En Loíza las hormigas no son racistas


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Aquí se respira folclore, bomba y plena, un fuerte sentido de comunidad y sobre todo, negritud. Se le conoce como la Capital de la Tradición y el epicentro afrocaribeño de Puerto Rico. Según el Censo de 2010, Loíza cuenta con una población de 30.060 habitantes. La mayoría, descendiente de los negros africanos que fueron traídos a América en condición de esclavos.
En Loíza viven pocas personas que no hayan sido criadas desde su infancia aquí. Zonas enteras son designadas a familias y parcelas de tierra divididas entre parientes para que construyan sus hogares vis à vis. Rosa, pintora y profesora de fotografía, es una de ellas. Sus padres comparten la calle con uno de los artistas plásticos más conocidos de este Municipio. Se trata de Samuel Lind, un hombre delgado y modesto, de gruesos lentes y piel cobriza que a pesar de tener un apellido británico, dice que “de inglés no tengo na’”. Dedica su vida a producir obras que capturan la cultura de su pueblo y recibe cada año a cientos de turistas de todas partes del mundo que vienen en busca de piezas de arte tradicionalmente loiceñas.
Desde las afueras de su taller, localizado en una estrecha calle de mucho verdor cerca del casco de Loíza Aldea, se percibe su afán por los colores. Aquí las hojas son violetas y fucsia, las bromelias anaranjadas y lo único que aparenta ser de una sola tonalidad es la madera de la fachada. El interior del taller alberga enormes lienzos en óleo y acuarela, esculturas en madera y material reciclado, serigrafías de las fiestas de Santiago Apóstol y figuras representativas de Loíza. El sincretismo religioso y cultural es la orden del día. Moros, santos, espiritismo y negritud se unen en una explosión vivaz de tonalidades y matices. Los colores de la tierra y pigmentos de verde y azul predominan en cada cuadro dedicado a la pachamama, las bailadoras de bomba, sus faldas y pañuelos, la diosa de la fertilidad, flamboyanes, balcones coloniales, banderas puertorriqueñas, instrumentos musicales autóctonos y otros íconos y representaciones de este vivaz pueblo.
Loíza vive de folclore. Cada año durante el mes de julio se celebran las Fiestas Tradicionales en honor a Santiago Apóstol, una conmemoración que une en todo su esplendor tradiciones de la herencia española y la africana en una fusión auténticamente loiceña. Las calles se visten de una explosión de tonalidades, procesiones, baile, música, quioscos, disfraces y máscaras de vejigantes- uno de los símbolos más característicos de este pueblo.
Es la oportunidad idónea para que artistas como Lind que viven de su expresión y vocación plástica puedan mover sus piezas. En el pasado le han visitado en su taller personajes reconocidos de la cultura popular puertorriqueña, entre ellos Silverio Pérez, Danny Rivera, Tony Croatto y muchos otros. En una ocasión, cuenta que un japonés tocó a su puerta en busca de uno de sus cuadros. La información de su taller se encuentra en concurridas páginas web como TripAdvisor, Lonely Planet y otros foros en los que turistas comentan positivamente acerca de su encuentro con este colorido rincón de arte y tradición.
Sin embargo, todo no es color de rosa. Uno de los principales problemas que confronta Loíza continúa siendo la marginalidad. Según Rosa, “el racismo es cosa mala aquí”. Lind, a su lado, saca de una gaveta una serigrafía de antaño y muestra como el tiempo, el comején y los insectos van devorando lentamente los colores del lienzo. A pesar de ser una obra repleta de fuertes tonalidades los pequeños bichos han optado por devorar solo las delineaciones negras.  “Es que aquí en Loíza las hormigas no son racistas”, dice son una sonrisa entre dientes.
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