Mi nuevo amigo


Hay días en los que estar en un país donde no se conoce casi la lengua y todo a los alrededores es tan poco familiar, que uno se agobia. Y aunque adoro esta ciudad, necesito muchas veces transportarme a otros rincones. Por suerte, esta semana conocí un nuevo amigo. Se llama Dolnośląskie Centrum Filmowe (DCF) y es un cine nuevo donde sólo se pueden ver pelis independientes. Precisamente esta semana se está llevando a cabo un festival de cine internacional y en las últimas 48 horas he presenciado dos medias pelis, medios documentales que han sido capaces de transportarme y concientizarme sobre muchos temas variados de la vida y la ciencia.


La primera de ellas se titula PROJECT NIM (2011). Es una producción británica filmada en los Estados Unidos y cuenta la historia de un psicólogo de la Columbia University que en los años 70 se dedica a investigar la similitud entre los primates y los humanos, sobre todo con relación a la comunicación y la lingüística. La peli se centra en un proyecto de investigación en el que el científico intenta probar si es posible que un chimpancé, criado desde su niñez en contacto directo con humanos, sea capaz de aprender a comunicarse de manera básica utilizando el lenguaje de señas. Nim, un chimpancé recien nacido, que ha sido arrebatado de su madre, es su sujeto de estudio.


Durante 90 minutos el director, James Marsh, nos hace el recorrido de la vida de Nim iniciando en el momento en el que es llevado a la casa de una familia hippie de 7 hijos en Nueva York, donde la ¨madre¨ le da el pecho, lo visto como a un niño y el chimpancé es criado como un hijo más.


Con la ayuda de una maestra va aprendiendo señas básicas para comunicarse. En un principio Nim se muestra cariñoso y contento de estar en su nuevo hogar, pero poco a poco, la historia va tornándose más violenta, triste y trágica. No contaré más detalles ni cómo termina el documental. Sólo diré que merece muchísima pena verla... sobre todo por el sentido humano, el parecido enorme que compartimos con estos seres y por las cuestiones éticas que involucran los experimentos con animales. ¡Seguro que llorarán y se reirán a la vez!


 La segunda historia está basada en un pueblito palestino llamado Bil´in y narra las vivencias de un campesino llamado Emad Burnat y su resistencia no-violenta en contra de las acciones de la milicia israelí. Emad y Soraya, una palestina criada en Brasil, viven en Bil´in, un pueblo separado por un muro construído por los israelíes sobre las tierras de los campesinos, y tienen 4 hijos. Cuando nace su cuarto hijo, Emad compra su primera cámara y a través de los años se dedica a documentar la resistencia encabezada por dos de sus amigos junto con la crianza de sus hijo.

Su vida y la de su familia no tardarán en verse fuertemente afectadas por los hechos que se producen en Bil´in. Arrestos diarios, bombardeos y ataques violentos por parte de los israelíes son la orden del día. Su primera cámara es destruída a causa de esto y así consecutivamente hasta llegar a la quinta.


Con cada aparato vemos desdoblar un capítulo en la vida de este hombre que sólo busca la paz para su familia y volver a vivir tranquilamente en su tierra. Sin más, Five Broken Camaras (2011), es una magnífica crónica del sangriento e injusto conflicto israelí-palestino y no cabe duda de que levantará grandes pasiones en quienes tengan la oportunidad de presenciarla.

 ¡Gracias al buen cine por ser capaz de transportarnos a rincones desconocidos y hacernos comprender mejor el mundo!

Respiro de la multitud


En el mundo desborda la presencia de humanos. También de carros, celulares y cemento. Falta aire pulcro y paisajes y personajes sacados de cuentos. El que viaja y verdaderamente conoce algo sobre el planeta cada vez tiene más claro lo difícil que es encontrar un lugar especial que no haya sido explotado por otros viajeros en busca de una experiencia ¨diferente¨. Europa Occidental ya no da de qué hablar. Sur América se ha puesto de moda, especialmente países como Brasil y Argentina. Y recientemente lo más ¨in¨ es el sureste de Asia. Cuando estuve en India en 2007, mi amiga Andrea y yo raramente nos topamos con algún turista. Unos años antes cuando viví en Malasia y viajé por Tailandia e Indonesia, aún se podía conseguir escapar del mar de turistas. Ahora, sin embargo, hay cada vez más occidentales ocupando estas zonas. Muchos países asiáticos se han convertido en una especie de circo cultural que recibe más visitas anuales, incluso que lugares como Disney. En cada esquina es común chocarte con un mochilero o alguien en busca de un hostal.
Soy muy crítica con este tema, lo reconozco. No me gustan los turistas en masa, ni las guías, ni los menúes en inglés, ni los mochileros. Sin embargo amo viajar, soy 100% odófila y llevo 12 años de mi vida dedicándola a esta actividad. Siempre que puedo, procuro irme a descubrir nuevos destinos lejos de las multitudes.
 En esta ocasión, mi razón para viajar era refugiarme en el sol, la playa. Buscaba escapar un poco de los días grises y lluviosos de la primavera en Polonia. Con un presupuesto limitado, Ryanair resultó ser la mejor opción en cuanto a líneas aéreas y entre los destinos directos desde la ciudad en la que vivo, encontré un nombre exótico. Sin más, compré un billete, hice una reserva en un hotel barato, me dediqué a leer un poco sobre el lugar, conocer la cultura y lugares de interés...

 Llegó el día de mi partenza y algunas horas más tarde, pisé suelo nuevo. Una joya de lugar. Todo lo que el real viajero verdaderamente busca de una experiencia en el extranjero. Se trata de Creta, la isla más grande de Grecia y la quinta más grande en el Mediterráneo. Con una superficie de 8,300 kilómetros cuadrados, una costa de 1,040 y una población de 600,000 habitantes- con lo cual, siendo de Puerto Rico, resulta ser mucha tierra para pocas personas. Ocho días de sol mediterráneo, algunas playas de piedras, otras de arena y unas en las que mientras tomas el sol es posible observar montañas nevadas al otro extremo.


Creta me renovó con caminatas rocosas entre cabras, impresionantes acantilados, mar turquesa, olivos, naranjos y carreteras serpentinas.


Creta es vida. Un lugar para recordar que recomiendo a cualquier viajero que aprecie un país donde el presente encuentra el pasado. Donde a pesar de haber crisis, la gente aprovecha los atardeceres para sentarse con una cerveza y jugar bargammon entre amigos. Donde las ensaladas realmente griegas no llevan lechuga, donde el aceite de oliva va con todo. Donde a las 7 de la mañana puedes encontrar un agricultor local que te prepare un cafecito en su bar. Donde caminas por una costa infinita, te mojas los pies en el agua y no ves a nadie. Donde los días no tienen horas y no importa más nada aparte de ese momento.


Una mirada al mundo