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La más ansiada y merecida paz

La ley de gravedad no siempre aplica en todas partes, sobre todo en la ciudad colombiana de Medellín. Aquí, lo que sube, no siempre baja. Cuando Pablo Emilio Escobar, el zar colombiano de la cocaína, gobernaba la Ciudad de la Eterna Primavera a finales de los años setenta y ochenta, los secuestros, desaparecidos y asesinatos se tornaron la orden del día.
 


Colombia era el país responsable del 80% de la producción mundial de la coca y un lugar sumido y torturado por la violencia. El centro de la ciudad de Medellín no tenía acceso directo con la periferia y las comunidades más aisladas y marcadas por la pobreza, se hundieron en las tinieblas del mundo del narcotráfico y todos sus derivativos. El Cartel de Medellín controlaba los movimientos de las personas, los autos y la droga. Se abría fuego en cualquier lugar, a cualquier hora.
Las personas que ascendían las empinadas cuestas de la urbe para llegar a los asentamientos más altos, corrían la mala suerte de no siempre regresar. Digamos que en Medellín, no todo lo que subía, tenía la posibilidad de bajar.



 Johan, un chofer paisa de 25 años, quién a pesar de no haber vivido esta época, es uno de los muchos jóvenes que también carga con la herida del doloroso y sangriento legado del narcotráfico. Igual que Pablo Escobar, Johan nació en Ríonegro, una comunidad a las afueras de Medellín.
Sus memorias sobre estos años se remontan a las historias de su abuelo, quien en una ocasión se topó con los cadáveres de las victimas de los sicarios tirados en el medio de la carretera, un día mientras conducía. Cuenta Johan que durante el reino de Escobar, los sicarios formaban murallas alrededor de Medellín para obstaculizar el movimiento dentro y fuera de la ciudad. Las personas estaban confinadas a su entorno y el orden civil, la seguridad y la protección a los ciudadanos representaban sueños lejanos para los paisas.







El terror se sembró en cada rincón, y la comunidad nororiental de Bello Oriente- habitada por aproximadamente 250,000 personas y familias víctimas del desplazamiento forzado- no estuvo exenta de la época más corrupta y violenta de la historia paisa.
Los primeros pobladores de Bello Oriente llegaron en los años ochenta, provenientes de otras provincias del país y desde siempre han vivido en condiciones que dejan mucho que desear. Escasean servicios básicos como el agua potable y, en el caso de la electricidad, no es constante. Tampoco hay clínicas de salud y las ayudas gubernamentales no dan abasto para las personas que aquí habitan. Por no contar con actividades recreacionales productivas o educativas, los jóvenes se atraen fácilmente por el bajo mundo, la droga y el narcotráfico y, a menudo, caen presas de esta red mortal.
 


Hoy día, afortunadamente Medellín no es lo que era durante el reino de El Patrón. Ahora, el cablemetro, un proyecto de transporte publico del cual la Alcaldía de Medellín se enorgullece muchísimo, conecta estos asentamientos con el casco urbano. Sin embargo, no todo lo que brilla es oro y poco ha cambiado para el interior de la comunidad Bello Oriente y la realidad de sus residentes.
"Aquí siempre habrá guerra porque la guerra es plata y la plata mueve este país", dice Alicia Mosquera, una paisa de 25 años que actualmente cursa estudios de Maestría en el campo de mediación de conflictos y paz, y quien desde hace casi dos años trabaja para la ONG World Vision Colombia como profesional de desarrollo.
 


En el interior de Bello Oriente, las casas son casi todas iguales. Están construidas a medias, y los techos de zinc se sostienen con ladrillos, escombros o piezas de autos oxidados para evitar que se vuelen. A diario, Alicia viaja en metrocable desde el centro de la ciudad a la parada de Santo Domingo y luego toma un bus de servicio público para subir las empinadas cuestas hasta llegar a la sede de World Vision, donde trabaja con niños, jóvenes y lideres comunitarios en un esfuerzo por dar continuidad a proyectos educativos, de liderazgo y ayuda social. Dice que la mayoría de su familia no entiende o aprueba lo que hace y muchos temen por su seguridad, no obstante, ella siente que su vocación es esta, por lo que hace oídos sordos al asunto. 



