Sin derecho a comentar


Propongo que se elimine, en cuanto antes, el derecho a comentar en los medios. No me refiero tanto a las redes sociales, sino sobre todo a los periódicos digitales principales en nuestra isla. Esa falacia del ciudadano periodista nos está consumiendo a todos y está produciendo una llaga profunda en la moral de este país. Otorgar semejante poder a las audiencias es un error enorme de nuestra era digital que continúa agravando más la desvaneciente o nula empatía que existe en nuestro entorno.

Esta madrugada salieron de sus hogares seis ciclistas. Querían aprovechar el día feriado para sacar sus bicicletas y recorrer el área de Loíza. A las 7am y sin alerta alguna, una conductora que arrojó .1888% en la prueba de alcoholemia y que transitaba en la misma dirección que los chicos, perdió control de su auto, impactando primero un poste de luz y más tarde, al grupo de ciclistas. Uno murió en el acto, otros cuatro resultaron gravemente heridos. Varias familias se encuentran ante el enorme dolor de lidiar con pérdidas y tragedias injustificadas como estas.

Como si fuera poco, la mujer llevaba más de diez años conduciendo con una licencia vencida. Tampoco mostró pena alguna por sus actos y en el momento de su detención, con el rostro demacrado como resultado de su embriaguez, insistió que la culpa era de los ciclistas, pues "estaban en el medio".

La historia se pone peor, pues al leer los comentarios en la red desde los principales diarios del país, no solo siento una enorme pena por las víctimas, sino que me arropa un asco profundo. En mis aulas de periodismo, intento hacer hincapié en la ética de este oficio. Repito a mis alumnos que nuestro deber es minimizar el daño. Que no existe tal cosa como el periodismo ciudadano, puesto que para ser periodista, tienes que haber recibido una formación, debes conocer los cánones éticos, regirte por unas normas de conducta y poseer ciertas habilidades que está claro, no todo el mundo tiene.
Una persona que no posee estas cualidades y habilidades, pero se encuentra en el lugar de los hechos en el momento oportuno y aprovecha para subir un video o enviar al Caza Noticias alguna imagen- es un ciudadano haciendo comunicación pública, no un periodista. Apoyo y respeto enormemente el derecho a la libertad de expresión, pero considero que el periódico debe reservarse para los periodistas, para de esta manera, conservar su seriedad y ser apoyado en fundamentos éticos, empáticos y de responsabilidad social.

Cuando ocurre una desgracia como la que aconteció esta mañana y entro a los medios para leer sobre ello, me encuentro ante un mar de comentarios sin sentido, perturbantemente ignorantes, insensatos y sobre todo, preocupantes. "Los ciclistas siempre están en el medio", escribía una. "Si no pagan marbete no deberían transitar en las calles", escribía otro. Y luego, casi como por obra masoquista, continué leyendo entre los 436 comentarios que aparecieron todos junto a la noticia...

"Las bicicletas deber ser proibidas y PUNTO...si no es legal correr fourtracks en vias publicas porque supuestamente no pagan malvete creo que deberia ser igual para los cyclistas. yo choque mi carro hacen 3 semanas por culpa de 4 despues ellos salen como si nada y uno jodio"

"irresponsables ciclistas de mierda"

"yo lo que no entiendo  es como diablos los ciclistas sabiendo como esta el conductor negligente que hacen orillas y pendientes a los celulares se empenan en correr bicicleta a to cojon"

Y así por el estilo. Además de lo mal escrito que están estos comentarios, deberían prohibirse porque cumplen con el único propósito de fomentar el odio y la ignorancia. Por amor a Dios, ¿cómo es posible que se permita esto? La falta de ética por parte de los medios ni me preocupa tanto ya, ni la foto que publicó el periódico del hermano del difunto ciclista llorando (que evidentemente maximiza el daño a la familia de las víctimas). Los medios son negocios que tienen que vender para sobrevivir- lo sabemos todos.

Ahora, lo que sí me preocupa enormemente es que se le conceda el derecho a comentar a tantas y tantas personas, que se convierta este derecho, en un relajo. También en un momento para ridiculizar, dar alas a la atrevidísima ignorancia de muchos y a hundir más aún a nuestro país en tragedia. Y encima de todo, parece que sea aplaudido tanto por la sociedad, como por los diarios.

