AGRI-CULTURA


Frente al condominio donde vivo hay un lote de tierra. Algunos lo utilizan como estacionamiento, otros para pasear a sus perros, sin embargo yo lo utilizo como inspiración. ¿Inspiración? Pues sí. En ese lote de tamaño mediano crecen unos árboles y, detrás de ellos, cientos de jardines. Durante el comunismo en Polonia, el gobierno solía entregar pequeñas parcelas de tierra a familias para que sembraran huertos. Ahora, décadas más tarde, algunas de estas familias han conservado estas tierras. Otras han decidido pagar una pequeña fracción para alquilarlas y sembrar diversos frutos y también para disfrutar con sus familias y hacer parrilladas en los fines de semanas.

Ahora que llegó el verano y el calor es casi igual o aún más fuerte que en Puerto Rico, estos árboles que una vez se escondían del frío, han florecido y ¡de qué manera! Mis amigos y vecinos seguramente creen que estoy loca o no podrán comprender porque me maravillo tanto, pero es que en la pequeña isla de donde vengo, no hay cerezos, perales, ni manzanos y más aún, practicamente no existe la agricultura.

Sin embargo, no siempre fue así....

Durante mucho tiempo la agricultura constituyó una de las industrias más importantes de Puerto Rico. Incluso en el siglo 19, la isla llegó a exportar una gran cantidad de café, tabaco, azúcar y otros productos. Se dice que el café puertorriqueño era de tan alta calidad que llegó a consumirse hasta en el Vaticano. Sin embargo y muy desgraciadamente, una vez se instaló en la isla el modelo de industrialización, la agricultura comenzó a desaparecer.

Puerto Rico pasó a convertirse en una economía casi completamente dependiente en la importación de alimentos. ¡Algunos estudios estiman que en la actualidad, la isla importa 85% de productos agrícolas! En una isla ultra-tropical donde la tierra es sumamente fértil este dato es inconcebible. Los puertorriqueños se encuentran en una posición de horriblemente GRAN vulnerabilidad alimentaria que llevará (cómo ya lo estamos observando) a grandes conflictos sociales.

El desequilibrio global entre demanda y oferta produce una tremenda alza en los precios y una eventual escasez de productos. Los beneficios de desarrollar una industria agrícola en la isla como la que una vez existió (especialmente en el momento histórico en que vivimos) son obvias.  Se proporcionarían empleos, un alivio al bolsillo del consumidor, colaboración entre el sector público y el privado, SALUD, incluso, más tiempo con la familia, etc. etc. etc.

Los árboles que crecen frente a mi casa me inspiran. Me inspiran porque cuando los observo y admiro veo que si es posible que florezcan aquí, en este lote de tierra abandonado en Polonia, ¿por qué no es posible que también crezcan en mi isla?

Salvemos la agricultura, podemos hacerlo. Sin ella tenemos que comer pescado de China, guineos de Ecuador y menta de Israel, cuando todos estos productos podrían perfectamente sembrarse en nuestros alrededores.

Además, no hay nada más bonito que pasearse entre racimos de uvas, peras, cerezas y manzanas que dentro de unos meses podrás arrancar del árbol y comértelos al instante. 







30 abriles un 30 de junio




















Desapego



"En todas las almas, como en todas las casas, además de fachada, 
hay un interior escondido"
Raul Brandāo

Cayó el sol a sus espaldas. 
No se fijó siquiera en los colores del cielo ni en mirar para atrás. 
Se había despedido sin remilgos y su camino era recto. 
Sentía vergűenza delante de aquella muchedumbre. 
Cuánta preparación, cuántos deseos habían compartido.

La conexión que los había unido durante medio año se iba desvaneciendo y estropeando con el paso de cada minuto. 
¿Porqué tenía que ser siempre así?, se preguntaba.
 Si cuando estaban solos, todo era perfecto. 
Nuestra burbuja de placenta, le llamaba él. Sin embargo, delante de otros ya eran varias las ocasiones en que se transformaba en otro. 
No lo aceptaría más y por ello decidió marcharse. 
Abandonó aquella reunion, que en realidad, se había organizado  para ella.

Se topó con muchas piedras en la senda. Era difícil esquivarlas. 
Sobre el hombro llevaba un bolso enorme de la FNAC que había comprado años atrás en Barcelona. Ahora aquella tela solo arropaba los restos de sus 29. 
En la mano, una lata de cerveza caliente. 
Bañada en sudor caminaba, determinada y deseando sentir hálito. 
Concentrada en la pena que sentía, no se detuvo a mirar sus aledaños. 
Aquellos jardines que hace unos meses yacían muertos bajo la nieve, 
ahora daban abundantes frutos.
 Rosas fucsia pequeñitas susurraban al costado de cerezales, manzanos y suntuosos arbustos. 

Finalmente llegó a su destino. Aquel pequeño apartamento donde vivía. 
Encendió la luz y vio que tenía los pies cubiertos de barro y tierra. 
La pedicura que llevaba se le había hecho mierda. 
Sumida en un gran sentimiento de frustración y coraje, decidió que las cosas tenían que cambiar. 
Nadie la había seguido, ni siquiera mitad del camino... ¡ni una cuarta parte! 
Había vuelto sola. 
Y comprendió en ese instante, más que nunca, que sola tendría que continuar. 
Que aún faltaba mucho por recorrer.




Una mirada al mundo