En World Vision Colombia todo el equipo comparte la misma opinión de Alicia con relación al objetivo de su trabajo con comunidades vulnerables.
"Siempre hemos apuntado a la construcción de la paz", expresa Alexander Ramírez Posada, coordinador de programación y colega de Alicia.
"Formamos y dimensionamos procesos sostenibles para esta comunidades desde hace cuatro años", añade. El eje de este proyecto es la construcción de la ciudad como gestora de la paz, un concepto que ha hecho eco en las últimas semanas con motivo de la celebración del acuerdo de paz firmado entre el gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas (FARC), el pasado 26 de septiembre, tras 52 años de conflicto y cuatro de negociaciones.



El 2 de octubre se celebrará un plebiscito en el país en el que los habitantes elegirán entre SÍ o NO a las negociaciones acordadas entre el gobierno colombiano y las FARC, que han durado cuatro años en concretarse. Sin embargo, según Lucía Lozano, periodista bogoteña, no se trata de una movida transparente, sino que existen muchos matices y se ha manipulado la opinión pública muchísimo, sobre todo como consecuencia del discurso del ex presidente de la nación, Álvaro Uribe y sus seguidores.




Las calles del país hoy se adornan con unos pocos afiches, pues es ilegal en Colombia durante la veda electoral y, algunos brochures propagandistas se reparten a los transeúntes. Las 297 páginas del acuerdo recogen los términos acordados entre ambos bandos incluyen: participación política, reparación de las victimas, cese al fuego bilateral, dejación de armas y un acuerdo dudoso de paz.





Uno de los términos que más preocupa a los ciudadanos es la impunidad contra los miembros de las FARC y el perdón de algunos de los crímenes contra la humanidad que se han cometido durante los últimos 52 años. Se estima que el conflicto armado colombiano ha desplazado a 6,9 millones de personas y la cifra de muertos asciende las 266,000 personas y otros 46,000 desaparecidos.
En un esfuerzo por mejorar la imagen de la ciudad de Medellín y promover la cultura, el periodismo y la memoria histórica, se celebra la cuarta edición del Festival Gabo en el Jardín Botánico, un evento organizado por la Fundación Gabriel García Márquez de Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), que durante tres días reúne a las figuras mas reconocidas del periodismo, la literatura y las comunicaciones.
Del 29 de septiembre al 1ro de octubre, se celebraron talleres, foros, encuentros, exhibiciones de trabajos multimediáticos, de cine y de fotografía. Todas las actividades son gratuitas y abiertas al público.



Uno de los eventos más atractivos de la agenda del Festival Gabo lo fue Obsesiones de Gabo: Detras de Noticia de un secuestro, un encuentro entre: Maruja Pachón (amiga de García Marquez), María Jimena Duzán (periodista colombiana), Luzángela Arteaga (reportera colombiana) y Juan Cruz (director fundador del diario español El País) en conversación con Rodrigo Pardo (periodista colombiano).
Según los testimonios de los foristas, Maruja Pachón y su marido, Alberto Villamizar, le propusieron a Gabo en 1993 escribir un libro sobre sus experiencias durante un secuestro que vivieron durante seis meses y toda la travesía que encarnaron hasta su liberación.



A pesar de que muchos lectores de la obra creen que el libro se trata de una novela, está basado en esta vivencia y sus protagonistas son personas de carne y hueso. Este secuestro figura como el eje de la obra de Gabo en el que nueve personas más, además de Pachón y su esposo, fueron secuestradas a manos de la mafia liderada por Pablo Escobar.
Noticia de un secuestro es un vivo ejemplo de cómo García Márquez siempre fue artífice de la paz en Colombia, a pesar de que vivió más   tiempo en el exilio que en su propio país. Estaba obsesionado por los detalles, las figuras  de poder absoluto y de por reconstruir la historia del narcotráfico colombiano y esta obra pone en evidencia de que a pesar de no haber vivido durante esta época en Colombia, es como si Gabo nunca hubiera abandonado su país.
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Su rigurosidad periodística queda evidenciada en estas páginas y aporta un enorme valor histórico a la historia. Uno de dichos valores principales es que la narración carece de una fecha de expiración y veinte años después de su publicación, continúa siendo relevante, sobre todo en el momento histórico que se vive actualmente en Colombia. Representa, desde luego, un legado para el mejor entendimiento de los procesos que se han producido en los últimos 52 años para las generaciones que no lo vivieron.
Durante el foro, Juan Cruz- director de El País- aprovechó el momento para leer un trozo de la obra de Gabo que pone de manifiesto su relevancia, sobre todo en el presente momento de la historia colombiana.


