Vidas Únicas- Sylvia Avín, horticulturista



Compone escala, ritmo y balance en la naturaleza. Enlaza su conocimiento sobre horticultura y su apreciación artística para desarrollar paisajes de acuerdo a las necesidades de una comunidad. "El contacto con los árboles propina paz y hace que te olvides de todo", dice con una pequeña sonrisa entre dientes.
Sylvia Avín, una asturiana que llegó a la Isla hace treinta años es paisajista de profesión y bonsaísta en su tiempo libre. Desde pequeña siempre disfrutó pasando horas en contacto con la naturaleza. Los recuerdos más vivos de su niñez son aquellos subiéndose a los árboles con pantalones rotos y enfangados y ayudando a su hermana mayor a cultivar dalias y geranios en un jardín que tenían en la finca de su casa. Además de las plantas, los animales también le apasionaban, sin embargo optó por cursar una carrera en contabilidad, impulsada por su padre, quien era banquero.

A la corta edad de 23 años conoció a su futuro esposo, un cubano que se había exiliado en España a los 15 años. La pareja formalizó su unión poco después en la Gruta de Covadonga, un santuario católico en medio de la naturaleza asturiana. En 1979 visitaron Puerto Rico durante unas vacaciones, después de vivir en Miami por un tiempo. Quizá por el verdor de la Isla y por abundar en ella tantas especies de ficus y palmeras, quizá por la hospitalidad de los locales- Sylvia y su esposo no dudaron en que habían encontrado en este rincón del mapa, un nuevo hogar.

Impulsada por su interés por conocer todas estas nuevas especies de plantas exóticas, Avín optó por formalizar sus conocimientos sobre el paisajismo en la Universidad del Sagrado Corazón, donde cursó estudios en jardinería y diseño. Un día paseándose por Plaza las Américas divisó desde lejos una exhibición de árboles en miniatura organizada por el Club Bonsái de la Isla, una organización sin fines de lucro que reúne a aproximadamente 200 admiradores de esta práctica de origen japonés. Por medio de sus lecturas sobre horticultura, Sylvia conoció el arte de cultivar árboles en miniatura, y cómo reducir el tamaño de estas plantas mediante técnicas meticulosas y un cuidado especial que toma alrededor de cinco años para moldear la forma del tronco y hacer que ramifique más fácilmente.

Dispuesta a conocer más, decidió unirse al grupo y al esfuerzo de difundir esta práctica, ya que para ese momento los bonsáis no eran muy conocidos en la Isla. "Cuando comenzamos con el Club tuvimos que educar mucho a la gente ya que casi no existía información acerca de la miniaturización de árboles tropicales y Puerto Rico cuenta con al menos sesenta especies de árboles que pueden ser cultivados como bonsáis", afirmó Avín.

En la actualidad Sylvia ocupa el puesto de Presidenta del Club y junto a otros compañeros de la entidad ha organizado talleres educativos en penitenciarías, escuelas y otras instituciones. Una de las experiencias más gratas que recuerda fueron unas clases sobre la técnica básica de este arte japonés, que impartió con niños impedidos en la Sociedad de Educación y Rehabilitación de Puerto Rico (SER). Isaac, un niño de 13 años, quien a pesar de encontrarse en una silla de ruedas y padecer de un limitado movimiento en sus extremidades, logró aprender a cuidar y preparar un bonito bonsái que luego exhibió en la exposición anual del Club. "Tenía una fuerza de voluntad y un admirable deseo de aprender que llamaba la atención", expresó Avín.

En 2003 junto a sus compañeros del Club viajó a Japón para presenciar el Kokufu-ten, la exhibición más grande de bonsáis del país. En adición visitó varios jardines zen, o contemplativos, decorados con piedra gravilla y siguiendo un modelo minimalista y bonkei, o paisajes creados con plantas secas. Con la misma intención de ampliar su inspiración paisajista Sylvia también ha viajado a China, Taiwán y Hawái, entre otros países.

