Because creativity takes TIME


Developing creativity takes time, risk – not magical inspiration
By Douglas Eby


R. Keith Sawyer on creativity, creative inspiration, psychology of creativity, developing creativity

Bathtub, bed and bus

Washington University psychologist R. Keith Sawyer says of one of the myths of creativity: “Many people believe creativity comes in a sudden moment of insight and that this ‘magical’ burst of an idea is a different mental process from our everyday thinking.

“But extensive research has shown that when you’re creative, your brain is using the same mental building blocks you use every day—like when you figure out a way around a traffic jam.

“In creativity research, we refer to the three Bs—for the bathtub, the bed and the bus—places where ideas have famously and suddenly emerged. When we take time off from working on a problem, we change what we’re doing and our context, and that can activate different areas of our brain.”

[From article The Hidden Secrets of the Creative Mind, Time mag. Jan. 8, 2006.]

Forget the myths

Asked for advice on being more creative, he says, “Take risks, and expect to make lots of mistakes, because creativity is a numbers game. Work hard, and take frequent breaks, but stay with it over time.

“Do what you love, because creative breakthroughs take years of hard work. Develop a network of colleagues, and schedule time for freewheeling, unstructured discussions.”

He adds, “Most of all, forget those romantic myths that creativity is all about being artsy and gifted and not about hard work. They discourage us because we’re waiting for that one full-blown moment of inspiration. And while we’re waiting, we may never start working on what we might someday create.”

Keith Sawyer is author of the book Explaining Creativity: The Science of Human Innovation.

¿Morphologie?


Durante mi última escapada a Barcelona en enero de 2011, una amiga me aconsejó crear un blog. ¨Se te hará mucho más fácil conseguir un trabajo y así tendrás tu obra en un sólo lugar. Todo el mundo lo hace¨, me dijo.

A pesar de ser una herramienta casi indispensable para cualquier escritor o periodista, por alguna razón a veces me cuesta un poco amoldarme a las tendencias. Y en realidad hasta hace poco la idea de crear un blog me causaba un poco de inquietud. Durante mucho tiempo me parecía una muestra de egocentrismo y/o narcisismo de algunas personas. Que si un auto-retrato en cada lugar donde voy, que si esta es mi vida perfecta, etc.etc. ¨Mis trabajos son míos y ¿para qué necesito un blog para decir lo maravilloso que me parecen y para que los lean y opinen extraños?¨ pensaba. Ahora que finalmente decidí sentarme y crearlo, le soy eternamente agradecida a esa catalana y me siento feliz de poder mostrar al mundo un poco sobre mis proyectos y mi pensamientos y me doy cuenta de que seguramente me había equivocado en un inicio.

Crear un blog conlleva un proceso. En la primera etapa piensas en la idea, el objetivo, y luego entras en detalles más particulares como el diseño o el nombre de la página. En mi caso el objetivo y diseño los vi claros desde el inicio. Quería reflejar una trilogía que se dividiera en: mis trabajos periodísticos, mi obra académica y mis piezas más personales como escritora y viajera. Luego lo fui moldeando un poco más hasta crear las tres páginas que encontrarán: Crónicas de viajes (2000-), Academia y Reportajes.

Siguiente paso: el nombre. Morphologie para mi representa también una trilogía. Es una palabra que contiene tres significados que se aplican a diversas disciplinas. En la lingüística se refiere el estudio de la estructura de formación de las palabras. En la biología es la forma de un organismo y en la arquitectura (diseño) se aplica también a las propiedades de la forma,pero de las estructuras. Morphologie es para mi un amalgama de mi redacción, que desde hace once años ha ido transformándose y moldeándose en algo nuevo, productivo y enriquecedor. El estudio de las palabras es una mis pasiones y la transformación que provocan en mí, posiblemente la razón de ser de este blog.

Espero que lo disfruten.

Cadaqués es...


Cadaqués es sin duda uno de mis rincones favoritos en el mundo. Hace poco regresé de haber pasado unos días en este pueblecito del l'Alt Empordà al extremo norte de la Costa Brava de Cataluña. Durante el año regular Cadaqués cuenta con una población fija de menos de 2.000 habitantes, aunque esta cifra fácilmente puede triplicarse durante la época veraniega. Ya es como la quinta vez que visito esta joyita preferida entre pescadores, artistas y viajeros en busca de turismo cultural y belleza natural mediterránea. Pocos son los lugares en el mundo que a pesar de ser tan pequeñitos han servido de inspiración para tantos artistas que comenzaron siendo anónimos y ahora figuran como íconos internacionales del mundo de las bellas artes. Matisse, Picasso, Duchamps, Man Ray, Max Ernst, André Derain y Salvador Dalí, son algunas de estas figuras, que al igual que yo, se sintieron fuertemente hechizados por el aura místico de Cadaqués.
En los cinco días que pasé ahora en Cadaqués, aquí les muestro cómo ocupé mis horas entre el mar mediterráneo, las estrechas callejuelas adoquinadas y sobre todo la difícilmente inigualable armonía natural...