Va mi gratitud eterna por haber hecho posible que no quedara en el olvido este drama bestial que por desgracia es solo un episodio del holocausto bíblico en que Colombia se consume desde hace mas de veinte años. A todos ellos lo dedico y con ellos a todos los colombianos inocentes y culpables con la esperanza de que nunca mas nos suceda este libro.
A pesar de que han transcurrido ya casi dos años del fallecimiento de García Márquez, es como si nunca nos hubiera abandonado. Su voz sigue haciendo eco y siendo extrapolable ahora más que nunca. Queda a la intemperie el futuro de Colombia y es posible que al igual que todos nosotros, Gabo esté también cruzando los dedos en espera de la más ansiada y merecida paz.

*Este texto forma parte de una cobertura que realizó el equipo de #TintaDigital de la Universidad de Puerto Rico en Arecibo desde Medellín, Colombia y fue publicado originalmente en www.tintadigitalpr.com
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Las muchas caras de Airbnb

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Las muchas caras de Airbnb




(Suministrada de Airbnb)

Airbnb– para los que no conozcan la página- es un mercado online que permite enlistar, encontrar y alquilar hogares vacacionales a huéspedes por un precio módico. En la actualidad existen sobre 1,500,000 hogares enlistados en 34,000 ciudades y 191 países en el mundo. Es una opción segura, módica y fácil para viajeros que buscan una experiencia diferente en cuanto a hospedaje se refiere y un contacto local que pocos hoteles ofrecen. En Airbnb se encuentra de todo- desde habitaciones compartidas o privadas, estudios, apartamentos de lujo, hasta mansiones o homestay, con familias locales.
Soy aficionada de Airbnb desde ya hace algunos meses, tal vez un año. He sido tanto anfritriona como huésped, y cuando viajo, por lo general, es mi primera opción para buscar alojamiento. Durante mi último recorrido a Asia, también utilicé la página para encontrar hospedaje bueno, bonito y barato. Durante dos meses que duró la travesía que comenzó en Nueva York y continuó en Pekín- Xi´an- Shanghai- Chongqing, Guilin- Hanoi- Tam Coc- Hue- Hoi An- hasta llegar a Ho Chi Minh, me alojé en diez Airbnb. En cada ocasión fui conociendo nuevas caras, interesantes historias y recolectando memorias a través del camino.
En Nueva York me hospedé una noche en casa de Theo y Julia, dos treintiañeros de Dinamarca. En realidad esa noche Theo se encontraba de viaje, por lo que Julia fue mi anfitriona. Me dio la bienvenida en su apartamento a medio camino entre Brooklyn y Manhattan- un piso número diez, bien ventilado, con dos habitaciones y una muy bonita terraza decorada con flores, una colorida sombrilla y un banco para sentarse y admirar la vista.


Terraza en el apartamento de Theo y Julia, Nueva York.
Ambos trabajan para las Naciones Unidas y fueron enviados desde su país primero a Birmania, donde estuvieron durante dos años llevando a cabo labores humanitarias, y ahora a Nueva York, donde trabajan con inmigrantes desde hace un año. Trajeron de Birmania todos sus muebles: unas bellezas construidas en madera de la época colonial inglesa. Julia me contó que fueron dos de sus mejores años en la vida y que se hubiera quedado en Rangún si no fuera porque el trabajo y el visado expiraron.
Ahora en la ciudad que nunca duerme, le gusta leer The New York Times los domingos cuando no tiene que levantarse temprano para ir a trabajar. También le gusta ir de compras a Trader Joe´s y el dinamismo de Nueva York, aunque admite que extraña Dinamarca, su familia y sus amigos. 
La pareja utiliza Airbnb para obtener un ingreso extra a fin de mes y poder manejar el alto costo de vida de esta ciudad. Además, disfrutan conocer gente de todas partes del mundo y compartir historias.  Julia me recibió con flores frescas, una tarjetita de bienvenida y mucha familiaridad. A pesar de que solo me quedé una noche, sentí como si la conociera de toda la vida.

