Los lunes volvieron a ser como antes

Saudade es una palabra que usan los brasileros mucho. La pronuncian cada vez que quieren expresar una sensación parecida a la nostalgia, la añoranza y los sentimientos de vacío que provocan la partida de algo en la vida. No existe una sola palabra en español para definirla. La saudade se siente, no se define. Es una ausencia que incomoda y pesa en el alma. En la saudade yace también un poco de rabia. Es nuestra alma pidiéndonos a gritos volver a un momento preciso, a una situación que ya aconteció. Es también el precio que se paga por vivir momentos que nunca se repetirán. Que recordarás para siempre.
Los lunes volvieron a ser como antes. Antes cuando no habías llegado. Cuando salía del trabajo de noche y regresaba a casa donde no se escuchaba nada aparte de los gritos vociferados del predicador a través del altoparlante. El mismo predicador que perseguimos en la calle aquel día. Que llamamos a la policía para quejarnos porque invadía nuestra paz. La guarida de sosiego que construimos en este tiempo que estuviste aquí. Casi medio año que jamás olvidaré. Que estoy segura que que tú tampoco. Ahora ya te has ido. Ineludible y tan desprevenidamente. Ni pude despedirme, ni verte por última vez. Porque la vida es así. De misterios existimos, crecemos, somos.
Pareciera que después de la calma siempre tenga que invadir la desarmonía. Nada puede ser perfecto. Ni casi perfecto. Pero nosotros sí lo fuimos, o por lo menos, creíamos serlo. Hasta que te arrancaron de este sueño sin piedad. Sin razón, sin señal, ni aclaración. Enigmas que lanza el universo en nuestro camino para que uno los reconozca y pueda superarse un poco más. Amarga melancolía es lo que me arropa hoy. Cuando estabas aquí, llegué a acostumbrarme al predicador. Ya ni lo escuchaba, ni me molestaba. Ahora que tu ausencia me estrangula, me saca de quicio más que nunca. ¿Cómo haré para dejar de importarme todo, así como lo hacía cuando estabas tú? 

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