Igual que para muchas otras personas, esta amante de la naturaleza encuentra en el paisajismo y el arte de crear bonsáis, una terapia de paz y satisfacción. En su hogar posee cerca de ochenta especies de estos pequeños y exóticos árboles. Hasta hace poco cuidaba de un flamboyán en miniatura de 18 años que ganó el primer premio en la exhibición anual del Club de Bonsái. ¿Cuál es el secreto detrás del cultivo y la preparación de estos arbolitos? Según Avín, la clave está en una rigurosa fusión de disciplina y cuidado. Algunas de las técnicas que ha aprendido bajo la instrucción del Sr. Adán Montalvo, fundador del Club, han sido recogidas en un libro de fotografía y cuidado de bonsáis titulado "Bonsái en Puerto Rico". Sylvia ha ayudado a coordinar y editar esta obra que será publicada prontamente y espera que obtenga reconocimiento en la Isla. Otra de sus metas a corto plazo es poder continuar desarrollando proyectos de diseño paisajista como el que actualmente lleva a cabo en la urbanización Los Paseos, en Guaynabo, en el que fusiona sus influencias europeas, orientales y caribeñas.

Vidas Únicas- Jorge Marrero, músico


Lleva dos terceras partes de su vida viajando por el mundo, creando compases musicales y compartiendo los mismos escenarios que algunas figuras como Eddie Palmieri, John Belushi y hasta Jimmie Hendrix, a quien presenció brevemente en un concierto un mes antes de morir. Según José "Pucho" Marrero, quien comenzó su trayectoria como bajista en la década de los ‘60, influenciado por los ritmos del rock n’roll, el jazz y la salsa, ha vivido una vida "al estilo de trovador medieval", compartiendo sus ritmos con públicos internacionales. Ahora se dedica a peregrinar entre Lisboa, donde reside hace cinco años, San Juan, su patria, donde aún continúa tocando con grupos musicales y otros destinos más lejanos como Tailandia y Japón, donde disfruta viajar con su actual pareja.

De su padre, un catedrático de la UPR y a su vez poeta y cantor, heredó el legado bohemio y musical, que también comparte con sus otros dos hermanos. Marrero recuerda cómo de pequeño se pasaba tardes enteras en el teatro de la Universidad presenciando los ensayos de Pablo Casals, mientras su padre corregía exámenes en su oficina. "Cuando llegaba de la escuela me ponía a escuchar la radiola de mi abuela o la vellonera del negocio de abajo. Era la época de Bobby Capó, Myrta Silva, Rafael Hernández y yo me sabía todas las canciones", rememora. En la escuela superior, Pucho, como le conocen desde niño, comenzó a tocar guitarra y más tarde cambió al bajo y se integró a un grupo llamado "The Spiders". Sus primeros ritmos replicaban el rock n’ roll de los Beatles y Elvis Presley.

En 1972, el pueblo de Vega Baja albergaría a miles de hippies en el festival de rock Mar y Sol, donde Marrero y su grupo "La Banda del Carajo" fueron invitados a tocar. Pucho recuerda el primer festival de pop internacional de la Isla como uno inolvidable donde pudo tocar en el mismo escenario que grupos como B.B.King, Emerson Lake & Palmer, Rod Stewart y BIllie Joel. Poco después, Marrero se trasladaría al estado de Arizona, donde terminó su carrera universitaria en psicología, formó una nueva banda de rock y llevó a cabo giras musicales por todo el suroeste de Estados Unidos. "Nos pasábamos días enteros atravesando el desierto para ir a tocar un guiso", recuerda con alegría el bajista. Sin embargo, las largas horas de viaje en caravana, la mala alimentación y la vida de músico en gira no tardaría en desgastar a Marrero. En la ciudad de Tucson donde se instaló por un tiempo, localizó una cooperativa de productos orgánicos y comenzó a interesarse por la macrobiótica. Pasaría a trasladarse a Boston a estudiar esta ciencia que examina la salud y el alargamiento de la vida mediante dietas orgánicas, bajo la instrucción del doctor japonés, Michio Kushi, autoridad máxima de la macrobiótica moderna.