Si por mi fuera, como dije al inicio, eliminaría el derecho a comentar por completo, porque desafortunadamente, se paga justo por pecadores. En mi casa me enseñaron que si no tengo nada bueno que decir, que me quede mejor calladita. Esta moraleja aparentemente careció en los hogares de estos comentaristas. Te invito a que reflexiones un segundo antes de publicar dos o tres líneas que solo afectan tu imagen y la de tu país, además de poner en evidencia el tamaño de tu cerebro. Si lo que vas a comentar es igual o más dañino que el contenido que aparece a diario en los medios, y encima aprovechas este espacio para reflejar tu falta de conocimiento y odio- pues en una sociedad civil y prudente, habrías perdido hace rato el derecho a comentar en su totalidad.

Malala

Mala
Malala Yousafzai nació en el verano de 1997 en el Valle Swat de Pakistán. Su rostro le ha dado la vuelta al mundo durante el pasado año y medio cuando fue galardonada con el Premio Nobel de la Paz, convirtiéndola en la ganadora más joven en la historia de este reconocimiento. A pesar de su corta edad, Malala tiene muy bien definido su objetivo: lograr que la educación sea más asequible para los niños en todo el mundo, sobre todo en aquellos países que han sido dominados por regímenes totalitarios, grupos extremistas como los talibanes, o que han sido devastados por la guerra.
Su historia comenzó en 2009 cuando los talibanes dominaron la zona que la vio crecer y con cada atentado de bomba, masacre y quema de artículos de Occidente, considerados "vulgares o impuros", la situación se tornó más delicada. Todo acto que ofendiese a Allah era considerado una amenaza para la zona y por lo tanto, rechazado y castigado severamente. Fazlullah, el líder talibán más notorio del momento, producía un programa radial en el que cada día se anunciaban públicamente los pecadores del pueblo y se pregonaban consejos de cómo vivir o qué cosas rechazar o prohibir. Las mujeres también se mencionaban en estos discursos y se les exhortaba a ocuparse de los asuntos domésticos y de propagar la religión, pero bajo ninguna circunstancia, de educarse, pues según ellos, no les servía de nada.
Un día, se sentenció por radio que a partir de enero del siguiente año, se condenaría a cualquier niña o jovencita que quisiese ir a la escuela. De noche, los terroristas se encargaban de demoler escuelas y hacer que la educación se tornase cada vez más imposible para esta población. Una vez se corrió la noticia, arribaron periodistas internacionales a cubrir el acontecimiento. Uno de la BBC contactó al padre de Malala, quien aceptó que su hija proveyera un testimonio de dicha situación. Bajo el seudónimo Gul Makai, Malala escribía entradas en una especie de blog/diario, eventualmente llegando a oídos de los líderes talibanes.
Un día de camino a la escuela, el bus en el que viajaba Malala junto a sus amigos, fue atacado. La niña recibió un impacto de bala que terminaría dejándola al borde de la muerte y a sus amigas, heridas. La transportaron en ambulancia a un hospital militar cercano y eventualmente para protegerla ante otro futuro ataque, la trasladarían junto a su familia a la ciudad de Birmingham en Inglaterra. El Talibán ha declarado oficialmente que de regresar, se encargarán de aniquilarla definitivamente.
Ahora Malala vive junto a sus dos hermanos menores, su madre y su padre- quien ha sido su héroe y mentor durante toda su vida, en una bonita casa inglesa. La familia intenta adaptarse e integrarse al nuevo estilo de vida, pero por sus enormes diferencias con su natal Pakistán, enfrentan evidentes dificultades. Aunque asumiría un riesgo monumental, Malala espera poder regresar a su pueblo natal en algún momento. Mientras tanto, se ha dado la tarea de servir de embajadora de la paz y activista de la educación, sobre todo para niñas, cuyas complicadas situaciones de pobreza, guerra u ocupación terrorista les previenen poder asistir a la escuela y recibir una educación.
"One child, one teacher, one book and one pen can change the world", cree firmemente Malala, cuyo nombre significa valentía. La dieciochoañera ha, sin duda alguna, producido un eco en todo el mundo por su dedicación y vocación por luchar por esta causa. Tanto así que se ha reunido con líderes internacionales como el Presidente Barack Obama, el empresario Bill Gates y otros, ha pronunciado numerosos discursos públicos ante entidades reconocidas, ha viajado a localidades tan lejanas como África para conversar con jóvenes estudiantes y motivarlos a no abandonar sus estudios, ha publicado libros que recogen su historia, ha creado una fundación para dar a conocer su obra y continúa defendiendo el derecho a que las niñas obtengan una educación.
Como resultado del impacto de bala que recibió de mano de un atacante del Talibán, Malala no puede mover mitad de su cara, ni escuchar por un oído, además de que su cerebro fue lastimado severamente. Sin embargo, admite no sentir odio contra sus atacantes, sino todo lo contrario. "Islam nos enseña a perdonar", dice. Malala es la personificación de la paz, la valentía, el esfuerzo sobre humano por apoyar una noble y justa causa.
Esta última cita me hace reflexionar también sobre los recientes atentados en París y Beirut y cómo han multiplicado estereotipos en contra del Islam, los refugiados y los musulmanes en general. Las razones detrás de todo este odio, este fundamentalismo y este terror son mucho más profundos y envuelven muchísimos matices y justificaciones políticas y de poder que no todos logramos entender. La historia de Malala debe conocerse, pues a pesar del horror y el sufrimiento que se ha evidenciado tanto en Europa como en el Medio Oriente, existe también una gotita de aliento y esperanza para el futuro. Y esa es Malala.
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Buena Vista Social Club dice adiós