Siguiente parada…



Entrada de la Ciudad Prohibida, Pekín
Dos semanas más tarde, embarcaría un vuelo hacia Pekín, capital de China. Había reservado un Airbnb tiempo antes en una zona residencial cerca del centro, en casa de Jimmy, un superhost y veterano anfitrión de viajeros, primero a través de Couchsurfing y ahora con Airbnb. Elegí alojarme aquí por los reviews estupendos que ha dejado cada uno de sus huéspedes en su perfil. El caso de mi anfitrión es interesante y me daba curiosidad conocer su historia más de cerca.
Jimmy es un hombre homosexual de 38 años, oriundo de un pueblo cerca de Beijing. Tiene poca familia aparte de una hermana que casi nunca ve y conoce poco sobre su vida privada. Hace tres años, Jimmy viajó con su pareja Leping, a Nueva York donde formalizaron su unión y se casaron por un juez. Desde ese momento usan anillos de matrimonio e intentan vivir una vida de pareja normal. Sin embargo, China por ser un país comunista, reprimido y muy conservador- sobre todo en temas de sexualidad- Jimmy y Leping luchan a diario por hacer que su unión se reconozca, aunque en muchas ocasiones se les hace imposible. Cuando viajan a visitar a la familia de Leping en el sur del País, por ejemplo, tienen que mentir y decir que son solo roommates. De lo contrario enfrentarían un enorme rechazo.


Póster creado por Jimmy & Leping en conmemoración de su boda.
En la actualidad Jimmy trabaja como ingeniero para la IBM y por ser una compañía multinacional y de mente un poco más abierta, le han nombrado encargado de una división que protege los derechos de la comunidad LGBTT dentro de la empresa. Gracias a esto ahora Jimmy ha logrado incluir a su marido en su plan médico familiar y poco a poco va creando consciencia sobre las uniones homosexuales y los derechos que les corresponden a estas personas.
Durante todo mi viaje por China, Jimmy fue, desde luego, el mejor anfitrión que pude haber tenido. Fue muy amigable, familiar, me ayudó a coordinar todo mi itinerario de viaje, me permitió utilizar su computadora para navegar libremente (en China el internet está fuertemente censurado por el gobierno), cada mañana me dejaba preparado el desayuno y meriendas para llevarme durante el día y hasta me acompañó a una sección de la Gran Muralla menos visitada y mejor conservada para que pudiera conocer la verdadera Pekín. Le soy inmensamente agradecida por todo.


Jimmy y yo en Jinshaling (Gran Muralla China).
La siguiente parada del viaje fue Xi´an, una ciudad conocida por dos cosas en particular: los Guerreros de Terracota y el barrio musulmán. Aquí me alojé durante dos noches en casa de 佳 (pronunciado Cha Cha) y su marido, una joven pareja de 28 años, quien desde hace un año, decidieron renunciar a sus trabajos oficiales y dedicarse a alquilar las dos habitaciones que tienen en su apartamento en esta ciudad. “Antes estaba trabajando todo el día y lo que ganaba era muy poco. Ahora en cambio tengo más tiempo libre y disfruto lo que hago. Además, me da para ahorrar e irme de vacaciones con mi marido”, expresa 佳, quien habla francés a la perfección y quiere mejorar también su inglés. Añade que Airbnb es también una buena manera de lograr esta meta que se ha trazado.


Habitación que alquilé en Xi’an, China.

Shanghái

En Shanghái me alojé en el corazón del barrio francés en un edificio de 35 pisos, en casa de Kate- una entrenadora personal y empresaria china quien viaja mucho, es aficionada del vino francés y tiene un hijo que estudia la escuela superior en Estados Unidos. Cuando entré por la puerta de su casa al segundo día, me encontré con Kate practicando yoga en la sala del apartamento. Rápido establecimos una conexión y me sentí como en casa. Su hogar es de estilo minimalista y los muebles que lo decoran son preciosos: antiguos, todos en madera oscura y muy tradicionalmente chinos. Compartí poco con Kate, por estar fuera en casa de su familia, pero la semana que pasé como su huésped fue muy acogedora y un food court internacional a cinco minutos del apartamento representó uno de los highlights culinarios de mi viaje.


