando que si hubiese muerto él y hubieran usado su cuerpo como alimento, se sentiría orgulloso de haber ayudado a sus amigos.

Los muertos no los salvaron, como piensan muchos. Aún después de habérselos comido, se encontraban en las mismas condiciones. El frío seguía penetrando sus cuerpos y la miseria también. La carne humana simplemente ayudó alargar sus horas y fortalecer un poco sus cuerpos. Luego se convirtió en parte de su rutina.

Así fueron pasando los días en el medio de la cordillera. Hicieron expediciones buscando la salida de aquellas montañas, amarrando almohadas a sus pies para no hundirse en la nieve y solo regresaban más débiles y con las manos vacías.

Finalmente llega un día soleado, cuando ya se sentía que el invierno había concluído y Roberto y sus dos amigos, Nando y Tintín, decidieron probar su suerte por última vez. Prepararon un saco donde colocaron suficiente carne humana en trozos y bolsas de dormir improvisadas.

Luego de estar 10 días caminando divisaron una cima de una montaña sin nieve. Arribaron a un valle. Vieron vegetación por primera vez durante dos meses y medio. Escucharon un riachuelo. Corrieron a comer algunas hojas.

Aquella noche durmieron en el valle con una paz nueva. A la mañana siguiente vieron vacas, una lata vacía de sopa y dos campesinos a lo lejos.

Habían llegado a la civilización. Se habían salvado y también habían encontrado la salvación para los que se quedaron atrás, que fueron recogidos en helicóptero por las autoridades locales. Era el 21 de diciembre de 1972.


El periodismo collage de Kapuściński


(Solo una introducción)
La mayoría de los seguidores de la obra kapuścińskiana reconoce que la creación literaria del periodista es heterogénea, difícil de definir y combina una amalgama interdisciplinaria de géneros. Si analizamos el conjunto de la obra, resulta evidente que el autor muestra una extraordinaria capacidad para pensar y estructurar cada uno de sus textos. "La planificación de los libros constituye un tema muy importante dentro del desarrollo creador de nuestro autor ". No existe ninguno que sea igual al anterior. Su intuición de periodista-antropólogo, combinado con su pasión poética y su formación de historiador ponen en evidencia esta amalgama de géneros que se exploran en sus textos. Sin embargo, a pesar de dicha interdisciplinariedad existe un hilo conductor, una continuidad en el pensamiento y una lógica natural en la filosofía de de la obra kapuścińskiana que constantemente hace preguntas al mundo y va tejiendo pedazos de la realidad que nos rodea. Esa continuidad y lógica natural de su pensamiento le permite al autor reinterpretar la imagen que formuló a sus respuestas originales, creando una especie de análisis perpetuo del mundo que observa y en el que participa. De esta manera, el autor pone en evidencia su genuino interés por participar en la documentación y posterior liberación del mundo del siglo XX que continuamente va evolucionando.

La obra Kapuściński se considera un collage primeramente porque es interdisciplinaria, igual que su autor, quien además de escribir reportajes, captaba la multi-dimensionalidad de la realidad por medio de sus apuntes, su sensibilidad poética y la fotografía. Esta última tarea la valoraba como un pasatiempo artístico en lugar de un oficio periodístico, aunque es cierto que las primeras fotografías que tomó las enviaba a la Agencia para ilustrar sus reportajes. Un arte, pues, complementaba al otro y para Kapuściński la similitud entre tomar una buena foto y escribir un buen poema es enorme. Más tarde publicaría Una mirada a África, un libro fotográfico que recoge numerosas imágenes de sus años de recorrido por el continente y que pone en evidencia su interés por alejarse de los estereotipos y acercarse al otro desde otro ángulo no necesariamente periodístico.

A pesar de no dedicarse por completo ni a la poesía ni a la fotografía por las exigencias que debía asumir como corresponsal, ambos canales artísticos siempre le apasionaron. La fotografía representaba para él, otro canal para capturar y expresar la realidad que observaba y termina atrayéndole incluso más que el registro de los meros hechos. Las principales influencias interdisciplinarias en la obra kapuścińskiana, son pues, la fotografía y la poesía: dos artes que se complementan entre sí.


Una mirada al mundo