Las mañanas solían comenzar con un paseo en lancha



Entre cuevas marinas, agua turquesa, verde y azul royal, mucha tramontana, golondrinas y veleros...

Tampoco faltaban los baños revitalizantes...


Luego, en la tarde solía ser el momento perfecto para ojear una revista de moda y dar sorbos a un mojito o un gin tonic...
Sobraban razones para dar paseos a orillas de la playa y por el pueblo...


Y ya cuando bajaba el sol y acrecentaba el hambre, llegaba la hora de la cena en la que no podía faltar la mesa del comedor al aire libre decorada con lámparitas de papel y velitas perfectamente ubicadas entre las piedras...



Y al día siguiente, lo mismo. Creo que nunca había disfrutado tanto de la rutina...




Kraków


Desde antes de haber aterrizado en Polonia, ya tenía una visita a Cracovia en mente. Kasia, apodo polaco de Katarzyna (Caterina), una amiga que conocí hace un par de años en Pamplona, me invitó a visitar esta ciudad donde vivió hasta hace poco y pasar unos días con ella.

Primera impresión al bajarme del tren (que dicho sea del paso fue una experiencia bastante intensa): ciudad grande repleta de gente joven, mucho estilo, salchichas y pretzels ¨homemade¨ por todas partes!

Este fin de semana pasado Cracovia fue la sede de uno de los conciertos más importantes de la época: el Coke Live Musical Fest, en el que Kanye West, Interpol, Kid Cudi, White Lies, The Cooks y otros grupos menos conocidos tocaron. La ciudad, por tanto, estaba repleta de gente (mochileros en su mayoría) que asistirían al evento. Para ahorrar dinero Kasia y yo decidimos pernoctar en la residencia de la Universidad de Cracovia... Una habitación doble (triple de hecho) con nevera, bares cercanos, mucho ambiente, etc. Dos noches nos costó apenas $30, asi que perfecto.

Pasar tres días en Cracovia, a pesar de que casi todas las agencias dicen que es el tiempo ideal, es en realidad bastante poco. Sí obtuve una buena sensación sobre la historia de la ciudad, pero aún me quedaron algunos lugares por visitar (Auschwitz en particular...)

Un resumen de algunas cosas que hicimos...

1. Comer kielbasas por montones!
Una de las primeras paradas fue este kiosko con la mejor comida! En una paellera enorme tenían carne de cerdo, en otra papas típicas polacas, en otra pierogi (¨dumplings¨ polacos rellenos de mil cosas), también setas, vegetales, varios tipos de panes diferentes y en la parrilla, mucha carne obviamente: pinchos, salchichas de diferentes tipos, churrascos, etc.
Probé casi todo y estaba verdaderamente exquisito. Y obviamente para pasarlo todo, una piwo (cerveza de barril) a menos de un dólar!

2. Caminar y explorer el Rynek, o plaza principal, con sus carruajes, torres, castillos, mercados de antiguedades y artefactos judíos, iglesias y más iglesias...



3. Ver MUCHAS novias, despedidas de soltera y bodas

4. Tomar cerveza oscura de barril en bares ¨underground¨

5. Preparar kanapki (sandwiches) de kielbasa y queso y sentarnos al aire libre a escuchar música folclórica y ver gente con vestidos tradicionales de la montaña...


6. Monchar pierogi con batidas de yogurt en cafeterías comunistas,
sopas húngaras picantes y brutales...
y más kielbasa!!!

7. Visitar Kazimierz, la zona judía, con sus veintemil sinagogas, cementerios, barcitos pintorescos y sus coloridos mercados de ropa usada, frutas y verduras...

y tomar una cerveza de barril y comer raspberries por montones en barcitos al aire libre

Cracovia rockea!!!

Wrocław



Llevo 75 horas en Breslavia, la cuarta ciudad más grande de Polonia, capital de Silesia, al suroeste del país. El nombre políticamente correcto en español es Breslavia, aunque la ciudad tiene mil nombres. En polaco se conoce como Wrocław, aunque se pronuncia Vrótsuav. En alemán es Vratislav, para otros, Breslau. En checo es Wratislavia. En húngaro, Boroszló. Y bueno, así por el estilo. Casi igual de complicado también resulta hablar, leer o entender cualquiera de estos idiomas, en particular, el polaco, pero lo importante es intentarlo... algo que llevo 3 días haciendo, con mucho empeño y a mi juicio, bastante éxito.