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Anoche se presentó en el Coliseo Roberto Clemente de San Juan, la Orquesta Buena Vista Social Club en su gira "Adiós Tour", un espectáculo que a pesar de ser muy energético y musicalmente brillante, tristemente marca el final de este legado histórico y musical cubano.
En 2014, el grupo cubano de música, Buena Vista Social Club, inició una gira mundial bajo el nombre: Adiós Tour. El reconocido conjunto que obtuvo su nombre de un club de reuniones de tema musical y de baile en la Habana que cerró en la década del 40, conforma un legado de la música cubana de la época dorada conocido por aficionados en todo el mundo. Tanto así que anoche, el show que se presentó en el Coliseo Roberto Clemente, en San Juan, figuró como el espectáculo número 80 de esta gira. A pesar de que la gran mayoría de los miembros originales de este grupo ya han fallecido, la estrella femenina de Buena Vista, Omara Portuondo, quien recientemente cumplió 85 años, prometió que aunque ya no se irá de gira, "seguiré cantando siempre".
Desde la Casa Blanca para una audiencia exclusiva liderada por el Presidente Barack Obama, hasta la prestigiosa Carnegie Hall en Nueva York y otros destinos más lejanos como Nueva Zelanda, Australia, Japón, todo Europa y América Latina- Buena Vista Social Club ha asegurado dejar su huella musical con sencillos tan famosos como: Candela, El cuarto de Tula, Dos Gardenias, Chan Chan, entre otros. Anoche el concierto que duró alrededor de dos horas, fue sin duda alguna, un éxito rotundo y puso a bailar y aplaudir a la multitud que llenó casi a cabalidad el Coliseo Roberto Clemente.
  Buena Vista 2
Buena Vista Social Club ha sido y continúa siendo fuente de inspiración para muchísimos músicos, no solo en la capital donde fue fundado el grupo, sino también para cubanos en el exilio y otros aficionados del compás salsero y rumbón en todo el mundo. Temas como Chan Chan se han tornado casi himnos nacionales de la nación cubana y al visitar las calles adoquinadas de la Habana, en cuyos bares se replican dichas melodías de antaño, pareciera como si estos temas no dejaran de estar a la moda nunca. A pesar de haber dejado sus cuerpos terrestres a principios del siglo 21, miembros icónicos del grupo como Compay Segundo, Ibrahim Ferrer, Manuel "Puntillita" Licea, Pío Leyva, y Rubén González, entre otros- continúan diseminando su contagiosa pasión por melodías de salsa, guaguancó, rumba y son cubano.
Hoy, bajo el nombre Orquesta Buena Vista Social Club, otros músicos se han dado la tarea de procurar la inmortalidad del legado de los miembros originales de este conjunto. Eliades Ochoa, un reconocido guitarrista de Santiago de Cuba, es uno de ellos quien anoche se presentó sobre el escenario y deslumbró con su interpretación de "El Carretero". Barbarito Torres, es otro, quien detrás de una pantalla que proyectaba imágenes de la Cuba de antaño y los primeros músicos de Buena Vista, cautivó a la audiencia en este monumental tributo a los miembros originales.
El clímax de la noche se alcanzó con la subida de Omara Portuondo a la tarima. A pesar de la fragilidad de su cuerpo, el espíritu y la voz de esta talentosa cantante, aún no se ha apagado. Sin embargo, entre sus temas Quizás, quizás, quizás Bésame mucho- era innegable sentir un aire de pena y nostalgia, pues es evidente que la presencia de los primeros integrantes de Buena Vista, se desvanece frente a nuestros ojos.
Como bien mencionó anoche el maestro de ceremonia, Silverio Pérez, Buena Vista ha servido de ejemplo, no solo como un grupo musical que ha ubicado los ritmos cubanos y caribeños en el mapamundi para el disfrute de todos los aficionados, sino también como símbolo de unificación y apertura de Cuba para todo el planeta.
¡Es con mucha pena que nos despedimos de este legendario grupo cubano!

