Crónica de una barbería boricua

En la fila de negocios que queda en la misma carretera 129 en Arecibo, yace una barbería. Nunca me había fijado en ella ni mucho menos entrado. Ahora que estoy de guía turístico, Xavi, quien acababa en ese momento de llegar a Puerto Rico desde Inglaterra, me pidió encontrar un lugar donde le pudiesen recortar el pelo. Sin más, estacionamos, tocamos la puerta y casi a oscuras, nos abrieron. Adentro había dos hombres tatuados de pies a cabeza tomando café de Burger King. Le pregunté a uno de ellos si podía recortar a Xavi. "Deja que me acabe el cafecito", me contestó. Nos sentamos en un sofá que tenían allí a esperar. Conectado a la parte de atrás de la barbería había otra puerta que conducía a un estudio de tatuaje. Todo estaba bastante desordenado y a menos que fueras cliente habitual, el lugar no llamaba la atención en el buen sentido de la palabra.

Con el último sorbo de su bebida, el más alto de los dos, me preguntó cómo quería que lo recortaran una vez se dio cuenta que no podía comunicarse directamente con Xavi. Yo servía de traductora, aunque poco entiendo de cerquillos, navajas y recortes de hombres. El otro de los dos también le iba explicando al primero cómo recortar a Xavi. Al cabo de un rato le dieron una bata, le dijeron que se sentara en la silla y el barbero comenzó a peinar y recortarlo de manera muy natural y fluída. En un momento dado entró el hermano del barbero con su mujer y hablaban de cosas triviales. Era una escena perfecta de Lost and Translation, pero desde una barbería boricua. Xavi perdido sin entender absolutamente nada, disimulando su choque cultural y aparentando estar tranquilo. El barbero prestaba el mínimo de atención a su cliente. Y yo por mi parte preocupada desde el sofá pensando que lo recortarían mal y que tendría que vivir sus primeros días en la isla con un cerquillo de reguetonero malo.

En fin, así continuó el barbero recortando, afeitando, peinando, acomodando. Un trabajo verdaderamente detallado. Le colocó una cinta de papel en el cuello. Sacó una navaja de estas antiguas y comenzó a afeitarle con minucidad. De repente entró otro hombre por la puerta. Pantalla de brillante en la oreja, cadena de oro colgando del cuello, camisa y pantalón de jugar básquet y un tremendo cerquillo que le adornaba la cabeza. Se acercó al barbero, se chocaron la mano, comenzaron a hacer bromas, se reían y discutían asuntos pendientes. El hombre sacó de su bolsillo una paca de billetes de veinte que sumaban unos cuantos cientos en total. El barbero por su parte, alcanzó de una gaveta una bolsa plástica llena de pastillas y se la entregó. Vete a saber qué eran. A todas estas, el barbero jamás dejó de usar su otra mano para terminar los últimos detalles del recorte de Xavi. ¡Vaya talento! Todo el traqueteo ocurrió literalmente frente a todos nosotros y como si fuera la cosa más normal del mundo. Eventualmente se despidieron los dos hombres y quedó todo en el olvido.

Y así culminó nuestra primera experiencia en la barbería. Una vez salimos por la puerta me dijo Xavi que jamás le habían recortado el pelo tan bien en su vida. Que ni en Inglaterra ni en Polonia solían hacerlo con tanto detalle y precisión. Estaba verdaderamente encantado. Yo por mi parte, feliz, pero también un poco horrorizada con lo que había ocurrido. Después nos enteramos que una gran cantidad de venta de drogas y armas ilegales en Puerto Rico se lleva a cabo precisamente desde las barberías.

¡Bienvenido a la Isla del Encanto!

Encendamos las luces


Desde hace algunas semanas he notado que esta época navideña no es igual a otros años. En mis viajes entre Arecibo y San Juan, así como alrededor de otros pueblos de la isla y en el área metro también, me ha llamado la atención la obscuridad que reina en las calles. Además de los postes de luz, muchos de ellos, que brillan por la ausencia de focos- reina la negritud ante la ausencia de bombillas y decoración navideña. La navidad en Puerto Rico se reconoce por ser además de la más larga en el mundo- ya que dura alrededor de dos meses- una de las más alegres, las más alumbradas, coloridas y musicales. El boricua se reconoce por ser barroco tanto en su comportamiento, como en su selección de ornamentos para decorar su hogar, sobre todo en la época navideña.

Recuerdo cuando era niña y regresaba con mi familia desde San Sebastián, el pueblo de mi madre, durante las navidades. Gran parte del camino lo dedicábamos a admirar, comentar y deleitarnos de los adornos, las luces festivas y el engalanamiento que desfilaba en muchos de los hogares durante esta época. Algunos mucho más extravagantes que otros nos llamaban mucho la atención. Estrellas, nacimientos, figuras de Santa Cló, los Reyes Magos, venados, muñecos de nieve, de todo un poco se observaba. El décor navideño extravagante no excluía clases sociales. Desde los balcones de los residenciales públicos también podía admirarse la selección de bombillas coloridas y otros adornos alegres. En muchos casos, los más pobres solían decorar sus hogares incluso más que los ricos.  

Este año algo ha cambiado. El espíritu navideño no está encendido como solía siempre estarlo. En mi urbanización en Arecibo, las casas decoradas pueden contarse con los dedos de la mano. La mayoría brillan por su tenebrosidad. En el complejo residencial de mi madre en Guaynabo, igual. Uno que otro vecino ha colocado una corona de pino en la puerta, pero es la minoría. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué hemos perdido esa energía navideña que tanto nos caracteriza?

Una conocida comentó el otro día que la gente está desilusionada y sin ánimo. Ante la ineptitud del gobierno, la crisis económica, el desempleo, la ola masiva de emigración, el crimen desenfrenado y la falta de opciones para cambiar esta realidad. La situación no es la mejor, eso lo sabemos todos. Cada vez nos pintan un cuadro más decrépito en los medios, los temas de conversación se tornan más deprimentes y es normal sentirse desanimado. Sin embargo, algunas cosas alentadoras sí suceden mucho más a menudo de lo que nos creemos (o nos hacen creer).

Ayer estuve en un concierto de la Orquesta Filarmónica. La semana pasada me deleité de otros dos espectáculos: el encendido navideño de San Juan y el concierto de Calle 13. En todos vi personas de todas las edades compartiendo. Sonreían, disfrutaban en familia, bailaban, comían frituras, se tomaban un traguito, tocaban maracas. El talento de esta isla desborda, sobre todo en el ámbito artístico y musical. En todos esos conciertos que mencioné subían al escenario a pequeños músicos. Eduardo de Calle 13 presentó a su hija Azul de seis años que tocó el piano frente a 35,000 personas. En el encendido de San Juan con Ismael Miranda tocaron timbales varios niños. Anoche en la Filarmónica, más de treinta pequeños sonaron cuatro todos juntos, luego se subieron otros treinta encabezados por un chico con síndrome Down a tocar gűiro. La audiencia no podía contener la emoción, era impresionante.  

Quiero decir con esto que aún quedan motivos por celebrar. Nuestra isla, igual que el resto del mundo, enfrenta una situación preocupante, sin embargo, no es el final. Nos caracteriza un espíritu vivaracho, alegre, de aguinaldos y celebración en familia. Aún queda la juventud. Aún queda la música, el talento y el mañana. Encendamos las luces tanto en nuestro hogar, como en nuestro corazón. 

¡Feliz Navidad!

El mundo de la aberración


Su presencia es perturbadora, invasiva y quebranta la melodía y personalidad característica de este barrio santurcino. Incluso antes de entrar al edificio, ya de inmediato, percibes esa mala vibra. Una capa de pintura color crema arropa la fachada. El azul del cartel que lleva el nombre, se nota en la distancia. LA PARADA WALMART. Como si no bastara ya con la cantidad de pequeños negocios que se han ido a la quiebra por no poder competir con los precios tan bajos de este nuevo vecino- al otro lado de la calle, como en cada cuadra de esta metrópolis- han sembrado otro Walgreens. Estos dos gigantes han desgarrado las empresas boricuas y han hipnotizado a este pueblo a creer que tienen un sinnúmero de necesidades artificiales que solo podrán satisfacer si compran aquí. Estos dos gigantes han desbaratado la belleza de nuestra arquitectura, de nuestros paisajes, de nuestro carácter caribeño tan característico para imponerse con su presencia usurpadora. Y con todo el daño que han causado y continúan causando, los seguimos recibiendo con bandeja de oro.

