Un paso más cerca de Dharamsala

En ocho días parto a una ciudad llamada Dharamsala, en el corazón de las Himalayas, específicamente en la zona de la India llamada Himchal Pradesh. Ubicada en el epicentro del Valle Kangra, Dharamsala es un lugar místico, montañoso, espiritual y muy acogedor, repleto de monasterios, ashrams de yoga y escuelas de budismo y otras disciplinas antiquísimas y de auto-curación. Estaré durante cuarenta días en esta ciudad que muchos consideran sagrada, pues además de recibir a cientos de peregrinos, es también la residencia oficial del Dalai Lama y la sede del gobierno tibetano en exilio. Será la segunda vez que pise suelo indio, pero la primera en que me encaminaré por un propósito muy diferente: el de certificarme como instructora de yoga.
Llevo practicando esta ciencia y filosofía, desde hace aproximadamente nueve años. Aún no soy capaz de tirarme la pierna por encima de la cabeza o de convertirme en un pretzel humano, sin embargo, desde el primer día en que incursioné en este lindo viaje llamado yoga, supe que quería convertir esta disciplina en un estilo de vida. Asimismo, educarme más en esta práctica para así poder contagiar a otros con sus beneficios terapéuticos.
La palabra yoga proviene del sanscrito y significa unión. Unión tanto de cuerpo, como de mente, de filosofía, como de prácticas meditativas de posturas (asanas) y de respiración. Es precisamente esta unión, la que me atrajo a este nuevo destino.
No cabe duda de que este viaje en el que completaré un curso intensivo con otros extranjeros practicantes de yoga, que incluye diversas áreas como la meditación, anatomía, filosofía, prácticas de poses y ejercicios de respiración, ayurveda, entre otros- conlleva y requiere, obligatoriamente, una preparación. Además de una dieta balanceada y un regimen de posturas y respiramientos específicos, decidí buscar literatura sobre la ciudad de Dharamsala, un lugar interesante desde diferentes puntos de vista.
Dharamsala Days, Dharamsala Nights es un libro escrito por una mujer que lleva el pseudónimo Pauline MacDonald. Esta investigadora independiente oriunda de Canadá, vivió durante tres años en Dharamsala, donde entabló amistad con muchísimos refugiados tibetanos, tanto newcomers (los que han nacido en Tibet y escapan de jóvenes) y los settlers (que se consideran exiliados, pues nacieron en Nepal o India, o emigraron mucho antes).
Junto a su hijo adolescente, MacDonald decidió emigrar a Dharamsala, siempre interesada por la realidad que viven estas personas con estátus permanente de refugiados y luego de tres años, documentó sus memorias. Aunque no es periodista ni socióloga, sus historias combinan el humor, la veracidad y la transparencia y dan una idea bastante clara de qué esperar una vez en Dharamsala, sobre todo desde una perspectiva fresca. Según los críticos, la única falla que comete es ofrecer sus recuentos personales desde una óptica subjetiva, pues es evidente su afinidad con los newcomers, grupo al que favorece sin tapujos. Incluso, llegó a casarse con uno de ellos, aunque más tarde se divorciaría.
Las idiosincracias de los refugiados tibetanos en India, sobre todo en Dharamsala, conforman una complicada telaraña de relaciones de poder, abuso, violencia, abuso de sustancias controladas, depresión, desempleo, y sobre todo, mucha injusticia. Por una parte, los newcomers, en su mayoría tuvieron que huir de su natal Tibet por los abusos en su contra por parte del gobierno chino desde 1950 en que invadieron la zona- y por otra, al llegar a Dharamsala, continúan experimentando prejuicios tanto de parte de indios, como de los settlers. Según la historia de MacDonald, se les hace practicamente imposible a estas personas encajar en ninguno de los dos mundos, ni conseguir derechos básicos y acceso a servicios de salud, educación, protección legal, empleo, etc.
En ocho días me embarco a esta parte tan distante del mundo: Dharamsala. No veo la hora de, igual que la autora, contar mi propia historia.