Enlaces relacionados:
Buena Vista Social Club (Música en YouTube)

Marciana

marciano
Dicen que la rabia, el desamor, la frustración y otras emociones de exagerada pasión son fuente de inspiración para muchos artistas, quienes encuentran en esos sentimientos encontrados, una musa que les permite crear. En mi caso, no creo arte en el sentido mero de la palabra, sino que escribo viñetas de la realidad que observo y que me exorciza lo suficiente como para no poder ignorarla. Vamos a hablar claro, me siento como una marciana en mi propio país.
Esta mañana en una panadería de Arecibo, en un esfuerzo por ordenar un sandwich que no llevara carne, me topé con una misión casi imposible. No tengo nada en contra de los carnívoros, ya que también he consumido carne durante muchísimos años de mi vida. Sin embargo, en mi nueva etapa de vegetariana (dejé de comer carne durante 10 años hasta el 2010 y ahora he retomado este estilo de vida), he llegado a la conclusión de que adoptar esta dieta va en contra de la puertorriqueñidad. Ser vegetariano, sobre todo fuera del área metro de la isla, equivale a ser marciano. Esta mañana tuve que repetir mi orden cuatro veces, puesto que la cajera no lograba entender que debía excluir la opción de jamón que aparece en la pantalla de la computadora.
-"Deja ponerlo bajo tostada, mejor", me dijo en un inicio. Luego, al intentar ubicar mi emparedado bajo dicha categoría, tampoco logró excluir el dichoso trozo de carne.
-"¿Cómo hago para quitarle el jamón", le preguntó la cajera a su compañera.
-"Llámate al manager para preguntarle, porque nunca he tenido que hacer eso", le contestó.
No existe categoría para los no-carnívoros en esta isla, ni tampoco para los emparedados que no contienen carne. En el cuarto intento por ordenar mi sandwich y a punto de rendirme- decidí tener paciencia.
-"¿Sin jamón, verdad?", me volvió a cuestionar la cajera.
-"Sí", le contesté. "Pero,  ¿quieres pastrami o pavo mejor?", me volvió a preguntar.
-"Lo quiero sin carne, por favor", le contesté, ya evidentemente molesta.
A menudo me parece que vivo en un circo en el que la orden del día son personas que no se alimentan sanamente, ni saben vestirse de un modo decente y de acuerdo a su cuerpo, ni tampoco muestran saber comportarse civilmente. Hablan en tonos altos de voz y decoran cada oración con un "mi amor, mi cielo, mama, mamita". Muchos solo conocen opciones alimentarias que incluyen combos agrandados con papas fritas en aceite animal, refrescos anormalmente enormes con derecho a refill, azúcar en sus mil y una representaciones y ni hablar del consumo de frutas y vegetales, que queda terminantemente excluído del plato.
Personas que procuran un estilo de vida saludable o alterno a la norma, conforman un grupo minoritario en este circo. Casi a diario me encuentro ante personas que al ver mis opciones para el almuerzo, me formulan preguntas como: "¿estás a dieta?", "no rebajes más porque te vas a desaparecer" o, "¿de qué tu padeces? ". Mi padecimiento es querer ser saludable; punto y se acabó. Hago lo que funciona para mí y no pretendo que sea la norma para todos, pero lo que sí me hierve la sangre es sentirme como una marciana constantemente. La noción de la medicina preventiva o de estilos de vida alternativos queda constantemente excluído de la norma o de lo que se establece como normal en este país.
Ante este panorama, me enfrento a la disyuntiva: ¿realmente estaré pidiendo demasiado o seré yo la que en realidad tenga que modificarme? ¿Cómo hago para sentirme parte de esta sociedad sin cambiar mis valores o poner en juego mi salud?
No comer carne o elegir decisiones alimentarias saludables equivale, muy lamentablemente, a ser extraterrestre en esta isla. Me preocupa sobremanera la dejadez y la baja autoestima que padecemos como pueblo. No es de sorprendernos pues, que los hospitales, los CDT y las clínicas mentales o psicológicas se desbordan a diario con multitudes de pacientes y padecimientos crónicos. Tampoco nos debe alertar que ya a los veinte años, existan personas que padecen de condiciones severas como resultado de sus malas decisiones y estilos de vida corrosivos. Que niños sufran de diabetes, que no hayan comido nunca vegetales y peor de todo, que tampoco tengan dónde recurrir a obtener educación sobre esto.
En una sociedad en la que esto sea lo esperado, lo aceptado y el diferente, el que no sigue las normas e intenta vivir su vida de modo alternativo, procurando la salud, queda excluído, ¿qué podemos esperar?

Una mirada al mundo