Vamos a entrar hoy por primera vez. El estacionamiento es de esos enormes multi-pisos que tanto detesto por ser un laberinto sin principio ni fin. El techo es demasiado bajo para la cantidad de carros enormes que guarida dentro. El tamaño de los estacionamientos también es equivocadamente estrecho. Para encontrar uno vacío, es necesario dar al menos tres vueltas al parking, y, si es día de cobro- como hoy- posiblemente, más de cinco. Una vez logras encontrar un espacio para dejar el carro, la próxima misión es penetrar en la megatienda. El primer problema es que no hay escaleras abiertas al público, “más que en caso de emergencia”, cómo explicó el guardia de turno encargado de estar delante de los cuatro enormes ascensores monitoreando la entrada y salida de personas.

Como uno de los ascensores estaba fuera de servicio, había que esperar al menos diez minutos para lograr un huequito dentro de los otros tres. Entre todo ese tumulto de personas, no había ni una sola que no estuviera obesa. Hablaban alto, todos a la vez- se veían desalineados, mal vestidos. Muchos empujaban carritos de compra vacíos dentro del ascensor y en lugar de esperar, como se hace en los países CIVILIZADOS, para que la gente salga primero y así luego poder entrar en orden- todos formaban una barrera.


Una vez dentro del ascensor subimos y bajamos un par de veces. Pensé durante un momento que era porque el ascensor tenía que hacer un esfuerzo sobrehumano para cargar todo ese montón de libras de más. Una vez finalmente abrieron las puertas, el mundo de la aberración nos dio la bienvenida. Igualito que en un capítulo de South Park, noté el abrumador impacto del sonido de carritos de compra chocándose entre sí,  las enormes cantidades de comida empaquetada, muchas personas- aún desconozco si eran inválidas o simplemente demasiado gordas para moverse sobre sus propias piernas- que tenían que recurrir a las sillas de ruedas eléctricas esas que llevan una canasta enfrente para trasladarse por la tienda. Cuatro mesas enormes con productos 100% americanos de motivo de Thanksgiving yacían en una esquina. Pies de cherry, de manzana, de limón, con frosting, sin frosting, bizcochos de red velvet, cupcakes de mil colores artificiales, quesitos en paquetes enormes, cinnamon buns, bueno de todo lo que conduce directamente a una diabetes tipo dos. 

Me giré a otro lado y una empleada senior citizen gritaba al tope de sus pulmones las ofertas del shopper. QUE DISFRUTES TU EXPERIENCIA EN WALMART. Tuve que contenerme para no vomitar.


Salí de ese lugar casi volando. Qué experiencia tan desagradable, Dios mío. Una vez más, tuve que enfrentarme a la situación con los ascensores, pero esta vez aún peor, ya que la cantidad de carritos de compra llenos hasta el tope, era mucho mayor. Una pareja de americanos que vive en la isla criticaba el desorden para subir y bajar de los ascensores. Otro de Ohio a su lado, se reía de mis compatriotas de una forma muy burlona. Sentí una vergüenza ajena que se me hacía difícil contener. Consideré por un momento que esos americanos eran mis enemigos por criticar a mi país y que debía intervenir de algún modo. Sin embargo, antes de contestarles, me detuve un minuto y me di cuenta de que… tienen razón. Esto da lástima. 

Doy un paso fuera del ascensor y decido que jamás volveré a pisar ese lugar ni presenciar eso que acabo de dejar atrás. 

Zen-less Yoga


Everyone talks about the incredibly positive effects that yoga has on the mind and body. There are hundreds of books, magazines, blogs and columns out there that focus on how this practice has transformed lives through discipline, awareness, compassion, and strength- both inner and outer. However, have you ever ended your practice feeling unfocused, unsatisfied, or even pissed off? Have you ever felt as though you were unwelcome in your own studio?

