Las muchas caras de Airbnb
Airbnb– para los que no conozcan la página- es un mercado online que permite enlistar, encontrar y alquilar hogares vacacionales a huéspedes por un precio módico. En la actualidad existen sobre 1,500,000 hogares enlistados en 34,000 ciudades y 191 países en el mundo. Es una opción segura, módica y fácil para viajeros que buscan una experiencia diferente en cuanto a hospedaje se refiere y un contacto local que pocos hoteles ofrecen. En Airbnb se encuentra de todo- desde habitaciones compartidas o privadas, estudios, apartamentos de lujo, hasta mansiones o homestay, con familias locales.
Soy aficionada de Airbnb desde ya hace algunos meses, tal vez un año. He sido tanto anfritriona como huésped, y cuando viajo, por lo general, es mi primera opción para buscar alojamiento. Durante mi último recorrido a Asia, también utilicé la página para encontrar hospedaje bueno, bonito y barato. Durante dos meses que duró la travesía que comenzó en Nueva York y continuó en Pekín- Xi´an- Shanghai- Chongqing, Guilin- Hanoi- Tam Coc- Hue- Hoi An- hasta llegar a Ho Chi Minh, me alojé en diez Airbnb. En cada ocasión fui conociendo nuevas caras, interesantes historias y recolectando memorias a través del camino.
En Nueva York me hospedé una noche en casa de Theo y Julia, dos treintiañeros de Dinamarca. En realidad esa noche Theo se encontraba de viaje, por lo que Julia fue mi anfitriona. Me dio la bienvenida en su apartamento a medio camino entre Brooklyn y Manhattan- un piso número diez, bien ventilado, con dos habitaciones y una muy bonita terraza decorada con flores, una colorida sombrilla y un banco para sentarse y admirar la vista.
Ambos trabajan para las Naciones Unidas y fueron enviados desde su país primero a Birmania, donde estuvieron durante dos años llevando a cabo labores humanitarias, y ahora a Nueva York, donde trabajan con inmigrantes desde hace un año. Trajeron de Birmania todos sus muebles: unas bellezas construidas en madera de la época colonial inglesa. Julia me contó que fueron dos de sus mejores años en la vida y que se hubiera quedado en Rangún si no fuera porque el trabajo y el visado expiraron.
Ahora en la ciudad que nunca duerme, le gusta leer The New York Times los domingos cuando no tiene que levantarse temprano para ir a trabajar. También le gusta ir de compras a Trader Joe´s y el dinamismo de Nueva York, aunque admite que extraña Dinamarca, su familia y sus amigos.
La pareja utiliza Airbnb para obtener un ingreso extra a fin de mes y poder manejar el alto costo de vida de esta ciudad. Además, disfrutan conocer gente de todas partes del mundo y compartir historias. Julia me recibió con flores frescas, una tarjetita de bienvenida y mucha familiaridad. A pesar de que solo me quedé una noche, sentí como si la conociera de toda la vida.
Siguiente parada…
Dos semanas más tarde, embarcaría un vuelo hacia Pekín, capital de China. Había reservado un Airbnb tiempo antes en una zona residencial cerca del centro, en casa de Jimmy, un superhost y veterano anfitrión de viajeros, primero a través de Couchsurfing y ahora con Airbnb. Elegí alojarme aquí por los reviews estupendos que ha dejado cada uno de sus huéspedes en su perfil. El caso de mi anfitrión es interesante y me daba curiosidad conocer su historia más de cerca.
Jimmy es un hombre homosexual de 38 años, oriundo de un pueblo cerca de Beijing. Tiene poca familia aparte de una hermana que casi nunca ve y conoce poco sobre su vida privada. Hace tres años, Jimmy viajó con su pareja Leping, a Nueva York donde formalizaron su unión y se casaron por un juez. Desde ese momento usan anillos de matrimonio e intentan vivir una vida de pareja normal. Sin embargo, China por ser un país comunista, reprimido y muy conservador- sobre todo en temas de sexualidad- Jimmy y Leping luchan a diario por hacer que su unión se reconozca, aunque en muchas ocasiones se les hace imposible. Cuando viajan a visitar a la familia de Leping en el sur del País, por ejemplo, tienen que mentir y decir que son solo roommates. De lo contrario enfrentarían un enorme rechazo.
En la actualidad Jimmy trabaja como ingeniero para la IBM y por ser una compañía multinacional y de mente un poco más abierta, le han nombrado encargado de una división que protege los derechos de la comunidad LGBTT dentro de la empresa. Gracias a esto ahora Jimmy ha logrado incluir a su marido en su plan médico familiar y poco a poco va creando consciencia sobre las uniones homosexuales y los derechos que les corresponden a estas personas.
Durante todo mi viaje por China, Jimmy fue, desde luego, el mejor anfitrión que pude haber tenido. Fue muy amigable, familiar, me ayudó a coordinar todo mi itinerario de viaje, me permitió utilizar su computadora para navegar libremente (en China el internet está fuertemente censurado por el gobierno), cada mañana me dejaba preparado el desayuno y meriendas para llevarme durante el día y hasta me acompañó a una sección de la Gran Muralla menos visitada y mejor conservada para que pudiera conocer la verdadera Pekín. Le soy inmensamente agradecida por todo.