El mejor plato de comida (mariscos, tofú, verduras y arroz) que probé en todo el viaje, Shanghái.
Vista nocturna desde el apartamento de Kate en Shanghái.

Cruzar China para llegar a Vietnam

Al cabo de tres semanas crucé la frontera de China con Vietnam en tren. Tardé 16 horas y fue un viaje duro. Tres veces nos levantaron en medio de la noche para bajar del tren con el equipaje, pasar los controles de seguridad en cada una de las fronteras, mostrar el pasaporte y esperar que lo sellaran. La falta de entendimiento y la no-comunicación complicaron este proceso. Una vez fuera del control de China, arribamos a la ciudad de Hanói en Vietnam.
Con mochila sobre la espalda y una pequeña maleta, descendí el tren. Dos oficiales vietnamitas me ayudaron a cargar el segundo bulto. Me sonrieron amigablementes. Al ver mi pasaporte, lo tomaron, me pidieron que me sentara en una silla y al cabo de cinco minutos, me lo devolvieron. “Welcome to Vietnam, have a very nice trip!”, me dijo uno con sonrisa de oreja a oreja.


Sleeping train de Nanning (China) a Hanoi (Vietnam).
En todas las paradas que hice en Vietnam fui alojándome en diferentes Airbnb. Primero en el Hanoi Little Town Hotel, un hotelito pequeño en el corazón de la capital norteña del país, que cuenta con un staff muy amable, hospitalario y sonriente. Aquí me alojé durante una semana y pagué $20 la noche por la habitación y un delicioso desayuno bufé cada mañana.
En Tam Coc, Hue y Hoi An la historia fue similar. Habitación sencilla, desayuno incluído y cada uno de los hospedajes brilló por luz propia: algunos por ofrecer otras atracciones como parte de su oferta- alquiler de bicicletas gratis, café o té ilimitado, orientación y guías turísticas, entre otros.
Durante las siguientes tres semanas continué coleccionando otras historias y más caras de Airbnb– todas experiencias que cargaré para siempre y que sin duda alguna enriquecieron la aventura de una solo traveller por Asia.


Viajando por Vietnam en sleeping bus.

Ho Chi Minh

Una vez llegué a Ho Chi Minh, la capital vietnamita y última parada del viaje, desafortunadamente tuve una mala experiencia. Había también elegido un Airbnb a las afueras de la ciudad para evitar el ruido y caos. El homestayde Kim y su marido parecía la opción perfecta, ya que además de la oferta típica, también ofrecía: clases de cocina gratis, cafés cada día, una cena incluída y mucho más por poco más de 20 dólares la noche. Se trata de un apartamento conectado con un restaurante que alquilan sus dueños. 
Kim, una mujer vietnamita de cuarenta y pocos años, se jubiló hace dos de su trabajo para dedicarse de lleno a este negocio y también colabora con una ONG que ayuda a niños huérfanos o enfermos que son abandonados en una pagoda cercana. Desafortunadamente, a pesar de que en un inicio Kim y yo conectamos – poco a poco fui enterándome de su dudosa naturaleza. Había tenido problemas con huéspedes anteriores que se habían quejado porque los servicios que ofrecía en su página de Airbnb no estaban disponibles y estaban insatisfechos con el trato y la experiencia.
Un día Kim se ofreció a llevarme a la pagoda con niños abandonados, ya que le había mostrado mi interés en colaborar con esta iniciativa. Incluso doné $25 al proyecto. El día que acordamos ir, se atrasó y se puso a hacer otra cosa. Luego desapareció. Al cabo de una hora me envió un mensaje que ya era tarde para ir. En otra ocasión me ofreció una clase de cocina. Fuimos al mercado a comprar los ingredientes, yo los costeé todos y al regresar me dijo que el cocinero no hablaba inglés y tendría que compartir la comida cocinada por él con todo el staff. De clase de cocina no tenía nada su proposición. Tampoco había alquier de bicicletas ni cena gratuita como prometía.
En fin, fui dándome cuenta que aquella mujer lo que hacía era engañar y aprovecharse de sus huéspedes. La experiencia el último día fue desagradable cuando la confronté y al final terminó escribiéndome un review chocante en mi muro. Incluso se atrevió poner que yo lo que buscaba era una esclava y no una anfitriona. A pesar de que me enfureció muchísimo al principio, ahora lo he dejado ir y no por esto, dejaré de usar Airbnb.
Las experiencias de viaje son así: algunas idílicas, otras agridulces. Pero lo importante es saber que al final del día te quedará en la memoria solo lo bonito y, hasta lo feo, cuando se mira en retrospectiva, tampoco es tan feo, porque te va moldeando en una mejor persona: más tolerante, de mente más abierta, más conciente y más empática.