Recently, a friend of mine who used to practice yoga with me several years ago told me she wanted to join me at the studio I have been attending frequently for the past four months or so. She has a small child and her new busy mommy schedule prevents her from taking as much time out as she'd like to practice yoga. However, yesterday she finally agreed to meet me for a morning session. I was so excited and had told her so many positive things about this new studio, so I awaited anxiously for her arrival.

After a couple of minutes of waiting for her at the studio, I noticed the practice was starting, so I stepped inside the room, where I had already set a mat for her and I- and hoped she would make it in soon. I kept one eye open during the first five minutes of our breathing exercises until I noticed she had just walked in shortly after. Because it was her first time, she failed to see the mat I had set for her in the middle of the class and was a bit disoriented. She pulled out a blanket from the back closet thinking it was a mat and then had to change it. The teacher, from a distance, saw this (it was quite obvious!) and never once made an effort to help her out. Instead, she looked the other way and ignored her as though she was a nuisance.

My friend, all the way at the end of the room, was quite lost at times. This is totally normal, as every studio usually has their own style and every teacher incorporates his or her own techniques into the practice. This is precisely why there is a teacher at the front of the class, for it is the teacher's duty to be a facilitator and guide everyone through their practice, align students' bodies, and aid them along this wonderful spiritual journey of asanas. This was evidently not the case. My friend had to stop every couple of minutes just to look at everyone else and see what was going on and how to do the postures. No notice was given to her whatsoever during the whole hour and fifteen minutes. I understand she was a couple of minutes late, however, what prevented the teacher from approaching her during the class and helping her out- I have no idea. It seemed as though she was punishing her for some odd reason.

Throughout the rest of the practice the teacher made inappropriate remarks often. She kept repeating how she hated the new decoration of the studio. At one point she even pretended to scratch the stencil off the wall with her fingernail. All of these out of place comments stood out like a sore thumb and as much as I tried, it was impossible to block them out. I couldn't focus on my body and much less so, on my breathing, and just became more and more annoyed as the teacher walked up and down the room with a long face and ignoring there was anyone else in the class.

At the first yoga studio I ever went to about eight years ago, I was taught that yoga is an individual practice. That the teacher is there to guide you, teach you, and adjust you in order to take advantage of your maximum potential. We were frequently touched, pushed, challenged, and thanks to those lessons, I learned a lot about this practice. Yoga without a teacher to me is quite pointless, but with "teachers" like these, even more so. It makes me sad to think that the West has, on many occasions, adopted and transformed yoga into something it is not.

That day I left the studio doubting if I would ever return. I was disappointed, embarrassed, and even sad about the experience. I thought about writing an anonymous letter of complaint to the owner, because if I were her, I'd want to know about this. Yoga had never ever left me with a sour taste before. And even though my friend and I were soon to realize that we both felt the same way and even ended up making jokes and laughing about our "zen-less" yoga experience, the truth is- it was quite a downer!

Don't hate, MEDITATE! And if you're pissed off Ms. Yoga Teacher, maybe it's time to practice yourself or take a break from it all and not transmit your bad vibes to your pupils, because in the end of the day, it's not our fault, and the least thing we want from our practice is to exit the room feeling zen-less... 

Necrópolis


Abro una página de Necrópolis al azar. Encuentro dos estrofas que hablan sobre recorrer el centro comercial más grande del Caribe. Y la satisfacción que se siente ante no comprar absolutamente nada.

Inconsumo es libertad

Así termina uno de los poemas del primer libro de poesía de Eduardo Lalo, que lleva de título el nombre de un enorme y antiguo cementerio. No soy su fanática número uno ni mucho menos. En realidad apenas conozco la obra de este escritor quien internacionalizó su nombre tras ganar el premio Rómulo Gallegós hace un par de años. Sin embargo, acabo de regresar de la presentación de su primer poemario.  Angel Darío Carrero, un cura intelectual, también poeta, lo presentó esta noche y cuenta que su amistad se basa en alimentarse mutuamente de poesía y literatura

La poesía de Lalo parece compartir toda un mismo rasgo. La insatisfacción y el enojo ante el status quo que reina en nuestra isla. Esa rabia producida por el colonialismo, por la inacción e incompresibilidad de la sociedad ante quiénes somos y hacia dónde vamos, hacia el gobierno, ante nosotros mismos. Esa impotencia ante lo mundanamente puertorriqueño. Su poesía se adorna de grandes hipérboles coloniales que le recuerdan que posiblemente se encuentre en un sitio equivocado. Que esta no es tierra de poetas. Y por eso se ha convertido en sepulturero dentro de esta gran Necrópolis, como lo ha dicho él mismo.

