Necrópolis


Abro una página de Necrópolis al azar. Encuentro dos estrofas que hablan sobre recorrer el centro comercial más grande del Caribe. Y la satisfacción que se siente ante no comprar absolutamente nada.

Inconsumo es libertad

Así termina uno de los poemas del primer libro de poesía de Eduardo Lalo, que lleva de título el nombre de un enorme y antiguo cementerio. No soy su fanática número uno ni mucho menos. En realidad apenas conozco la obra de este escritor quien internacionalizó su nombre tras ganar el premio Rómulo Gallegós hace un par de años. Sin embargo, acabo de regresar de la presentación de su primer poemario.  Angel Darío Carrero, un cura intelectual, también poeta, lo presentó esta noche y cuenta que su amistad se basa en alimentarse mutuamente de poesía y literatura

La poesía de Lalo parece compartir toda un mismo rasgo. La insatisfacción y el enojo ante el status quo que reina en nuestra isla. Esa rabia producida por el colonialismo, por la inacción e incompresibilidad de la sociedad ante quiénes somos y hacia dónde vamos, hacia el gobierno, ante nosotros mismos. Esa impotencia ante lo mundanamente puertorriqueño. Su poesía se adorna de grandes hipérboles coloniales que le recuerdan que posiblemente se encuentre en un sitio equivocado. Que esta no es tierra de poetas. Y por eso se ha convertido en sepulturero dentro de esta gran Necrópolis, como lo ha dicho él mismo.

A pesar de no compartir muchos de los ideales con Lalo, creo que nos ata una misma característica además de esa impotencia, y es el arte.  Esta noche dijo que el arte para él, en este caso la poesía, existe por tres razones fundamentales: la supervivencia, la resistencia y sobre todo, el placer. Se trata de construir algo duradero para generaciones venideras. Arte para escritores es precisamente ese contacto radical con las palabras y el silencio.

Lalo elige la poesía y la literatura como instrumentos para renunciar a esa mundanidad que tanto le perturba. Yo por mi parte, elijo la realidad.  Pero entre los dos, compartimos esa ansiedad por las páginas en blanco y esa magia que se produce al elegir el momento perfecto, la imagen sin corroer, la palabra justa.

Grabar para el mundo lo que el mundo le ha hecho a nuestras mentes...

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