Aquí junto a Bella, la hija de Kim, una noche que nos vestimos con trajes típicos.

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Estrellas negras

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Ryszard Kapuściński (centro) junto a soldados en Ghana, 1958.

Vivía en una balsa, en un callejón de un barrio comercial de Acra, en Ghana. Así nos cuenta la primera línea de la crónica Hotel Metropole del libro Estrellas Negras, cuya traducción al español fue publicada en febrero de este año, casi una década después de su muerte. Lo habían enviado de la Agencia de Prensa Polaca (PAP) en Varsovia- su ciudad natal- a África, para crear la primera y única corresponsalía polaca en ese continente.
Corría la década del 50 y Ryszard Kapuściński era un joven reportero en medio de un triste trópico como el de Lévi Strauss, donde imperaba el calor, las luchas tribales y una transición política hacia la descolonización belga. Kapuściński se queja del color infernal de Ghana, pero encuentra también grandes similitudes con esta éxotica nación y su tierra natal. El sueldo que le paga la PAP apenas le alcanza para vivir, sin embargo es capaz de ejercer la complicada tarea que le han asignado: ser el único corresponsal polaco en todo el continente africano.
Documenta el clima tórrido que permea tanto en Ghana, como en Congo. Se transpira un ambiente de pánico en las calles, de segregación racial y el nacimiento de una revolución política y cultural. Asiste a mítines con grandes figuras del escenario y se obsesiona una vez más por los poderes dictatoriales. Kwame Nkrumah es la cara detrás de la emancipación de Ghana. Es un gran orador, expresivo y joven que luchó incansablemente por la liberación del yugo colonial. Kapuściński lo estudia, lo conoce, escribe sobre él.
“El nacionalismo africano no retrocederá ni una pulgada hasta que el continente entero se libere del dominio extranjero”, expresó Nkrumah en un discurso en el que enfatizó que no existía diferencia entre el imperialismo político y el económico.
En marzo de 1957, Ghana obtuvo su independencia, convirtiéndose de esta manera, en el primer país soberano de África negra. Se estima que en el país solo un 30% de personas era letrada para esta fecha.
Kapuściński está a favor de Nkrumah y así lo reflejan sus crónicas. No conoce la objetividad, ni le interesa- pues practica el periodismo intencionado:  uno que se fija el objetivo de lograr un cambio social favorable. Está siempre a favor del desprotegido, del pobre, del vulnerable. Es el único hombre blanco en medio de una multitud africana que finalmente ha sabido librarse de sus colonos empleando métodos de lucha pacíficos. Se identifica con los otros hasta convertirse en uno de ellos.
Como corresponsal, Kapuściński se radicó también en Congo, una nación que define como una de escasas tradiciones revolucionarias. Aquí casi pierde la vida en varias ocasiones. Es un país enorme, peligroso, sobre todo para un hombre blanco y  “comunista” como él. Se va a los bares y allí conoce personajes y entrevista a figuras del mundo político. El bar es el escenario de todo en África y allí los locales pasan gran parte de su tiempo.
Entre los vapores de la espumoza cerveza, del excitante aroma de las muchachas, del incompresible tableteo de los tamtanes, surgen nombres, fechas, opiniones y juicios. Se dilucida algún problema, se reflexiona, se ponderan los pros y los contra (…) Aquí fijan el precio de una noche de amor, allá confeccionan el programa de la revolución, al lado alguien recomienda un buen brujo y se comenta que ha habido huelga. En el bar lo tenéis todo: el club y la casa de empeños, la alameda y el pórtico, el teatro y la escuela, la taberna y el mitin, el burdel y el comité del partido, (El bar ha sido tomado).
Poder viajar una vez más con Kapuściński y leer crónicas suyas, cuando pensaste que todo lo habías leído ya y, encima- casi diez años después de su muerte- es un respiro de aire fresco, una holganza. Estrellas negras es para los hispanoparlantes una obra kapuścińskiana postmortem y gracias a ello, reafirma que la voz de los grandes maestros, no muere jamás.

