Mi tecato favorito


Ayer mientras sumergía los pies en la arena de una playa arecibeña, me sumergí a la vez en la lectura de Mi tecato favorito. Se trata de un libro escrito por la antropóloga Rima Brusi- Gil de Lamadrid que retrata viñetas de la realidad puertorriqueña en que se toman en serio "los balcones, las gasolineras, los malles, las urbanizaciones, las lechoneras, las tierras rescatadas, la universidad".

Aunque desde pequeños nos han enseñado que no debemos juzgar un libro por su portada, debo confesar que en esta ocasión no hice caso al refrán y decidí comprarlo, precisamente por su fachada.

El libro recoge entradas del blog Parpadear de la antropóloga, también profesora de RUM y colaboradora de 80 grados, y en cada crónica intenta pincelar del micro al macro algún tema de actualidad de la cotidianidad boricua, fijándose sobre todo en esa imponderabilia tan propia del ojo del etnógrafo. Un término que Kapuściński también solía pronunciar para describir los detalles minuciosos de la mundanidad que a menudo son ignorados: colores, olores, texturas, sonidos, temperaturas...

Rima cuenta en la entrada que proporciona el nombre al libro, que aunque suele dar dinero a los que deambulan en las calles y los semáforos, tiene su tecato favorito. Dice que le agrada su sonrisa, que le cae bien. Que decidir si dar dinero o no a estas personas que forman parte del panorama diario de nuestra isla parece cargar con una cierta moralidad. Que dar un par de monedas, un sandwich o un peso a uno que deambula ni te convierte en mejor o peor ser humano, sin embargo: "ese momento contiene más información sobre nuestra moral colectiva y lo que tolera (...) sobre la manera en que conceptualizamos lo que merece y lo que no merece, sobre nuestra capacidad de pasar juicios de valor sobre la miseria ajena (...) "

Al boricua, por la razón que sea, le encanta juzgar. Somos todos moralistas para decir lo que está bien y lo que no, lo que es justo y lo que se merece o no cada uno. Somos también detectives, abogados criminalistas, políticos, psicólogos y jueces camuflados de personas normales y corrientes. No hace falta más que leer los comentarios de las noticias que se publican en los medios para darse cuenta de ello. No hay ser científico para darse cuenta que esa actitud de estar predicando en calzoncillos en lugar de unir, lo que hace es continuar ensanchando brechas entre nosotros mismos.

Yo no suelo dar monedas al que las pide en las luces. Ni siquiera me cruza por la mente. En algún momento, supongo que lo habré hecho, pero después de varios malos ratos, he llegado a tenerles miedo. Algunos me han golpeado el carro en el pasado o me han gritado por no darles nada. Más que juzgar al pobre hombre que deambula o creerme un ser superior por darles o no algo- no le doy, porque la gran mayoría de las veces, simplemente no tengo qué darles. Tampoco tengo un tecato favorito ni le dedico mucho de mi tiempo a pensar en ello. Reconozco que es un tema muy complicado al que debería de tratarse como un issue médico. Son personas enfermas que deberían de recibir tratamiento en un ambiente controlado, de rehabilitación como se hace en tantos países de Europa y América del Sur.

Como quiera, esta entrada no la escribo para hablar de tecatos ni de cómo solucionar ese problema tan grave, sino para aprovechar estos espacios de reflexión que nos proporcionan libros como este, blogs, columnas como las que Ana Lydia Vega y Mayra Montero escriben y otras tantas obras de boricuas que examinan con lupa y lucidez este pan nuestro de cada día plagado de bellezas naturales, una rica cultura marcada por grandes idiosincracias, como también cánceres sociales y muchos otros dilemas políticos y económicos que nos asfixian.

Los medios y las redes sociales nos bombardean con tanta desinformación que si confiamos solo en ellos, la conceptualización de nuestro entorno que obtendremos será no solamente simplificada, fragmentada y manipulada, sino más que nada, errónea. Estos libros, blogs y columnas conforman trozos de una mirada fresca, diferente, desfamiliarizante- que ciertamente nos hacen comprender y digerir mejor nuestra realidad tan compleja, tan intrínseca a través de una mirada analítica de aquello que tomamos por sentado cada día, simplemente por ser boricuas.

¿Luz al final del túnel?



Hace veinticuatro horas era relativamente anónima. Había en algún momento aparecido en los medios locales y en un artículo reciente la reconocieron como una de las empresarias boricuas más distinguidas y exitosas del momento. Hoy, veinticuatro horas más tarde, su nombre constituye uno de los trending topics principales en las redes sociales.

En estas últimas veinticuatro horas también ha sido víctima de bullying, de discrimen de género y de comentarios asquerosamente machistas de parte tanto de hombres como de mujeres que escriben tonterías e insultos sin base ni fundamento en los medios digitales. De esto no merece la pena hablar, pero sobre ella, sí. Me refiero a Alexandra Lúgaro, la abogada que acaba de presentar su candidatura a la gobernación de Puerto Rico. La primera persona, más importantemente, mujer, que en la historia de Puerto Rico ha hecho esto de manera independiente sin estar afiliada a ningún partido político.

