El mar

 El mar está hoy salvajemente bravo. Cuando colisiona contra las rocas, expulsa rabia. Quiere hacerse sentir y que no exista en la faz de este rincón de la tierra, ni un solo ser capaz de ignorarle.
Entre las corrientes se sumergen unos cuantos valientes. Desde la distancia los observo. Mientras, a lo largo del malecón, un puñado de surfers se deleitan con el furor de estas olas. Es un verdadero espectáculo ver cómo dentro del caos y el desorden de agua y espuma, existe también la armonía. Es como el monzón en la India que una vez al año trae consigo un ciclo nuevo de cambios, no sin antes sacudir todo su entorno.
Yo también me sacudo.
La costa va desapareciendo con cada cantazo de agua y sal que parece querer tragársela en un intento por dominar el elemento tierra. Una vez al año este mar se desintoxica y se muestra más fuerte y dominante. Deja atrás todo lo que ya no le hace falta, todo lo que le pesa, todo lo que ya no puede cargar sobre sus hombros. Pero al liberar esa cargada maleta, siente también pena, rabia y gran desilusión.
El océano se torna blanco casi por completo, metamorfoseándose en una pasta de merengue salado. Se permuta en algo totalmente nuevo, dejando atrás el pasado sin temor. Se desespera y desilusiona, pero sabe que a pesar de la dureza de la fugacidad, el próximo ciclo traerá consigo armonía. Y aunque es incapaz de ver o comprenderlo en este preciso momento, llegará ese instante, eventualmente, cuando estas aguas se calmarán y todo recobrará su sentido y regresará a la normalidad y claridad de siempre.

Una puerta al cielo

FullSizeRender (26).jpgBusto de Lola Rodríguez de Tió en la Plaza Santo Domingo, San Germán (Puerto Rico).

Hacía años largos que no visitaba San Germán. De hecho, ni tengo memoria de la última vez que lo hice, aunque hacía ya un tiempo que sí interesaba redescubrir este rincón de mi isla. Pocas personas, incluyéndome, saben que esta ciudad representó, durante la época de la colonia española, la segunda urbe más importante en la isla después de San Juan. La Ciudad de las Lomas es preciosa. Aunque en su casco (similar al resto de la isla) abastece el silencio y la carencia de tráfico- tanto de personas como de vehículos- sus edificios están preciosamente conservados y su valor tanto cultural, como histórico y arquitectónico, permanece intacto. Se dice que para el tiempo en que respondíamos a la Madre Patria, San Germán se fundó como la primera villa de Puerto Rico. La isla se dividía en dos grandes porciones: aquella bajo el mando de San Juan y la segunda-desde Arecibo hasta Ponce- que pertenecía a San Germán.

Cuando se visita este pueblo, casi de inmediato, es posible sentir su vibra bohemia. En el centro histórico abundan los cafés, teatros, restaurantes, centros culturales, iglesias y monumentos históricos. A diferencia de otros pueblos, San Germán conserva mucho el legado de lo que una vez fue: la segunda ciudad más antigua de Puerto Rico, una gran meca cultural y la cuna de grandes pensadores, intelectuales y luchadores políticos.

En el Museo de la Farmacia, una parada casi obligatoria para cualquier visitante, trabaja Ramón Vázquez. Es guía turístico y lo que le diferencia de cualquier otro, es su enorme afán por su trabajo. Se lo vive, lo disfruta y si eso implica quedarse aún después de la hora de cierre del Museo para explicar cualquier otra cuestión histórica a los turistas, lo hace con gusto. Entrar a la Farmacia Domínguez, fundada en 1875 por Don Miguel Domínguez Hernández, es remontarse a una época de antaño que ya no regresará. Su interior parece haber sido sacado de un cuento. Techos altos, interiores blancos con bordes en color amarillo mostaza, balanzas, probetas, sueros, frascos- todos en cristal-, medicinas del pasado que hoy día parecen más remedios caseros que otra cosa (VicksAgua Maravilla, aceite de hígado de pescado), botiquines que usaban los soldados en la Guerra de Corea, una máquina antiquísima de embotellar refrescos de soda, una pesa que daba también al que introdujera un vellón, su fortuna, y hasta una antigua caja registradora que hoy solo aparecen en las películas.
Esta farmacia, que sirvió durante más de un siglo a los sangermeños, es sinónimo de elegancia y de compromiso con la salud y el bienestar del pueblo. Pensar que hoy día cadenas tan artificiales e impersonales como Walgreens CVS han tomado su lugar, casi dan ganas de llorar.

La época de la Farmacia Domínguez era una en que los farmacéuticos dormían en un catre ubicado en un cuartito en la parte de atrás de la botica y atendían pacientes a cualquier hora del día o de la noche. Una época en que las fachadas se construían de estilo neoclásico y que en las afueras de la Farmacia se producían tertulias entre intelectuales que discutían cuestiones sociales y del gobierno con gran afán, por ser San Germán un centro de rebeldía política e intenso sentimiento regionalista. Quienes participaban de estas tertulias colocaban sillas en la misma Calle Cruz donde yace la Farmacia y vestían chaquetas planchaditas, zapatos brillados con Betún y monóculos que colgaban del pantalón mientras planificaban y analizaban la posible independencia de esta tierra. Un esfuerzo, que a pesar de ser posible y muy cercano a producirse en ese momento, se desvaneció como un sueño de esos que te despiertas y a los tres segundos ya ni te acuerdas de qué trataba. Esas eran las famosas Tertulias en la Botica, la antigua palabra castellana para farmacia.

Los sangermeños son personas orgullosas de su tierra. Conocen de historia y sienten placer al mostrar los puntos de interés de esta ciudad. El caso de Porta Coeli, una de las iglesias más antiguas de América Latina y el símbolo emblemático de este Municipio, es igual. Según Ramón Vázquez, quien cuenta las leyendas de su pueblo a los interesados, Porta Coeli- término en latín que significa Puerta del Cielo, el edificio nunca fue iglesia, sino monasterio. Se construyó en 1606 y aún es visitada por grandes multitudes, sobre todo en Semana Santa, cuando se celebran las características procesiones de este pueblo.

San Germán es la tierra de ilustres personajes como Lola Rodríguez de Tió y tantos más. Es una ciudad donde se respira cultura, clase, buen gusto, afan, orgullo y si no han recorrido sus calles desde hace tiempo, les invito a hacerlo. Seguro que al igual que yo, esta puerta al cielo, también les impresionará.

Una mirada al mundo