Iolanta


En una casa de dos plantas en el pueblo de Zgorzelec vive Iolanta. Tiene 56 años, es maestra jubilada y madre divorciada. Su hijo menor, Xavier, me llevó con él a pasar un fin de semana con su madre entre nieve, chimeneas, animales salvajes y vida de pueblo polaco. Dos noches, tres atardeceres y 58 horas me bastarían para escribir varias historias. Esto es un intento por contar un poco lo que experimenté en carne propia durante este corto tiempo y lo que muchas personas en pequeños pueblos en el centro de Europa viven a diario. Desde 1985 Iolanta habita en la misma casa de madera. Crió a sus cuatro hijos en este hogar y aunque años más tarde se marcharían los cuatro a recorrer los caminos de la vida, Iola, ha decidido permanecer en esta casa que fue construida en 1905 y antes y durante el comunismo se utilizó como una escuela.
Cuando sus hijos y quien fuera su marido compartían la casa había calefacción central. El techo estaba en buenas condiciones. Su ex marido trabajaba como técnico de veterinario y sus hijos: Ola, Karolina, Krzysztof y Ksawery pasaron una niñez bonita. Jugaban a deslizarse por la nieve en trineo o en patines, ayudaban a su padre a cuidar animales y heredaron de sus progenitores el amor por los perros, los gatos y otras criaturas exóticas como monos y aves salvajes. Recuerda Xavi que en una ocasión unos vecinos llamaron a su padre para avisar que había entrado a su establo un búho herido. Andrzej, el padre, se ocupó del ave y al día siguiente con la ayuda de su hijo menor, manejaron en carro hasta la frontera con Alemania, porque en ninguna otra parte podían conseguir la ayuda necesaria para curarle el ala al ave. ¨Le pusimos una bolsa de papel sobre la cabeza para que no se asustara y lo llevé sentado en mi falda durante todo el camino. El búho era enorme y cuando llegamos al control en la frontera, los policías nos preguntaron qué llevábamos... luego nos dejaron ir¨, cuenta Xavi.
Desafortunadamente las historias idílicas no durarían mucho para la familia Dobrowolski. Poco después Iola y Andrzej se divorciaron y cada uno partiría por su propio sendero. En 2007 un huracán atravesó por Polonia y destruyó gran parte de la infrastructura, incluyendo el techo de la casa #41.¨Decidí jubilarme después de ser maestra de biología durante 25 años, tomé unos préstamos del banco para reparar el techo de la casa, y bueno, digamos que los tiempos no eran los mejores¨, expresa Iolanta. Todo parecía derrumbarse junto con su hogar y Iola decidió partir. Una amiga que se había trasladado a Irlanda la invitó a quedarse con ella, para ayudarla a cuidar a sus hijos y ahorrar algo de dinero. Aunque en un inicio pensó quedarse sólo unos meses, terminaría trasladándose durante un año y medio. ¨Los primeros días eran horribles¨, recuerda. ¨Sobre todo por el idioma...pero bueno, luego trabajé conmigo misma. Comencé a estudiar yoga y tai chi y me ayudaron a estabilizar mi vida, cambiar mi actitud¨, expresa. Algunos meses más tarde publicó un libro guía de Glendalough, el pueblo donde vivió, trabajó en varios lugares: una tienda orgánica, en una cafetería... y comenzó a interesarse más por las prácticas orientales y el arte de dar masajes. Cuando llegó el fin de su estadía en Irlanda, Iolanta era ya una mujer cambiada. Regresó a la casa número 41 de la puerta azul, chimenea en el centro de la sala y techos de forma empinada y decidió emprender otro capítulo.

La vida que lleva Iola es dura, pero ella la considera enriquecedora. A las 6 de la mañana ya está en pie. No puede dormirse en las pajas ni un momento. Aunque ahora vive sola con sus tres mascotas (2 perros y un gato), debe ocuparse por mil y una cosa. La noche anterior deja preparada la madera para la chimenea. Debe recoger agua en baldes, algunos para la cocina y otros para el baño, por si se congela la tubería en la noche. Almacena 100 kilos de papas en la alcoba por si en los frios meses de invierno se le hace dificil conseguirlas. Pasea a sus perros aunque la temperatura afuera esté en negativo treinta grados Celsius. Y encima de todas las tareas domésticas, continúa siendo una mujer trabajadora y profesional. Pertenece a dos asociaciones: Euroopera (encargada de difundir el legado del filósofo Jakob Bohme) y Topik (a favor de la protección de paisajes y recursos naturales) y encima de todo también está montando un nuevo proyecto: su propio gabinete de masajes y salud holística en la primera planta de su casa.

En dos días Iolanta me enseñó a...

Preparar pan polaco (entre otras ricas recetas)


Disfrutar los días de frio intenso, cielos azules y caminatas perrunas


Estar siempre pendiente que hubiese madera en la chimenea


Deleitar un té de frutos silvestres y la blanca vista desde su cocina


Observar pájaros exóticos desde la ventana

Y a descubrir otras formas de vida tan diferentes a la mía. Por eso y mucho más, le soy agradecida...

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