(sanamente.com)
¿A qué me refiero? Pues que en Polonia la gran mayoría de la población (incluyéndome a mí) no poseen un smartphone. En Polonia no hay fast-foods en cada esquina; como mucho- un par de McDonald´s. En Polonia no hay Hummers ni guaguas enormes. Mucho menos plasmas y ese tipo de lujos que para el puertorriqueño común y corriente son un given.
Volvamos al tema de los móviles, las redes sociales y la conexión ininterrumpida al internet. En mis 32 años, obviamente por decisión propia, jamás he tenido un celular conectado al internet. Tengo un ipad, una cuenta en Facebook y como muchas otras personas de mi generación, paso algunas horas chateando y buscando información en las redes sociales. Sin embargo, cuando salgo de mi casa dejo atrás esa virtualidad. Simplemente no me hace falta. Mi mundo real me es más relevante a mi mundo virtual. Nunca he tenido dudas acerca de eso ni siento la necesidad de estar perpetuamente conectada. Hoy, sin embargo, entendí que para la mayoría de las personas- esta no es su realidad.
Hoy estuve en la playa de Ocean Park y la obsesión por los móviles me dejó boquiabierta. Como mencioné anteriormente, seguramente sea porque llevo fuera de esta longitud algunos años y para la mayoría de las personas de aquí sea algo normal. A mi derecha se encontraba una pareja de novios. Ella enganchada a la pantalla, él acostado en su silla de playa. En las tres horas que estuve a su lado, prácticamente no compartieron palabra. Tal vez se hayan aburrido de su compañía por otras razones, tal vez no- pero, ¿quién puede y quiere compartir con alguien que está más enfocado, más interesado en su vida virtual que en compartir la energía del azul del mar y de la brisa de salitre?
Me giré un poco y a mi izquierda, me topé con un trío de chicas. Dos de las tres, no podían sacar los ojos del celular. Con los dedos, subían y bajaban la pantalla, daban likes a fotos y comentaban en posts. En ese momento me pregunté, ¿cómo harán para ver las letras tan pequeñas con este sol tan radiante? Bloqueaban los rayos para concentrarse en la pantalla, se escondían de lado para ocultar la brillantez y poder adentrarse más aún en sus muros cibernéticos. La otra amiga, la única que no estaba enganchada, miraba a la distancia, al mar, aburrida y sola. Sus amigas más interesadas en actualizar su página de Facebook que en disfrutar un día de playa, ni cuenta se daban.
Reconozco la importancia de estar conectado al internet. Comprendo el poder de las redes sociales y me parecen un elemento importante en la construcción de la opinión pública, en la auto-expresión y el encuentro o reencuentro con nuestros conocidos. No obstante, vivimos en una preciosa isla del Caribe. Estamos rodeados de algunas de las vistas más bellas del mundo y no debemos ignorarlas ni tomarlas por sentadas. Asimismo, hay personas que aún valoran nuestra compañía y estar tecleando constantemente en su presencia, es una clara muestra de rechazo y desprecio hacia ellos.
No le demos la espalda a estos momentos, a estas vistas, a estas reuniones con seres importantes en nuestra vida, por estar enganchados a la pantalla... pues al contrario del mundo virtual, en el real, muchas veces no se repiten ni pueden accederse más tarde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario