La isla de Sajalín


La literatura se considera artística justamente porque dibuja la vida tal como es en realidad. Su objetivo es la verdad, una verdad incondicional, honesta… el escritor no es un confitero, un cosmético o un bufón: es un hombre obligado, comprometido por un contrato que ha firmado con su conciencia, con su deber…  ” Anton Chéjov

Regresé a la escritura académica. Durante los últimos meses la he odiado. Mucho y por varias razones. Digamos que después de mi defensa de tesis el pasado mes de marzo quedé traumada. Dediqué demasiado tiempo, energía y dinero en recopilar información que ni siquiera se si servirá o será leída. Pensé que no regresaría a redactar nada para la academia durante un buen rato, sin embargo hoy algo cambió en mi y decidí darle otra oportunidad. Desenpolvé un ejemplar de mi tesis que yacía en mi armario. Eché una ojeada a las notas de Ágata Orzeszek, la traductora de Kapuściński y gran conocedora de la literatura hispánica y rusa, quien figuró como miembro del jurado de mi defensa. 

Me detuve en uno de sus comentarios: "Echo de menos una referencia al reportaje de Chéjoy titulado Sajalín".

Hasta antes de esta mañana no tenía ni remota idea de quien fue Chéjoy. Mi conocimiento sobre el reportaje ruso no sobrepasaba la tradición eslava de ócherk, es decir, un tipo de creative writing similar a lo que desarrolló Kapuściński años más tarde. Por esta razón me di la tarea de investigar un poco... 

Resulta que Antón Paulovich Chéjoy fue un médico y escritor ruso, quien vivió entre 1860 y 1904.  A los 30 años decidió irse a descubrir una parte alejada e indomable de Siberia, conocida como la isla de Sajalín. En aquel tiempo en aquella parte tan gélida y extrema del mundo se solían deportar criminales y presos políticos del imperio ruso, quienes luego vivían en condiciones miserables. 

Chéjoy quería dar fe de esto y verlo con sus propios ojos. Inicialmente pensó en escribir una tesis sobre los hallazgos de su investigación, aunque al final no fue aprobada... En fin, tardó 3 meses en cruzar toda Siberia y tres meses más en los que permaneció en Sajalín. Visitó las cárceles y habló con las personas que habían sido arrojadas allí. Escribió anécdotas sobre estos encuentros en las que se podía observar su rigurosidad científica al recoger datos, además de su posicionamiento de igualdad ante el otro. En sus crónicas también aparecen menciones sobre el clima, la vegetación, la historia y la cultura de la isla.  

El resultado de estas historias fue la publicación de La isla de Sajalín, una obra que figura como mucho más que una recolección de datos científicos tipo tesis, sino también el descubrimiento de una parte recóndita y abandonada del mundo. Es considerada por algunos como uno de los primeros reportajes rusos en los que se desarrolla la literatura faktu o de hechos, que tan popular se ha tornado en los últimos años. 

Chéjoy es otra prueba de que esta tradición periodístico-literaria tan rica, estoica y comprometida (con los débiles) es una corriente antigua que nació en esta parte del mundo. Ni Kapuściński, ni Hanna Krall, ni Capote ni ninguno de los exponentes estadounidenses del Nuevo Periodismo fueron pioneros. Muchos hablan de la literatura de hechos como una invención reciente (e incluso a veces latinoamericana), sin embargo, aquí mostramos otro autor eslavo que pone en evidencia lo contrario.

La literatura faktu, desarrollada también por la escuela polaca de reportaje, es más que un amalgama entre literatura y periodismo. Es crítica política y social que pone en evidencia el desencanto por regímenes autoritarios, la pobreza, la injusticia y utiliza la alegoría para hacer comparaciones . La corriente se enriqueció en Polonia durante el periodo de entreguerras y llegó a un clímax durante el comunismo cuando algunos reporteros como Kapuściński y Krall intentaban engañar los censores. 

Sus exponentes utilizan además de la florida descripción de hechos, secuencias, diálogos y el contacto directo con el otro- la técnica de la mostración- es decir, hacer olvidar al lector que está leyendo algo que cuenta un narrador para que se enfoque en ver la realidad. En estos textos somos capaces, de viajar virtualmente al lugar de los hechos, hablar con las personas, sentir sus emociones y presenciar en carne propia sus experiencias. El autor, ya no es sujeto narratario, sino que pasa a regalarnos sus ojos para nos ver con desnudez la cruda realidad que percibe. No hablan, sino muestran. 

La isla de Sajalín de Chéjoy figura como un ejemplo de lo que Kapuściński llamaría muchos años más tarde, periodismo intencional. Es decir, un género de periodismo de investigación que se lleva a cabo con un único propósito, dar voz a aquellos que no la tienen y lograr un cambio en las realidades de estas personas. Gracias a esta obra se lograron reducir o en algunos casos, eliminar para siempre, algunas torturas cometidas bajo el zarismo. 

Si es cierto que el periodismo está muriendo -o como algunos opinan- se encuentra al borde de la extinción, podríamos afirmar que una de sus salvaciones se encuentra en el aumento de lectores en busca de historias reales del más allá, una literatura de hechos que trasciende los propósitos mediáticos y va en busca de una mejor vida para aquellos que son incapaces de conseguirla por sí solos. 

Una mirada al mundo