Entre cursos de shiatsu, meditación y cocina macrobiótica terminaría conociendo a Danielle, una profesora francesa, quien se convertiría en madre de sus tres hijos: Simon, Basile y Elisa. La pareja formalizó su unión en 1979 en Martha´s Vineyard, una isla al este del estado de Massachusetts, donde se asentaron durante un tiempo. Una comunidad musicalmente inspirada que residía en la isla unió a Marrero con figuras reconocidas como John Belushi, actor e integrante del grupo Blues Brothers y la cantante Carly Simon. En una ocasión, el bajista recuerda que fue invitado a tocar en la morada de la familia Kennedy. "El que más conocí fue a John John, el hijo de Kennedy. Era humilde, tranquilo y le gustaba mucho la música", menciona Marrero, sin darle mucha importancia.

Por otro lado, su hermano Jorge Evelio, quien estudió música en Berkeley, había fundado un grupo y buscaban un bajista para integrarse al conjunto e ir a tocar durante cinco años por Estados Unidos. Marrero aceptó y continuó su trayectoria de artista hasta que de nuevo sintió la necesidad de asentarse y "salvar mi espíritu de esta banda de locos", admite con una sonrisa.
En 1980, Danielle, quedaría embarazada y un mes antes de nacer su primogénito, la pareja decide instalarse en la ciudad de Toulouse. "Francia me salvó", dice Pucho, quien terminaría residiendo en el país durante veinticinco años.

En el ámbito de la música en Europa, se comenzaban a popularizar cada vez más los ritmos latinos, lo que llevó al bajista a unirse a otros músicos de toda Latinoamérica y a llevar a cabo giras por distintos países como Francia, Suiza, Holanda y Bélgica, entre otros. "Aquello era una fiebre. La música latina ya era conocida, el chachachá y el mambo…Bobby Capó tocaba por allá", expresa.

Entre fotos del pasado que muestran a Pucho luciendo un afro, chaleco de cuero y bajo en mano, el músico y aficionado a la macrobiótica, admite que está muy satisfecho con el rumbo que ha tomado su vida. Con relación a sus metas, espera poder grabar prontamente un conjunto de música original influenciada por Cortijo y su combo, Herbie Hancock y bomba y plena. ¿Cuál es el secreto de la vida para este bohemio que hace cuarenta y cinco años que no toma aspirinas? "Siempre regenerar tu ser… comer materia fresca y natural. Nada de habichuelas de lata", concluye con una pequeña sonrisa.

Vidas Únicas- Francisco "Ito" Serrano, músico


De primera impresión aparenta ser el típico roquero. Viste una camisa de cuadros con un parcho en el hombro. Lleva mahones desgastados y sobre su cabeza luce una cabellera rubia, rizada y despeinada. A pesar de haber compartido escenarios con numerosos talentos locales tales como Ednita Nazario, José Feliciano, Glenn Monroig y hasta Ricky Martin, en su interior demuestra ser un hombre introvertido, humilde e incluso tímido. En lugar de recurrir a su voz, parece sentirse más a gusto expresándose por medio de las cuerdas de su guitarra. Se le hace difícil soltarla y a menudo interrumpe una oración para sonar una pieza improvisada de blues o rock.

Francisco Serrano, alias Ito, lleva toda una vida dedicándose a la música. Comenzó su trayectoria como guitarrista a una temprana edad. Sus abuelos, quienes lo criaron en Arecibo, fueron los que le compraron su primera guitarra eléctrica. Con el paso de los meses, aunque apenas sabía afinarla, Ito ya era capaz de imitar las canciones que sonaban en la radio. Al terminar la escuela superior ingresó al Conservatorio de Música para completar un bachillerato en guitarra. Fue en aquel escenario donde comenzó a estudiar los repertorios clásicos de Beethoven y Mozart y fue relacionándose con muchos artistas de la música popular, quienes no tardaron en reconocer su talento.

