Kraków


Desde antes de haber aterrizado en Polonia, ya tenía una visita a Cracovia en mente. Kasia, apodo polaco de Katarzyna (Caterina), una amiga que conocí hace un par de años en Pamplona, me invitó a visitar esta ciudad donde vivió hasta hace poco y pasar unos días con ella.

Primera impresión al bajarme del tren (que dicho sea del paso fue una experiencia bastante intensa): ciudad grande repleta de gente joven, mucho estilo, salchichas y pretzels ¨homemade¨ por todas partes!

Este fin de semana pasado Cracovia fue la sede de uno de los conciertos más importantes de la época: el Coke Live Musical Fest, en el que Kanye West, Interpol, Kid Cudi, White Lies, The Cooks y otros grupos menos conocidos tocaron. La ciudad, por tanto, estaba repleta de gente (mochileros en su mayoría) que asistirían al evento. Para ahorrar dinero Kasia y yo decidimos pernoctar en la residencia de la Universidad de Cracovia... Una habitación doble (triple de hecho) con nevera, bares cercanos, mucho ambiente, etc. Dos noches nos costó apenas $30, asi que perfecto.

Pasar tres días en Cracovia, a pesar de que casi todas las agencias dicen que es el tiempo ideal, es en realidad bastante poco. Sí obtuve una buena sensación sobre la historia de la ciudad, pero aún me quedaron algunos lugares por visitar (Auschwitz en particular...)

Un resumen de algunas cosas que hicimos...

1. Comer kielbasas por montones!
Una de las primeras paradas fue este kiosko con la mejor comida! En una paellera enorme tenían carne de cerdo, en otra papas típicas polacas, en otra pierogi (¨dumplings¨ polacos rellenos de mil cosas), también setas, vegetales, varios tipos de panes diferentes y en la parrilla, mucha carne obviamente: pinchos, salchichas de diferentes tipos, churrascos, etc.
Probé casi todo y estaba verdaderamente exquisito. Y obviamente para pasarlo todo, una piwo (cerveza de barril) a menos de un dólar!

2. Caminar y explorer el Rynek, o plaza principal, con sus carruajes, torres, castillos, mercados de antiguedades y artefactos judíos, iglesias y más iglesias...



3. Ver MUCHAS novias, despedidas de soltera y bodas

4. Tomar cerveza oscura de barril en bares ¨underground¨

5. Preparar kanapki (sandwiches) de kielbasa y queso y sentarnos al aire libre a escuchar música folclórica y ver gente con vestidos tradicionales de la montaña...


6. Monchar pierogi con batidas de yogurt en cafeterías comunistas,
sopas húngaras picantes y brutales...
y más kielbasa!!!

7. Visitar Kazimierz, la zona judía, con sus veintemil sinagogas, cementerios, barcitos pintorescos y sus coloridos mercados de ropa usada, frutas y verduras...

y tomar una cerveza de barril y comer raspberries por montones en barcitos al aire libre

Cracovia rockea!!!

Wrocław



Llevo 75 horas en Breslavia, la cuarta ciudad más grande de Polonia, capital de Silesia, al suroeste del país. El nombre políticamente correcto en español es Breslavia, aunque la ciudad tiene mil nombres. En polaco se conoce como Wrocław, aunque se pronuncia Vrótsuav. En alemán es Vratislav, para otros, Breslau. En checo es Wratislavia. En húngaro, Boroszló. Y bueno, así por el estilo. Casi igual de complicado también resulta hablar, leer o entender cualquiera de estos idiomas, en particular, el polaco, pero lo importante es intentarlo... algo que llevo 3 días haciendo, con mucho empeño y a mi juicio, bastante éxito.



No creo que muchas personas fuera de estas longitúdines conozcan o hayan pisado Breslavia. Es bastante apartada de la capital y además de ser un centro económico, cultural y académico, ya que en ella se encuentra una de las universidades más prestigiosas del país, pues casi pasa desapercibida fuera del territorio polaco.

A pesar de esto resulta ser un lugar bastante interesante y para mí más aún por ser la primera vez que aterrizo en Europa del Este. Los rostros de los locales también son interesantes. Nada similar a lo que mis ojos se han acostumbrado. Hay mucho estilo en la calle, muchas bicis. Cuerpos largos, melenas a lo Durán Durán, algunas afeitadas sólo de un lado, otras pintadas naranja neón. Las mujeres por lo general son guapas; los hombres, por otra parte, suelen tener unos rasgos muy particulares. Pómulos altos, caras cuadradas, pieles casi transparentes, narices redondas, hay de todo un poco. Lo que sí puedo decir con certeza es que en 75 horas que llevo aqui todos comparten una cosa: la amabilidad. Aún no me he topado con alguien que no haya querido ayudarme y eso es bonito, además de un enorme alivio (especialmente cuando llevas seis horas caminando y no aguantas los pies).



Geográficamente hablando a Breslavia la cruza el río Oder y parece en el mapa como si estuviese formada de diferentes islitas. Culturalmente hablando, por lo que me han contado, parece albergar cientos de estudiantes internacionales. Sin embargo es verano, muchas personas están de vacaciones y con excepción de un par de africanos, algún grupito de indios y dos o tres turistas italianos en busca de pasta, tengo la sensación de ser casi la única no-polaca que camina por la calle. Asimismo, casi nadie habla inglés y digamos que si lo hablan, la mayoría se limita a una docena de palabras. Hasta ahora he intentado pasar bastante desapercibida y creo que lo he logrado. Hablo poco y si suelto alguna palabra, intento que sea en polaco. De igual manera me responden.



En estos 3 días he caminado tanto. Me he perdido cientos de veces. He tomado el tram en casi todas las direcciones. Los autobuses también. Y siempre haciendo el máximo esfuerzo, con la gran ayuda de un librito que cargo, de comunicarme con los locales. Conocí Rynek (Market Square) y fue amor a primera vista. No encontré ni un sólo papel tirado en el suelo. Con excepción de dos o tres rumanos, tampoco hay deambulantes. Además, ¿quién pensaría en Polonia como un país colorido? Pues esta plaza se distingue especialmente por su arquitectura casi sacada del cuento de Hansel y Gretel, capaz de sorprender a cualquiera. Asimismo, alberga docenas de locales súper novelescos, cada uno pintado de un color diferente. Para cada gusto encontrarás algo, desde comida india, italiana, vietnamita, hasta gastronomía tradicional polaca, alemana, checa, ensaladas que hacen aguar la boca, cerveza, helados de mil y un sabor, frutas suculentas, cappuccinos. Tu pide que hay y lo mejor es que te sirven cada plato (fresco, orgánico) con una sonrisa y un ¨Proshe¨. Otra ventaja es que a diferencia de otros países de Europa Occidental, NADIE te dice a la hora que debes comer. Olvida la siesta y los precios ultra caros. Siempre encontrarás algo para disfrutar y saciar el ratito o una excusa para sentarte en una terracita (ahora que el clima está perfecto) y gracias a que aún no ha llegado el euro a estas tierras, los zlotys se han convertido en mi mejor amigo.

Hasta ahora... ¿Polonia?
Una palabra: BRUTAL

Do widzenia!!! Hasta la próxima...


Una mirada al mundo