Un microcosmos en el aeropuerto


Cuando se viaja por primera vez a un país, los terminales de los aeropuertos son como un primer encuentro con ese otro. Una primera impresión, una anticipación, un espejo de ese terreno que pronto estarás por pisar. Estuve en el sur de Portugal en una ocasión hace muchos años, en Lisboa, Sintra y un par de lugares más que no recuerdo. Sin embargo, el norte lo desconozco y dentro de un par de horas estamos previstos a aterrizar en Porto.

Los rostros de las personas que veo aquí en el terminal A del aeropuerto internacional de Frankfurt me gustan. Hablan un portugués diferente al brasilero que me es más familiar. A menudo susurran sonidos que se asemejan al murmullo de las olas. Con excepción de dos niños rubios y su padre colorado, todos son morenos, de pelo, ojos y cejas negras como el azabache. También guapos y de buen vestir. Todavía me asombra como cada embarque nos acerca a un nuevo mundo. A pesar de estar en Alemania, ya pisé un trozo de Portugal.

A nuestro costado se hallan otros microcosmos. Estudiantes americanos de cuarto año que viajan a Madrid y Barcelona de Senior Trip. Indios con turbantes, etiopíes que posiblemente regresan a sus tierras, ejecutivos alemanes y suizos que viajan por negocio, en fin, de todo. Han comenzado a abordar. Me espera una semana de bacalhau, vino verde, mar y fado. Lo demás es sorpresa. ¡No veo la hora!

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