Ito recuerda como al inicio de su carrera, un día lo llamaron para fungir como guitarrista sustituto para un documental en vivo a cargo del productor Millito Cruz. Cuando llegó al estudio de grabación se encontró con el Quinteto de los hermanos Figueroa, el trompetista y compositor Elías Lopés y otras figuras reconocidas de la música popular, cuyos repertorios conocía a la perfección. Cuando le entregaron la complicada pieza que debía tocar en vivo, le comenzaron a temblar las piernas. “Tenía claro que podía hacerlo, pero sin estudiar la pieza con tiempo, era otra cosa. Para mí era tremenda oportunidad tocar con esos maestros, pero tenía miedo de fallar”, expresa. El momento de angustia y nerviosismo duró unos minutos hasta que para su fortuna, justo en ese momento, se fue la luz en el estudio durante una hora. En ese tiempo Ito aprovechó la oscuridad para ensayar la pieza, que terminaría tocando con éxito. Este momento marcaría el inicio de su trayectoria profesional de la mano de reconocidos artistas como Lucecita Benítez, Cucco Peña, Yolandita Monge, Sophie y Danny Rivera, entre otros.

A pesar de haber sido formado bajo un modelo clásico, Ito confiesa que disfruta la música popular tanto como la folclórica. Como productor de importantes figuras de la música popular puertorriqueña desde la década de los 70, Serrano reconoce que el contacto directo con el artista no siempre resulta fácil. “El artista te elige a tí", dice, “por tanto tú eres el encargado de todo: la música, los arreglos, el equipo de trabajo, que todo salga bien en la tarima. Tu prioridad es hacer lucir bien al artista".

Este lema profesional lo carga consigo a todas horas, esté sobre un escenario o en un estudio de grabación. Como productor de discos, Serrano también ha compartido largas horas ensayando con músicos, editando repertorios y combinando el talento de las estrellas con su propio conocimiento y experiencia polifónica. "A veces el artista tiene una idea de lo que quiere producir y de repente cuando tienes todo, la persona cambia de pensar. Hay que improvisar mucho porque la mayoría de las veces se graba en vivo y hay que dar la cara”, expresa. Serrano admite que a pesar de dedicarse a este campo durante tantos años, aún siente adrenalina, tensión y nervios sobre un escenario.

El año pasado viajó a Oslo, la capital noruega, para la entrega del Premio Nobel de la Paz, que le sería homenajeado al Presidente Obama. En esta ocasión fue acompañado por su cliente desde hace doce años, el cantante Luis Fonsi, quien había sido invitado como el único música latino al evento. "Me tocó hacer el arreglo musical y cuando llegamos y vi aquél orquestón (la Sinfónica de Oslo) con su sonido impecable, el audio, las consolas, el video, todo… lo mejor que había visto en mi vida, pensé: No me voy a dar por vencido", expresa el guitarrista y productor. "Los vikingos no conocían a Fonsi", dice con una sonrisa entre dientes, "pero cuando lo vieron tocar, todo cambió, lucimos bien".

El país nórdico no ha sido el único destino donde ha viajado Serrano como productor musical. También ha recorrido países como México, Chile, Argentina y España, entre otros, acompañando a artistas en sus giras musicales. Cuando no está montado sobre un avión o un escenario, el músico dedica su tiempo a impartir clases en el Departamento de Música de la Universidad Interamericana, un oficio que también le apasiona. En sus horas libres, que admite no son muchas, trata de compartir el mayor tiempo posible con sus dos hijos adolescentes, jugando baloncesto y acompañándolos a sus prácticas. En el futuro espera poder continuar expandiendo su colección de guitarras y tal vez componer algún arreglo musical para la Orquesta Sinfónica. "Sentarme a crear una pieza exactamente como yo quiera, desde cero y sin ningún encargo, es algo que me encantaría hacer en un futuro", concluye sonriente.