Los lunes volvieron a ser como antes

Saudade es una palabra que usan los brasileros mucho. La pronuncian cada vez que quieren expresar una sensación parecida a la nostalgia, la añoranza y los sentimientos de vacío que provocan la partida de algo en la vida. No existe una sola palabra en español para definirla. La saudade se siente, no se define. Es una ausencia que incomoda y pesa en el alma. En la saudade yace también un poco de rabia. Es nuestra alma pidiéndonos a gritos volver a un momento preciso, a una situación que ya aconteció. Es también el precio que se paga por vivir momentos que nunca se repetirán. Que recordarás para siempre.
Los lunes volvieron a ser como antes. Antes cuando no habías llegado. Cuando salía del trabajo de noche y regresaba a casa donde no se escuchaba nada aparte de los gritos vociferados del predicador a través del altoparlante. El mismo predicador que perseguimos en la calle aquel día. Que llamamos a la policía para quejarnos porque invadía nuestra paz. La guarida de sosiego que construimos en este tiempo que estuviste aquí. Casi medio año que jamás olvidaré. Que estoy segura que que tú tampoco. Ahora ya te has ido. Ineludible y tan desprevenidamente. Ni pude despedirme, ni verte por última vez. Porque la vida es así. De misterios existimos, crecemos, somos.
Pareciera que después de la calma siempre tenga que invadir la desarmonía. Nada puede ser perfecto. Ni casi perfecto. Pero nosotros sí lo fuimos, o por lo menos, creíamos serlo. Hasta que te arrancaron de este sueño sin piedad. Sin razón, sin señal, ni aclaración. Enigmas que lanza el universo en nuestro camino para que uno los reconozca y pueda superarse un poco más. Amarga melancolía es lo que me arropa hoy. Cuando estabas aquí, llegué a acostumbrarme al predicador. Ya ni lo escuchaba, ni me molestaba. Ahora que tu ausencia me estrangula, me saca de quicio más que nunca. ¿Cómo haré para dejar de importarme todo, así como lo hacía cuando estabas tú? 

¿Vivimos para depender o dependemos para vivir?


Mitad de la población de Puerto Rico recibe la ayuda del Programa de Asistencia Nutricional (PAN), o como le llamamos de manera coloquial en esta isla: cupones. Así lee el titular de una noticia de última hora publicada en El Nuevo Día que no ha hecho más que erizarme la piel y obligarme a escribir esta entrada de blog. Se trata de una población de 1,3 millones de personas y sobre 600,000 familias gobierno-dependientes. De esa cantidad, menos de la mitad (272,000 unidades) reportan algún ingreso. Evidentemente esa cifra va encabezada por una población femenina que son madres solteras y jefas de familia y la otra mitad corresponde a diferentes categorías que se consideran especiales, ya sea por edad, discapacidad, o alguna otra condición.

Hoy, yo posiblemente también me una a esa cifra de gobierno-dependientes. Me darán la contestación en dos semanas. Que conste que no soy ni mantenida ni soy una ignorante- mucho menos vaga. Rompo básicamente con todos los estereotipos del típico caso del beneficiario de ayudas que provee el gobierno. Tengo un doctorado, un empleo serio (aunque no provea salario todo el año) y es la primera vez que me encuentro en esta situación.

A diferencia de mí, muchos de los casos que se atienden en el Municipio de Arecibo corresponden a una población que no ha completado ni la escuela superior. Muchos afrontan problemas para leer y escribir y tienen que ir acompañados de tutores o familiares que les faciliten las gestiones.

Aparentemente en un esfuerzo por controlar que esta cifra de beneficiarios del PAN continúe disparándose al aire, ahora tardan dos semanas en corroborar que la pre-solicitud de un posible candidato sea verosímil, es decir, que la información proveída al momento de llenarse la solicitud por teléfono, sea real y no inventada.

Hoy también solicité otras ayudas. Tuve que pensarlo varias veces pues estoy completamente en contra de la gobierno-dependencia. Existen muchisímos casos de personas que han vivido sumergidos en la dependencia durante todas sus vidas. No conocen otra cosa. Por la razón que sea, están subordinados a recibir estas ayudas metálicas, alimentarias, de salud y de tantas otras cosas que se ofrecen en esta isla. No pueden subsistir sin ellas. Ni lo piensan. Van al supermercado y pagan con la Tarjeta de la Familia. Visitan el médico y sacan de sus bolsillas la Reforma de Salud. Reciben por correo o depósito directo, su cheque de Seguro por Desempleo o por Discapacidad. La lista es infinita.

Mi caso es diferente. Y posiblemente el de muchos otros también.

Hoy la prensa nos dice que la mitad de nuestra población es dependiente del gobierno. Solo la mitad de esa cifra reporta ingresos. ¿Y la otra mitad, estará mintiendo? Me gustaría pensar que sí, pues de lo contrario estamos hablando de una masa que a pesar de ser productiva (y en edad reproductiva también), no trabaja. ¿Por qué no trabaja? ¿Por qué no quiere, por qué no encuentra trabajo, o por qué si lo hace, tendrá que dejar de recibir estos beneficios? Si la contestación a la pregunta es esta última, me temo que estamos viviendo en una sociedad sin valor propio, sin autoestima, sin metas y sin la voluntad de echar hacia adelante por nosotros mismos. No le debe sorprender a nadie que seamos, por tanto, también la última colonia en el mundo.

Si no podemos decidirnos a no ser dependientes, tenemos ante nosotros el problema de los problemas. Peor incluso que la crisis económica, peor que la degradación de la economía, peor que todo. ¿Cómo podemos echar hacia adelante a este país y transformarnos en un pueblo fuerte, unido y comprometido si somos perpetuamente dependiente de otros? La dependencia temporal, es, en muchos casos (incluyendo el mío), una necesidad. Por la razón que sea, algunas personas se encuentran en una situación limítrofe donde o se han encontrado sin trabajo de momento o no reciben salario durante algunos meses del año. En fin, no tiene nada de malo solicitar una ayuda si se está claro que se trata de una situación transitoria. Sin embargo, unidades y unidades familiares que no conocen otra cosa que la dependencia y no podrían vislumbrar sus vidas sin estas ayudas- es lo que me preocupa enormemente.

Las ayudas del gobierno solo deben existir de manera provisional. Así es la situación en muchos países, donde el Seguro por Desempleo se cobra solo durante un número fijo de meses. En naciones como España donde se repartió el paro a todas las personas que quedaron cesanteadas de sus trabajos durante largos meses e incluso en muchos casos, años- esto probó ser una de las causas para continuar desangrando las ya afectadas finanzas del país. Si más de la mitad de la población no es capaz de subsistir sin el PAN, se cae de la mata que algo anda mal. Los salarios no van a la par con el costo de vida. La población está ahogada entre altos costos e impuestos, y quiero pensar que se trata de dependientes temporales y no lo contrario, porque sino, es hora de ir evaluando seriamente nuestras existencias y el sistema que nos rige.

¿Vivimos para depender o dependemos para vivir? Esa es la pregunta...

Visa para un sueño



En la Avenida Piñeiro en Río Piedras, cuelga de un poste un letrero monumental que anuncia los servicios de una abogada de inmigración. El fondo del rótulo es blanco y las letras, rojas. Es enorme y llama la atención de cualquier conductor. A diario llaman a este número de teléfono docenas de extranjeros: dominicanos, guatemaltecos, cubanos, alemanes, españoles, chinos... Todos andan buscando una visa para su sueño de quedarse a vivir en esta isla. Algunos por amor, otros por negocios o estudios- pero todos, por el momento- buscan visa para no volver. Tal vez hayan llegado de Nueva York o de otro estado, o tal vez sea la primera vez que hayan pisado suelo estadounidense. Cada caso varía. Aunque todos comparten esa tensión, el enorme dolor de cabeza y el gran agujero en el bolsillo que resulta el complicado y costoso procedimiento burocrático y legal de tener que solicitar los papeles

Nosotros los boricuas, por suerte, en la gran mayoría de los casos, no hemos tenido que pasar por esta hazaña. Existen más de 170 países que para el ciudadano americano son visa-free. Podemos ir y venir de casi cualquier parte del mundo como turistas, en viaje de negocios, por estudios, o por amor, sin tener que solicitar ningún tipo de papeleo. Se nos permite, en gran parte del globo, permanecer en cuanto país se nos antoje por lo menos durante noventa días. Solicitar una visa no conforma nuestro pan de cada día como a tantos otros ciudadanos del mundo. 

Tengo una amiga querida en Bangladesh que para cada puente que cruza, debe tramitar un salvoconducto. Se pasa varios meses al año entre la gestión, el envío de dinero y llenar los formularios. Otro amigo de Ucrania que intenta terminar su doctorado en Polonia, se enfrenta a la necesidad de tener que salir de suelo europeo cada cierto tiempo para que le extiendan el visado. Conozco también a una enorme cantidad de suramericanos y centroamericanos en la isla que han optado por casarse con amigas o conocidas para conseguir la ciudadanía. Por internet cada vez existen más páginas web que conectan al inmigrante con una pseudo-esposa que a cambio de la ciudadanía, recibe un cheque personal por su negocio. En Cuba, por otra parte, los jineteros trabajan arduamente día y noche para enamorar a una extranjera que les rescate y saque de su tierra. El matrimonio con un foráneo equivale, pues, a una visa para un sueño.