No creo que muchas personas fuera de estas longitúdines conozcan o hayan pisado Breslavia. Es bastante apartada de la capital y además de ser un centro económico, cultural y académico, ya que en ella se encuentra una de las universidades más prestigiosas del país, pues casi pasa desapercibida fuera del territorio polaco.

A pesar de esto resulta ser un lugar bastante interesante y para mí más aún por ser la primera vez que aterrizo en Europa del Este. Los rostros de los locales también son interesantes. Nada similar a lo que mis ojos se han acostumbrado. Hay mucho estilo en la calle, muchas bicis. Cuerpos largos, melenas a lo Durán Durán, algunas afeitadas sólo de un lado, otras pintadas naranja neón. Las mujeres por lo general son guapas; los hombres, por otra parte, suelen tener unos rasgos muy particulares. Pómulos altos, caras cuadradas, pieles casi transparentes, narices redondas, hay de todo un poco. Lo que sí puedo decir con certeza es que en 75 horas que llevo aqui todos comparten una cosa: la amabilidad. Aún no me he topado con alguien que no haya querido ayudarme y eso es bonito, además de un enorme alivio (especialmente cuando llevas seis horas caminando y no aguantas los pies).



Geográficamente hablando a Breslavia la cruza el río Oder y parece en el mapa como si estuviese formada de diferentes islitas. Culturalmente hablando, por lo que me han contado, parece albergar cientos de estudiantes internacionales. Sin embargo es verano, muchas personas están de vacaciones y con excepción de un par de africanos, algún grupito de indios y dos o tres turistas italianos en busca de pasta, tengo la sensación de ser casi la única no-polaca que camina por la calle. Asimismo, casi nadie habla inglés y digamos que si lo hablan, la mayoría se limita a una docena de palabras. Hasta ahora he intentado pasar bastante desapercibida y creo que lo he logrado. Hablo poco y si suelto alguna palabra, intento que sea en polaco. De igual manera me responden.



En estos 3 días he caminado tanto. Me he perdido cientos de veces. He tomado el tram en casi todas las direcciones. Los autobuses también. Y siempre haciendo el máximo esfuerzo, con la gran ayuda de un librito que cargo, de comunicarme con los locales. Conocí Rynek (Market Square) y fue amor a primera vista. No encontré ni un sólo papel tirado en el suelo. Con excepción de dos o tres rumanos, tampoco hay deambulantes. Además, ¿quién pensaría en Polonia como un país colorido? Pues esta plaza se distingue especialmente por su arquitectura casi sacada del cuento de Hansel y Gretel, capaz de sorprender a cualquiera. Asimismo, alberga docenas de locales súper novelescos, cada uno pintado de un color diferente. Para cada gusto encontrarás algo, desde comida india, italiana, vietnamita, hasta gastronomía tradicional polaca, alemana, checa, ensaladas que hacen aguar la boca, cerveza, helados de mil y un sabor, frutas suculentas, cappuccinos. Tu pide que hay y lo mejor es que te sirven cada plato (fresco, orgánico) con una sonrisa y un ¨Proshe¨. Otra ventaja es que a diferencia de otros países de Europa Occidental, NADIE te dice a la hora que debes comer. Olvida la siesta y los precios ultra caros. Siempre encontrarás algo para disfrutar y saciar el ratito o una excusa para sentarte en una terracita (ahora que el clima está perfecto) y gracias a que aún no ha llegado el euro a estas tierras, los zlotys se han convertido en mi mejor amigo.

Hasta ahora... ¿Polonia?
Una palabra: BRUTAL

Do widzenia!!! Hasta la próxima...