Ayer, delante del Colegio de Abogados, la licenciada se presentó de manera oficial como aspirante a la gobernación. Su plataforma es transparente. Sencilla, aunque a la vez compleja. Vislumbra ubicar a Puerto Rico en el mapamundi. Quiere transformar las agencias de gobierno, poniendo especial énfasis en la educación, en la necesidad de desarrollar en nuestros alumnos el pensamiento crítico, las destrezas de solución de problemas, la ética y valores para convertir a estos futuros trabajadores en ciudadanos valiosos. Sostiene que las pruebas estandarizadas típicas del modelo educativo norteamericano que tenemos aquí en Puerto Rico, solo forma jóvenes que memorizan datos y no necesariamente estarán preparados para enfrentar el mundo real. Propone reestructurar los currículos académicos, exigir más de parte de las facultades de pedagogía en las universidades, achicar el número de estudiantes por aula, subir los sueldos a los educadores, intercalar la tecnología y el civismo en el salón de clase. Cree también en la legalización de la marihuana para incentivar la economía, apoya el matrimonio gay y cuando pasa de tema a tema en una entrevista, se basa en estudios de casos de países como Corea del Sur, Canadá y China. Proporciona cifras, hace mención a estudios concretos y luego los compara a la situación en la isla.

La critican porque es diferente. Rompe con todos los esquemas establecidos previamente por la política bipartidista boricua. Es joven y mujer. No está afiliada a ningún partido, aunque dice haber votado por nuestro actual gobernador (cosa de la que ahora se arrepiente). La critican también por ser guapa. Guapísima. Doy fe de ello pues la conozco. No mucho, pero lo suficiente para decir que es una mujer muy atractiva, pero sobre todo brillante. Y humilde. Es vanguardista. Educada, se expresa muy bien y conoce el panorama educativo, económico y empresarial de la isla.

Aunque por ahora falta mucho por leer, investigar y descubrir sobre su candidatura, me gusta la idea- vaya, me encanta la idea de que esta mujer tan capaz se haya postulado para liderar a mi país.  Es sangre nueva, un respiro de aliento fresco y por un momento entre el tan complicado y deprimente panorama que enfrentamos, me detengo a pensar que tal vez podamos encontrar una luz al final del túnel.

Todos somos Caguana


Llegar al Parque Ceremonial Indígena de Caguana es una misión. No tanto por la distancia- aunque ciertamente el barrio está ubicado en una zona montañosa y remota- sino sobre todo por la cantidad de curvas y la escasez de rotulación que existe. Una vez se arriba a los predios del Centro, te abraza  una sensación reconfortante y vigorizante. Te dan la bienvenida pajaritos que cantan desde los árboles, más de cien cuerdas de terreno que aún conservan un estado bastante natural y una sensación de querer conocer y desenterrar esta poco conocida herencia caribeña. El valor arqueológico, cultural e histórico de este Parque es inmenso. Ahora se celebra el centenario desde que Franz Boas, el padre de la antropología moderna, pisó suelo en Caguana en 1915 y descubrió que debajo de toda esa maleza yacía un enorme tesoro etnográfico. Más tarde se llevarían a cabo varios proyectos de excavación por arqueólogos norteamericanos y también por don Ricardo Alegría, quienes desenterraron una monumental muestra de la vida taína del año 1200.

Caguana se considera el yacimiento arqueológico taíno más importante del Caribe. En ningún otro lugar se han encontrado esta cantidad de bateyes, cemís y otros artefactos arahuacos. Pasearse por los veintidós petroglifos que dan la vuelta alrededor del batey más importante del Parque es transportarse a otra era. A una época en que coexistían en harmonía estos indios. Un periodo en que muchas taínas ocupaban importantes posiciones dentro de su comunidad, tanto como agricultoras, guerreras, cacicas y curanderas. Un momento en que se cazaban unos pequeños roedores llamados jutías y se preparaba pan a base de yuca, cerveza a base de maíz, se jugaba pelota en el batey y se pulverizaban las semillas de un árbol para que los shamanes las ingirieran, alucinaran y así poder aproximarse a las deidades. En fin, una época en que el hombre y su entorno se avenían de manera simbiótica y prevalecía el sosiego y la quietud.

Muchísimos aspectos de la cultura taína, sin embargo, permanecen siendo un enigma. No se conocen los propósitos de cada batey- si eran ceremoniales, de caza, lugares de encuentro para discutir asuntos políticos o culturales. Lo poco que se sabe ha sido gracias a la documentación histórica y las crónicas de los frailes y colonizadores españoles que arribaron a la isla en el siglo dieciséis. Pero como subraya uno de los guías principales de Caguana, esos escritos no arrojan mucha luz por varias razones. Primero, son etnocentristas, segundo, la mayoría de los colonizadores no se interesaban por los modos de vivir de los indios, y tercero, otros tantos se han perdido. La cultura taína es como un capítulo de un libro de historia que se ha mitificado, romantizado y además, ignorado. Posiblemente por eso, visitar un lugar como Caguana es tan importante.

Por otra parte, no todo es color de rosa. No podemos ignorar el hecho de que desafortunadamente en Puerto Rico muchos de los gobiernos que han tomado el poder no dan prioridad a fomentar la cultura de la isla. El Instituto de Cultura Puertorriqueña, organismo que lidera este Parque, ha estado al borde de la desaparición en tantas ocasiones y hoy, se sustenta de un hilo. No hay fondos para imprimir folletos informativos, ni rotular mejor el Centro, ni para pagar decentemente a sus empleados, ni mucho menos para hacer eco en los medios. Hace falta mejorar la infraestructura del Parque, adiestrar a sus guías, fomentar esta cultura. Y mas que poner este encargo en las manos de los políticos o líderes del País, nos toca a cada uno de nosotros. Conocer de donde venimos es comprender nuestro presente y vislumbrar nuestra posteridad. Por eso, todos somos Caguana.



Una mirada al mundo