La siguiente parada del viaje fue Xi´an, una ciudad conocida por dos cosas en particular: los Guerreros de Terracota y el barrio musulmán. Aquí me alojé durante dos noches en casa de 佳 (pronunciado Cha Cha) y su marido, una joven pareja de 28 años, quien desde hace un año, decidieron renunciar a sus trabajos oficiales y dedicarse a alquilar las dos habitaciones que tienen en su apartamento en esta ciudad. “Antes estaba trabajando todo el día y lo que ganaba era muy poco. Ahora en cambio tengo más tiempo libre y disfruto lo que hago. Además, me da para ahorrar e irme de vacaciones con mi marido”, expresa 佳, quien habla francés a la perfección y quiere mejorar también su inglés. Añade que Airbnb es también una buena manera de lograr esta meta que se ha trazado.
Shanghái
En Shanghái me alojé en el corazón del barrio francés en un edificio de 35 pisos, en casa de Kate- una entrenadora personal y empresaria china quien viaja mucho, es aficionada del vino francés y tiene un hijo que estudia la escuela superior en Estados Unidos. Cuando entré por la puerta de su casa al segundo día, me encontré con Kate practicando yoga en la sala del apartamento. Rápido establecimos una conexión y me sentí como en casa. Su hogar es de estilo minimalista y los muebles que lo decoran son preciosos: antiguos, todos en madera oscura y muy tradicionalmente chinos. Compartí poco con Kate, por estar fuera en casa de su familia, pero la semana que pasé como su huésped fue muy acogedora y un food court internacional a cinco minutos del apartamento representó uno de los highlights culinarios de mi viaje.
Cruzar China para llegar a Vietnam
Al cabo de tres semanas crucé la frontera de China con Vietnam en tren. Tardé 16 horas y fue un viaje duro. Tres veces nos levantaron en medio de la noche para bajar del tren con el equipaje, pasar los controles de seguridad en cada una de las fronteras, mostrar el pasaporte y esperar que lo sellaran. La falta de entendimiento y la no-comunicación complicaron este proceso. Una vez fuera del control de China, arribamos a la ciudad de Hanói en Vietnam.
Con mochila sobre la espalda y una pequeña maleta, descendí el tren. Dos oficiales vietnamitas me ayudaron a cargar el segundo bulto. Me sonrieron amigablementes. Al ver mi pasaporte, lo tomaron, me pidieron que me sentara en una silla y al cabo de cinco minutos, me lo devolvieron. “Welcome to Vietnam, have a very nice trip!”, me dijo uno con sonrisa de oreja a oreja.
En todas las paradas que hice en Vietnam fui alojándome en diferentes Airbnb. Primero en el Hanoi Little Town Hotel, un hotelito pequeño en el corazón de la capital norteña del país, que cuenta con un staff muy amable, hospitalario y sonriente. Aquí me alojé durante una semana y pagué $20 la noche por la habitación y un delicioso desayuno bufé cada mañana.
En Tam Coc, Hue y Hoi An la historia fue similar. Habitación sencilla, desayuno incluído y cada uno de los hospedajes brilló por luz propia: algunos por ofrecer otras atracciones como parte de su oferta- alquiler de bicicletas gratis, café o té ilimitado, orientación y guías turísticas, entre otros.
Durante las siguientes tres semanas continué coleccionando otras historias y más caras de Airbnb– todas experiencias que cargaré para siempre y que sin duda alguna enriquecieron la aventura de una solo traveller por Asia.
Ho Chi Minh
Una vez llegué a Ho Chi Minh, la capital vietnamita y última parada del viaje, desafortunadamente tuve una mala experiencia. Había también elegido un Airbnb a las afueras de la ciudad para evitar el ruido y caos. El homestayde Kim y su marido parecía la opción perfecta, ya que además de la oferta típica, también ofrecía: clases de cocina gratis, cafés cada día, una cena incluída y mucho más por poco más de 20 dólares la noche. Se trata de un apartamento conectado con un restaurante que alquilan sus dueños.
Kim, una mujer vietnamita de cuarenta y pocos años, se jubiló hace dos de su trabajo para dedicarse de lleno a este negocio y también colabora con una ONG que ayuda a niños huérfanos o enfermos que son abandonados en una pagoda cercana. Desafortunadamente, a pesar de que en un inicio Kim y yo conectamos – poco a poco fui enterándome de su dudosa naturaleza. Había tenido problemas con huéspedes anteriores que se habían quejado porque los servicios que ofrecía en su página de Airbnb no estaban disponibles y estaban insatisfechos con el trato y la experiencia.
Un día Kim se ofreció a llevarme a la pagoda con niños abandonados, ya que le había mostrado mi interés en colaborar con esta iniciativa. Incluso doné $25 al proyecto. El día que acordamos ir, se atrasó y se puso a hacer otra cosa. Luego desapareció. Al cabo de una hora me envió un mensaje que ya era tarde para ir. En otra ocasión me ofreció una clase de cocina. Fuimos al mercado a comprar los ingredientes, yo los costeé todos y al regresar me dijo que el cocinero no hablaba inglés y tendría que compartir la comida cocinada por él con todo el staff. De clase de cocina no tenía nada su proposición. Tampoco había alquier de bicicletas ni cena gratuita como prometía.
En fin, fui dándome cuenta que aquella mujer lo que hacía era engañar y aprovecharse de sus huéspedes. La experiencia el último día fue desagradable cuando la confronté y al final terminó escribiéndome un review chocante en mi muro. Incluso se atrevió poner que yo lo que buscaba era una esclava y no una anfitriona. A pesar de que me enfureció muchísimo al principio, ahora lo he dejado ir y no por esto, dejaré de usar Airbnb.
Las experiencias de viaje son así: algunas idílicas, otras agridulces. Pero lo importante es saber que al final del día te quedará en la memoria solo lo bonito y, hasta lo feo, cuando se mira en retrospectiva, tampoco es tan feo, porque te va moldeando en una mejor persona: más tolerante, de mente más abierta, más conciente y más empática.
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