Última parada...Kathmandu



Finales de julio, 2008

Se acerca el final de este viaje que comenzó en Nueva Delhi y concluirá en Kathmandu. Ha sido sin duda una de las mejores y más coloridas trayectorias de mi vida, que ha durado poco más de un mes. Ayer salimos de Lumbini, el lugar de nacimiento de Buddha y una de las primeras ciudades fronterizas con India, como a las 8am, en un microbus. El viaje y el paisaje me encantaron. Se nota la diferencia enorme entre India y Nepal. Brutal, brutal. El aire que se respira aquí es puro. No hay basura en todas partes y la pobreza tampoco es tan marcada. La tierra ha sido sustituida por campos y verdor. La gente es bonita. Tienen caras diferentes: ojos achinados, pieles curtidas, parecen balineses. La gran mayoría son hindúes, aunque también se ha difundido bastante el budismo. Los ajuares que visten las mujeres son bastante parecidos que en India. Muchos saris, bindis y colores radiantes. Todas sonríen. De Lumbini a Kathmandu recorrimos una enorme cordillera de montañas. Follaje. Espesura. Arrozales. Mucha tierra y poca gente. Parece una gran paradoja encontrar este lugar después de haber recorrido todo el norte de la India, que a pesar de compartir un confín, no se asemeja en practicamente más nada a estas tierras.

Hacemos una parada para almorzar en una pequeña cafetería al lado de la carretera. Techos de paja. Aire libre. Primer plato nepalí, el mismo para todos. La comida es menos pesada que la india, aunque casi igual de picante. Simpatizo con la cocinera y logro convencerla para tomarnos una foto.

Continúa el viaje. De repente vemos una conglomeración de personas al lado de la carretera. El conductor del microbus nos dice que la noche anterior cayó por el precipicio un autobus que transcurría entre Lumbini y Kathmandu. Han muerto una decena de personas atrapadas. A pesar de estremecernos es algo que ocurre con bastante frecuencia, nos dice. De noche el camino es oscuro, no hay luces que sirvan de guía por las curvadas y estrechas carretas y a menudo los choferes se duermen. Nos detenemos para bajarnos del autobus y ver la tragedia.


Ya siento ansiedad y me muero de ganas por llegar. Hemos pasado 8 horas sentadas...
Entramos a Kathmandu por fin. Llueve mucho. Hay bastante actividad en la calle, pero la visibilidad es poca por las condiciones del tiempo y estoy agotada (y con menos capacidad observadora) por el viaje. El microbus nos deja frente al hotelito donde nos estaremos alojando. Dejamos las mochilas dentro y decidimos darnos un paseo por la Plaza Durbar en el centro de la ciudad.

¡Me encanta este lugar! Calles adoquinadas y estrechas. Aire fresco como el que se siente en la sierra peruana. Se percibe la altura y la sensación de perpetua anglomeración de humanos que habíamos experimentado en India durante todas las pasadas semanas, ha pasado a la historia. Hay muchísimas tienditas chulas y ya no somos las únicas turistas. Tiene un parecido a Tailandia, este lugar. ¨Hippy trekkers¨ que comienzan su ascensión himalaya y mochilas Northface se venden por todas partes.

Me quedo maravillada con la joyería en las estanterías. Turquesa, plata, piedras preciosas. En otras veo pashmina, telas artesanales, ropa étnica, casi toda de invierno. Hay también cientos de bares repletos de turistas de todas partes del mundo, sin embargo, su presencia no me molesta. De las terrazas escucho reggae y canciones populares que conozco. Un ambiente mellow; me encantó el vibe, de verdad. Compré unas pulseras de plata con turquesa super baratas y al rato entramos en uno de los bares.
Nos sentamos en la terraza en el segundo nivel. Mesas de madera alargadas, estilo banco, donde alguien que no conoces se te sienta al lado. Pedimos una cerveza en botella grande y nos la dividimos.
Nos pasa un iraní por el lado y se sienta. Intenta montarnos conversación. Lleva viviendo en Kathmandu unos meses. Nos habla del hachís nepalí, su aroma, textura y lo popular que es. Nos quedamos hablando un rato con él y luego decidimos continuar el recorrido.

Llegamos a Rum Doodle, un bar-restaurante bastante popular entre viajeros. Ahí nos encontramos con el grupo con quien habíamos compartido en India. Siento felicidad. La pasamos super bien entre cerveza y comida rica. Al final decidimos dejar nuestra huella, literalmente, colgando nuestras fotos (las mismas que nos habíamos tomado para sacar el visado de India) en una pared del local.
De ahí seguimos la marcha hasta llegar a Reggae Bar, otro local que me habían recomendado unos chicos catalanes que conocimos en Varanasi. Lo encontramos con facilidad y en la puerta había que dejar los zapatos. Nos aproximamos a una mesita, todo en madera y ahí estuvimos el resto de la noche. Escuchamos reggae nepalí en vivo. Brutal. Bailé sin poder contener la alegría y tristeza a la vez, ya que sabía que esta parada marcaría casi el final del viaje. Dos piñas coladas y varias cervezas más tarde acabaría nuestra primera noche en Kathmandu.



Una mirada al mundo