En el caso de los puertorriqueños, no obstante, sí existen naciones donde por ser americano, te requieren un visado especial para permitirte incursionar durante algunas semanas en ese país, ya sea como turista, estudiante o negociante. Entre esta lista se encuentra: Brasil, Afganistán, Algeria, Angola, China, Cuba, Israel y también, India, entre algunos otros. Se trata de una medida karmática que han empleado los gobernantes de estos países en respuesta a los visados que se les requieren a ellos para pisar suelo estadounidense. En el caso de la India, país donde viajaré por segunda ocasión dentro de algunas semanas, las restricciones han apretado en los últimos años. Ahora, por una parte, se permite que el turista tramite su visado por internet en el caso de permanecer hasta treinta días en el país, y si fuera a extenderse por más tiempo, como es mi caso, tiene que procesar toda una lista de documentos y tarifas que ascienden los 120 dólares.

Por tener dos pasaportes y doble ciudadanía (americana y británica) tengo suerte en todo lo referente a formalidades y trámites burocráticos de viajes. Aunque en esta ocasión el envío del pasaporte y todas las gestiones que requería este salvoconducto, sí me ocasionaron dolores de cabeza- no puedo quejarme. A diferencia de la mayoría de personas que viven sobre nuestra tierra y prescinden de un documento oficial para donde quiera que vayan- mi caso solo lo requiere para unos pocos. 

Ser boricua implica no conocer ni tener una mínima idea de lo difícil que se les hace a los inmigrantes jugarse la vida para obtener una visa para su sueño. Para estas 30,000 personas anuales que recibe nuestra isla, ese salvoconducto equivale a un sueño que esperan permita mejores condiciones de trabajo, un mejor sueldo, mejor calidad de vida y remesas para sus familias. La visa personifica esa llave que les permitirá alcanzar la posibilidad de rehacer sus vidas.  Pero no todo es color de rosa, pues para muchos se trata de un afán imposible de alcanzar. Se les deniega la entrada, son deportados, no cuentan con el apoyo económico o de sus familias, o enfrentan muchos otros obstáculos.

La visa para mi sueño ya la obtuve, pero la de muchos otros inmigrantes- en su mayoría anónimos- jamás llegará.

Aunque se sufra como un perro, no hay mejor oficio que este


En algunos oficios, ver el fruto de la labor realizada, es sin duda alguna, más fatigoso y menos evidente que en otros. Un vendedor no enfrenta este problema, pues automáticamente sabe si alcanzó o quedó por debajo de la meta semanal o mensual establecida por su empresa. Lo mismo sucede con un quirófano, un mecánico o un jardinero que de manera casi inmediata puede observar los frutos de su trabajo y saber si lo ha hecho bien o mal. El paciente sobrevive a la operación, el motor del auto vuelve a encender y la clienta ahora presume de su nueva floresta.

En el caso del periodismo y la educación el escenario es contrario. Cuando se es periodista, puede pasar mucho tiempo hasta verdaderamente conocer y sentir el peso y la huella que conlleva realizar esta labor. A pesar de que lo que escribimos impacta diariamente a cientos de personas, la retroalimentación -sobre todo genuina- es mínima. A menos que un lector escriba directamente al periodista o al editor sobre el efecto positivo que ha producido un reportaje, no te enteras. Lo mismo le pasa al educador, a quien tampoco se le producen las oportunidades a diario para saber cuánto realmente aprenden sus alumnos, cuánto recordarán o si les servirá para algo lo que se discutió en clase. A menos que alguno te diga directamente cuánto tu clase ha influído en su vida- tampoco te enteras. Ser periodista, al igual que ser educador, es una labor ardua cuyo mérito ni se valora como es debido, ni se siente a menudo la recompensa del esfuerzo realizado.


"Aunque se sufra como un perro, no hay mejor oficio que el periodismo"

Así dijo Gabriel García Marquez hace un tiempo a la vez que justificaba que muchos periodistas fueran también alcohólicos, pues según él, como sufrimos tanto, tenemos que emborracharnos cada noche. Fuera de broma, muchas veces es inevitable sentir el desgarre ante el poco reconocimiento de nuestra labor y el complicado panorama laboral y, nuestro motor se traduce a la propia pasión por lo que hacemos, el amor y la vocación que sentimos. 

En mi caso, esta gratificación se materializa al oír a un estudiante citar a Kapuscinski, repetir algún ejemplo o chiste mongo que dije en clase para querer describir una idea mucho más compleja, o ver que uno de ellos se interesa por investigar un tema, abrir un blog, leer un libro o conocer acerca de la vida de un personaje discutido en clase. Las veces que me pasa, que no suelen ser tan a menudo, producen en mí una sensación que me llena muchísimo y reafirma mi sentido sobre la tierra. Enseñar a ser periodista, a escribir y a pensar de manera crítica es una enorme responsabilidad. Conlleva una complicada labor, puesto que cada persona además de digerir información de su propia manera, carga un bagaje cultural muy individual y también cuenta con unos talentos muy particulares. No todos lograrán ser periodistas ni a todos les interesará ni se lo disfrutarán tanto como yo, de eso no cabe duda. 

No obstante, poder lograr un cambio aunque sea, como mencioné anteriormente, para un puñado de personas, es una recompensa que por más tardía que llegue en materializarse, merece ser esperada. Ayer un alumno abrió su blog y en la página principal hace una dedicación especial a su profesora de periodismo y a su grupo de compañeros. El día anterior otra alumna también debutó en la blogosfera. Esta semana, me han contado dos más, que también se unirán a este movimiento. Aunque cada una de estas bitácoras es diferente, todas comparten unos rasgos. Por ser plataformas de libre expresión, cada una refleja de manera descubierta y sin temor, la identidad de estas personas. Estos alumnos aprendieron, por medio de casos como Yoani Sánchez, Ryszard Kapuscinski, Truman Capote, Oriana Fallaci, Hunter Thompson y tantos otros que discutimos en clase, que lo importante no son las 5W (Who, What, When, Where, Why) tan fundamentales en el periodismo, sino romper con los esquemas, ser originales y no tener miedo a lo anterior. 

En las dedicatorias de estos blogs me dan gracias a mí por inspirarles a escribir, a ser libres de pensamiento y a no temer ser diferentes. Pero mi labor no tiene sentido sin ellos. Las gracias infinitas son para ellos porque ahora puedo estar un poquito más segura de que al igual que el quirófano, el mecánico o el jardinero- yo también soy capaz de ver el fruto de mi labor y comprender que voy por buen camino. 


Para ver los blogs de mis alumnos, accedan a los siguientes enlaces:

Otros y Yo  (Reuel Torres)

Perspective (Wilmarie Mena)

Sobre ruedas (Sara I. Rivera)


Tinta Digital


Hace muchos años, Isaac Newton, nos dejó esta cita como legado y, poco sabía él, que sería extrapolable tanto tiempo después:

“La unidad es la variedad, y la variedad en la unidad es la ley suprema del universo”

Asimismo, "un buen líder", dijo la activista de derechos humanos, Ada Álvarez Conde, durante una charla que impartió para mis alumnos de periodismo esta semana, "es aquel que camina junto a su equipo, no enfrente".

Es inmenso el poder que puede representar un buen equipo en el que sus miembros son todos líderes, que reconocen sus talentos y brillan por luz propia, a su vez que permiten y agilizan la labor grupal y las metas comunes.

Como hija única, no tuve la oportunidad de aprender de pequeña- a diferencia de otras personas- la necesidad de trabajar en equipo. No tuve hermanos ni hermanas con quienes compartir juguetes, jugar voleiból o muñecas. Para bien o para mal, lo hacía todo yo: entretenerme, jugar, inventar, dibujar, escribir, crear. Jamás he sentido la necesidad de pertenecer a un grupo que fomentara y solidificara en mí esa necesidad de identificarme con algo mayor o incluso de definirme como ser humano. Trabajo sola, escribo sola, viajo sola, planifico mis clases y las charlas que imparto sola y, en fin, existo sola y voy por la vida feliz sin preocuparme por ese asunto.