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Las facetas de Ryszard Kapuściński: viajero, escritor, periodista y polaco

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Kapuscinski Non Fiction, en castellano

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Anotaciones: La escuela polaca de reportaje periodístico

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Así es viajar solo por el mundo


De la misma euforia que produce recorrer el mundo sin compañía, también nace un lugar muy oscuro. La vulnerabilidad absoluta es un juego mental que produce enormes altas y bajas. En mi último día en China, luego de recorrer el país de norte a sur durante tres semanas sola, caí en un barranco. No literal, sino simbólico. Intentando buscar salida eminente a la crisis del solo traveller, me detuve a reflexionar.
China es un país fascinante, desde luego, pero también igualmente impenetrable. La barrera lingüística es cosa seria y puede llegar a ser motivo de desespero. Esa misma barrera ha producido que se me quiten las ganas de tirarme a la calle a buscar alguna medicina para curar el catarro que aqueja mi cuerpo hace días, hacer el esfuerzo por preguntar a alguien cómo llegar a x ó y lugar, y también incluso me ha llevado a la cama con mucha hambre.
Anoche fue una de esas noches y hoy también por la lluvia y el desánimo, he vuelto a pasar hambre. Irónico, ¿no? Pues en China hay comida en cada esquina, pero como extranjera no-carnívora, ando siempre con hambre.
Ante la imposibilidad de comunicarte, a veces se niegan a servirte, te cobran de más o incluso, te echan de restaurantes, como me ha pasado hoy por primera vez. Poco puedes hacer por no poder comunicarte. Aceptar, dejarlo ir y continuar el paso. Tras el malrato, me ha dicho un amigo chino que posiblemente la barrera lingüística haya sido la razón para no atenderme y servirme un plato de comida, pues a menudo los locales se desinteresan por hacer negocios con extranjeros por este motivo.
Anduve otra hora en busca de un segundo restaurante y otra vez tuve poca suerte. Mi terrible sentido de dirección empeoró el contexto y de momento me desorienté en medio de una locura de colores, luces de neón, negocios indescifrables, caracteres chinos y caras desconocidas que me cruzaban. Decidí que a pesar del hambre, regresaría al hotel. Me acerqué a una joven pareja en la calle, le mostré la tarjeta de mi hospedaje a ver si podían dirigirme en la dirección correcta y ni se giraron a mirarla. Alcé la mano para detener un taxi y al mostrar la tarjeta (toda en mandarín) nuevamente, continuó el paso sin pronunciar palabra.
Por fin encuentro un restaurante de pizzas en una calle principal en la ciudad de Guilin, al sur del País. Me sirven una pizza con dos tenedores (nada de cuchillo). Es el primer día que no como arroz en casi un mes. ¡Qué delicia, se me agua la boca solo de pensarlo!
La camarera se acerca a la mesa con una mascarilla de papel sobre la cara y me ofrece un par de guantes de plástico. No entiendo nada ni tampoco puedo cortar un pedazo de la pizza, que es lo que más me interesa.
A pesar de que la temperatura asciende a los cien grados y todo el mundo anda bañado en sudor, te sirven las bebidas calientes. En China es costumbre ingerir alimentos calientes durante el verano para así expulsar las altas temperaturas del cuerpo. Cuando intentas pedir hielo, te miran como a un extraterrestre. Parecen cuestiones tontas e insignificantes y la verdad es que lo son si ponemos las cosas en perspectiva. Por esta razón cuando logras reconocer una botella de Coca-Cola en una nevera fría en China entre medio de otras mil bebidas desconocidas, y llevas cinco horas caminando perdido por las calurosas calles- el sentimiento de gratificación, alivio y felicidad es enorme.
Así es viajar solo por el mundo. Las pequeñas alegrías nunca son pequeñas y las tonterías tampoco.
