Visa para un sueño



En la Avenida Piñeiro en Río Piedras, cuelga de un poste un letrero monumental que anuncia los servicios de una abogada de inmigración. El fondo del rótulo es blanco y las letras, rojas. Es enorme y llama la atención de cualquier conductor. A diario llaman a este número de teléfono docenas de extranjeros: dominicanos, guatemaltecos, cubanos, alemanes, españoles, chinos... Todos andan buscando una visa para su sueño de quedarse a vivir en esta isla. Algunos por amor, otros por negocios o estudios- pero todos, por el momento- buscan visa para no volver. Tal vez hayan llegado de Nueva York o de otro estado, o tal vez sea la primera vez que hayan pisado suelo estadounidense. Cada caso varía. Aunque todos comparten esa tensión, el enorme dolor de cabeza y el gran agujero en el bolsillo que resulta el complicado y costoso procedimiento burocrático y legal de tener que solicitar los papeles

Nosotros los boricuas, por suerte, en la gran mayoría de los casos, no hemos tenido que pasar por esta hazaña. Existen más de 170 países que para el ciudadano americano son visa-free. Podemos ir y venir de casi cualquier parte del mundo como turistas, en viaje de negocios, por estudios, o por amor, sin tener que solicitar ningún tipo de papeleo. Se nos permite, en gran parte del globo, permanecer en cuanto país se nos antoje por lo menos durante noventa días. Solicitar una visa no conforma nuestro pan de cada día como a tantos otros ciudadanos del mundo. 

Tengo una amiga querida en Bangladesh que para cada puente que cruza, debe tramitar un salvoconducto. Se pasa varios meses al año entre la gestión, el envío de dinero y llenar los formularios. Otro amigo de Ucrania que intenta terminar su doctorado en Polonia, se enfrenta a la necesidad de tener que salir de suelo europeo cada cierto tiempo para que le extiendan el visado. Conozco también a una enorme cantidad de suramericanos y centroamericanos en la isla que han optado por casarse con amigas o conocidas para conseguir la ciudadanía. Por internet cada vez existen más páginas web que conectan al inmigrante con una pseudo-esposa que a cambio de la ciudadanía, recibe un cheque personal por su negocio. En Cuba, por otra parte, los jineteros trabajan arduamente día y noche para enamorar a una extranjera que les rescate y saque de su tierra. El matrimonio con un foráneo equivale, pues, a una visa para un sueño.

En el caso de los puertorriqueños, no obstante, sí existen naciones donde por ser americano, te requieren un visado especial para permitirte incursionar durante algunas semanas en ese país, ya sea como turista, estudiante o negociante. Entre esta lista se encuentra: Brasil, Afganistán, Algeria, Angola, China, Cuba, Israel y también, India, entre algunos otros. Se trata de una medida karmática que han empleado los gobernantes de estos países en respuesta a los visados que se les requieren a ellos para pisar suelo estadounidense. En el caso de la India, país donde viajaré por segunda ocasión dentro de algunas semanas, las restricciones han apretado en los últimos años. Ahora, por una parte, se permite que el turista tramite su visado por internet en el caso de permanecer hasta treinta días en el país, y si fuera a extenderse por más tiempo, como es mi caso, tiene que procesar toda una lista de documentos y tarifas que ascienden los 120 dólares.

Por tener dos pasaportes y doble ciudadanía (americana y británica) tengo suerte en todo lo referente a formalidades y trámites burocráticos de viajes. Aunque en esta ocasión el envío del pasaporte y todas las gestiones que requería este salvoconducto, sí me ocasionaron dolores de cabeza- no puedo quejarme. A diferencia de la mayoría de personas que viven sobre nuestra tierra y prescinden de un documento oficial para donde quiera que vayan- mi caso solo lo requiere para unos pocos. 

Ser boricua implica no conocer ni tener una mínima idea de lo difícil que se les hace a los inmigrantes jugarse la vida para obtener una visa para su sueño. Para estas 30,000 personas anuales que recibe nuestra isla, ese salvoconducto equivale a un sueño que esperan permita mejores condiciones de trabajo, un mejor sueldo, mejor calidad de vida y remesas para sus familias. La visa personifica esa llave que les permitirá alcanzar la posibilidad de rehacer sus vidas.  Pero no todo es color de rosa, pues para muchos se trata de un afán imposible de alcanzar. Se les deniega la entrada, son deportados, no cuentan con el apoyo económico o de sus familias, o enfrentan muchos otros obstáculos.

La visa para mi sueño ya la obtuve, pero la de muchos otros inmigrantes- en su mayoría anónimos- jamás llegará.

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