A pesar de no compartir muchos de los ideales con Lalo, creo que nos ata una misma característica además de esa impotencia, y es el arte.  Esta noche dijo que el arte para él, en este caso la poesía, existe por tres razones fundamentales: la supervivencia, la resistencia y sobre todo, el placer. Se trata de construir algo duradero para generaciones venideras. Arte para escritores es precisamente ese contacto radical con las palabras y el silencio.

Lalo elige la poesía y la literatura como instrumentos para renunciar a esa mundanidad que tanto le perturba. Yo por mi parte, elijo la realidad.  Pero entre los dos, compartimos esa ansiedad por las páginas en blanco y esa magia que se produce al elegir el momento perfecto, la imagen sin corroer, la palabra justa.

Grabar para el mundo lo que el mundo le ha hecho a nuestras mentes...

Self-Publishing is the Way to Go

My first book, now available on Amazon.com, and my second one, will soon be- all thanks to self-publishing

Struggling to publish a book? Confused about the whole process? Not sure where to start? My story might help you...

I just recently became a self-published author. After depending on an incredibly expensive publishing house in Spain for the editing, printing, and creation of my first book- I became very frustrated. Every time I ordered a new box filled with my books, I had to pay outrageous amounts of money. The editing process was also a pain in the neck and the truth is, I was never completely satisfied with the final product. Until recently, I thought there was no other alternative for independent authors like myself who want to get their work out in the public.

All of this changed when in the last weeks, a colleague of mine introduced me to the world of self-publishing. He specifically recommended I try out Create Space, a firm owned by Amazon.com, in charge of the printing and digital delivery of material, virtually worldwide. On top of this they charge absolutely nothing to the author and take care of the nitty-gritty steps involved in publishing a book, specifically, the selling and distribution of the text.

Although apprehensive at first, I still decided to give it a shot. I submitted a second edition of my first book to them and in about 48 hours they approved the draft. I had to make some minor changes related to margins, page breaks, font, and sorting out the images. Then, I proceeded to design the front and back covers and ordered a proof by mail to make sure everything was in order. After about a week I received it and satisfied with the results, I decided to order more copies to sell at a recent presentation. Recently, I submitted my second book and am now awaiting more copies to come in the mail. Contrary to the first experience with the publishing house, this process has been entirely smooth and pleasant.

Self-publishing is a trend that is slowly but surely taking over the book industry lately. Some frown upon it saying that self-published books and authors are nowhere as attractive as those selected by an agent and respectable publishing firm. Needless to say, self-publishing is not a new trend and has been popular ever since authors began writing books. In the 19th century, many well-known writers such as Walt Whitman were in fact self-published.

The truth is: is the way an author decides to publish his or her book really equivalent to the value of their work? I believe not. Self-publishing is an artisan way of managing your own work. You have a say in every single detail of the publication process and everything is left in your hands. The process requires a great deal of patience, passion, and drive. Paying an agent, editor and publisher to take care of everything, I believe, takes away from the creativity of it all. It's the easy way out.

So what is self-publishing exactly and how is it done?

Self-publishing is the publication of any book or material (ebook, pamphlet, audiobook, website, etc.) by the author of the work and without involving the participation of an established third-party publisher. The author is therefore responsible and in control of the entire process including not only the content itself, but also the edition, cover, design, format, price, marketing, and all the other stages involved in the publication of a book.

My advice for all of you out there interested in publishing any valuable work, be it in print or digital form, is to not hesitate and consider self-publishing! Participating in all of the major and minor details of putting together your work and finally receiving it in the mail involves such a great deal of satisfaction! Of course there are terrible self-published books, just the same way there are terrible professionally published books. In a world like today where so much information is at reach, we must take advantage of all of these platforms available to us.

This said, if you feel truly confident that what you have produced deserves to be made public, self-publishing is definitely a way to make this dream a reality. Try it out for yourself! 

Una mirada al mundo