Ayer sin embargo, algo cambió. El semestre académico está casi por terminar y luego de cuatro meses de impartir este curso de Géneros Periodísticos- casi sin haberme dado cuenta- lideré y formé parte de una poderosa unión. Se llama Tinta Digital y es un grupo compuesto por alumnos de este curso avanzado de periodismo. Cada uno de estos chicos brilla por luz propia. Cada uno cuenta con un talento, tan diversificado como ellos mismos. Se apoyan entre sí y como el exitoso equipo que son, reconocen tanto sus propias habilidades, como las de sus compañeros. La disciplina, el compromiso, las ansias y un fuerte deseo de echar hacia adelante y materializar sus sueños es lo que les caracteriza.

Esta semana junto a este equipo he aprendido tanto sobre la vida, incluso más de lo que jamás me imaginé. Compartí sus realidades tanto de manera individual, como colectiva.
Empezaré contando la realidad de Sara, una alumna discapacitada, que a pesar de sus impedimentos físicos y de no siempre contar con el apoyo o la infraestructura física adaptada para personas como ella, brilla por luz propia por ser fuente de inspiración para otros. Siempre sonríe, a menudo expresa sus sentimientos sin tapujos y es la primera en ofrecerse para ayudar, cooperar y participar en lo que surja. Sara es relacionista público por excelencia y estoy segura de que su futuro es prometedor.

Compartí la realidad de Eduardo, un alumno muy talentoso, no solo por sus capacidades tecnológicas como diseñador gráfico- pero sobre todo por su disposición para colaborar y producir estupendos trabajos digitales y ser creador y portavoz de nuestro blog, Tinta Digital. Para él no hay horarios de salida y su perfeccionismo le llevará sin duda alguna a continuar siendo un exitoso empresario.
Compartí la realidad de Manuel y Wilmarie, nuestros reporteros estrella, que realmente dieron cátedra sobre lo que conlleva y significa el periodismo intencional de Kapuściński, es decir, un periodismo que procura el cambio social positivo. Su dominio de palabras, su elocuencia, su compromiso periodístico y su carisma son solo algunos de los atributos que les caracterizan. Sin duda alguna con su seguridad y profesionalismo brillaron sobre el escenario en entrevista con nuestra invitada especial, Alexandra Lúgaro, candidata independiente a la gobernación de Puerto Rico en 2016.

Compartí la realidad de Mariaelena, que desde el primer día me dijo que no me olvidaría de su nombre por su larga cabellera: "María + melena, profesora, es como Mariaelena". Una moderadora por excelencia que por su carismática presencia es capaz de deslumbrar a cualquier audiencia.
También compartí la realidad de Tahis, Valerie, Albert, Reuel, Wilnys y el resto de este grandioso equipo, quienes a pesar de desaparecerse entre ratos y actuar de manera independiente, siempre salían a flote en momentos de tensión, estrés y cuando más se les necesitaba. Cada uno, sin la necesidad de dirección, fue capaz de ocuparse por el área que requería atención y contribuir su granito de arena para hacer que este equipo reluciera de manera colectiva.

Sin ego, sin intereses externos y a pesar de encontrarse muchos tropiezos en el camino, Tinta Digital ha dado cátedra sobre valores humanos, trabajo en equipo, profesionalismo, compromiso y respeto, no solo a nuestra comunidad universitaria, sino más que nada, a nuestro Puerto Rico.

El trabajo en equipo y la unión colectiva tiene el poder de mover montañas. Ayer en conversatorio con la Lcda. Lúgaro, se discutió la necesidad de hacer una campaña educativa en este país para difundir conocimiento sobre diversos temas y cómo solo juntos, somos capaces de sobrevivir a esta crisis que nos arropa, tanto económica como moral. No es tarea de un hombre ni de una mujer, ni de un partido político, ni de una organización, sino de todos. La polarización es la causa de que nuestra sociedad esté tan fragmentada y enfocada en nuestras diferencias y cómo atacar y menospreciar al otro.

Gracias al Universo por tan maravillosa experiencia en la que me di cuenta de lo equivocada que estaba. El trabajo en equipo no es solo fructífero, sino necesario. Comprendemos quienes somos gracias a la existencia de los otros.

No hay duda de que las fortalezas están en nuestras diferencias, no en nuestras similitudes y que esta experiencia ha sido el motor para comprender y vislumbrar un mejor Puerto Rico para todos. Un Puerto Rico capaz de formar un equipo multi-ideológico y multi-disciplinario encaminado a unas metas comunes para el bien de todos y en el brillemos todos.


Así mismo como Tinta Digital...


Una mirada al mundo