Como cuando vas tranquilo por la calle o estás comiendo en un local y un grupo de locales se detiene a mirarte, señalarte y algunos, a tomarte fotos. Otros te preguntan si tu pelo es natural o te tocan la piel a ver si también lo es. Muchas veces estás en desventaja cuando viajas solo por el mundo. Fluctúas entre pasar desapercibido o sobrepercibido. No existe un punto medio.
Cuando viajas solo cargas tu propio mundo sobre los hombros. Tienes que estar alerta, preparado para todo- pero también relajado. No puedes depender de nadie aparte de ti mismo. A veces te confías demasiado. Como cuando estás eñangotado en una letrina, se te acabaron los Kleenex que llevabas en la cartera y olvidaste comprar más. O cuando vas a pagar a un negocio y sin querer das un billete con dos ceros de más, no te dan el cambio correcto y tampoco te das cuenta hasta haberte ido.
Cuando viajas solo por el mundo te expones a todo. Pero como dice una amiga italiana que ha recorrido tantísimos países también:
"No temo viajar. No le temo a los ataques ni a los terroristas. No le temo a la adversidad. Continuaré viajando por el mundo como pueda, sin temor y con el corazón abierto. No le temo a la muerte. No existe el temor cuando eliges el amor."
En Tailandia una vez hace muchos años, un hombre local me echó un líquido raro en una bebida que me dejó vomitando toda la noche. En Fiji a los diecinueve años en una aldea lejana, me intentaron robar el pasaporte y el dinero que llevaba en un canguro. En Marruecos, hombres me perseguían en la calle a cada rato y me velaban afuera del hotel. En China, el otro día, un taxista me obligó a pagar de más y ante mi resistencia, se negó a devolverme el equipaje y continuó el paso en el carro.
Tal vez la lista de experiencias similares o incluso más desagradables- que ahora olvido- sea mayor. Sin embargo, prefiero recordar lo bonito y el bagaje de enseñanzas de vida que cargo. Gracias al Universo y a los ángeles que me protegen, siempre he salido airosa de todos esos incidentes. Incluso en mi propio país me siento mucho más desprotegida que en muchos otros lugares del mundo.
Dijo Kapuściński una vez en una entrevista que siempre que se encontraba en medio del campo de batalla, enfermo de malaria en una cama africana o amenazado de muerte en alguna aldea- rezaba a Dios, aunque fuera ateo. Hacía una promesa de no volver a ubicarse en situaciones difíciles si Dios le permitiese salir sano y salvo de aquel momento. Una vez más hacía la misma petición. Luego con el paso de los días, volvía a encontrarse en el mismo lugar como si hubiese olvidado aquella promesa y padeciera de amnesia.
Los viajeros como él que andan solos por el mundo sufrimos de una especie de masoquismo producido por la adrenalina. Se trata de la enfermedad incurable que es viajar solo y de modo "arriesgado". Pareciera ser que la vida "normal" no fuera suficiente para nosotros. Nos enriquecemos y alimentamos con ambos lados de la moneda del viaje: la clara y la oscura.
En palabras de la escritora francesa, Anaïs Nin: "Pospongo la muerte por la vida, por el sufrimiento, por el error, por arriesgarse, por dar, por perder." Y viajar solo por el mundo es eso mismo: arriesgar, no siempre salir airoso, pero ganar un saco de experiencias que nadie te quitará y te acompañarán para siempre.
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Soy periodista. También profesora. Y la odofilia ocupa gran parte de mis días. Sueño con lograr que mi escritura plasme metáforas de la existencia humana, así como lo hacía Ryszard Kapuscinski. Posiblemente por eso le haya dedicado un libro y gran parte de lo que escribo. Este blog es un intento por hacer que mis reportajes publicados en prensa, otros en el ámbito académico y algunos que hasta ahora he mantenido guardados en diarios de viajes por el mundo, sean asequibles y de alguna manera contribuyan positivamente en la existencia de quien los lea.
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