Vidas Únicas- Ángel Cocero, arquitecto verde



"El cambio que quisiera ver en nuestra Isla es el desarrollo de la arquitectura sostenible, donde se logre una unión entre medioambiente, urbanismo e integración social", expresa el Arquitecto Ángel Cocero Cordero. El urbanista, diseñador, y a la vez, planificador es pionero en el diseño de edificaciones vanguardistas que integran la naturaleza en su espacio y utilizan y reciclan recursos naturales como el agua, el viento y el sol. La morada ultra moderna que comparte con su esposa, Beatriz y su hijo de tres años, Brián, fue diseñada bajo un modelo verde, o ecológicamente consciente. La misma se sostiene casi completamente por energía renovable. Utiliza calentador y placas solares, sensores de luz que prenden y apagan por sí solas, paneles de caucho que protegen la entrada del sol, agua reciclable que recogen de la lluvia para fregar las plantas y la parte norte de la estructura, por donde entra más fresco, está cubierta por ventanas. "Aquí tenemos el balance perfecto", dice con una sonrisa entre labios.

Cocero, quien nació en 1967 de padre español y madre puertorriqueña, se interesó por la arquitectura desde una muy temprana edad. Desde pequeño disfrutaba desmantelando carritos y juguetes y en el colegio se comenzó a interesar por la construcción de edificios. Recuerda la primera vez que vio el coliseo romano y despertó en él la iniciativa por diseñar y fabricar arcos con yeso, intentando imitar el emblemático anfiteatro. "Me interesó la arquitectura no sólo por la parte estética, sino más bien por lo tectónico, lo funcional", revela.

Persiguiendo su sueño de convertirse en arquitecto, cursó un bachillerato en este campo en la University of Syracuse, donde inició su interés por la relación entre las ciudades costeras y el mar, otra de sus pasiones. Completó una investigación sobre Aguadilla, uno de los pueblos costeros de Puerto Rico donde el centro y el mar son colindantes. "Lo que siempre me ha atraído es el concepto entre naturaleza y arquitectura, sea el mar, el río, el bosque, el viento", expresa. Sus pioneros hallazgos lo llevaron a convertirse en el único puertorriqueño que ha sido homenajeado con el premio "James Britton Award".
Más tarde, aún siendo estudiante, comenzó a impartir clases en la UPR de Río Piedras. Cocero no tardaría mucho en continuar sus estudios graduados e ingresó becado a la Universidad de Cornell, donde completó una maestría en Diseño Urbano y una sub-especialidad en Teoría y Crítica Arquitectónica. Durante este transcurso el joven diseñador investigó la relación entre la arquitectura y la política administrativa de tres localidades caribeñas: Cuba, República Dominicana y Puerto Rico. Su tesis mostró cómo diferentes movimientos políticos como el colonialismo, el comunismo y la democracia afectaron la construcción y el diseño de edificaciones. "Mientras que la cultura democrática destaca el individualismo y la diversidad arquitectónica, la dictadura comunista obligaba que la construcción y el diseño de edificios fuera igual para todos. Y eso crea una depresión social", explica.

Al regresar a Puerto Rico, Cocero evidenció algo que considera uno de los problemas principales en la isla: la falta de planificación en cuanto al uso de terreno. Sin embargo, entiende que aunque se trata de una problemática complicada y en muchas ocasiones políticamente controlada, recientemente ha comenzado a tratarse. Novedosos proyectos de urbanismo como el "San Juan Waterfront", que consiste en entretejer tres zonas costeras de la ciudad capital, son ejemplos de este movimiento urbanista.

En 1998 impulsado por querer continuar fomentando proyectos de arquitectura ecológica y sustentable, Cocero fundó su propia firma Cocero Cordero Architects. Su pasión por la relación entre ambiente, cultura, problemas sociales, política y arquitectura es evidente y lo ha llevado a involucrarse en numerosos proyectos de restauración histórica, diseño de comunidades especiales, residencias, hospitales, entre otros. El Museo Arqueológico Casa Portela de Vega Baja es uno de sus emblemáticos proyectos donde la arquitectura moderna se ve integrada con las edificaciones históricas. Junto con su equipo de trabajo, Cocero diseñó iluminación natural en el espacio y otros elementos de la arquitectura sustentable.

Como urbanista verde el arquitecto, quien recientemente obtuvo la certificación Leadership, Energy, and Environmental Design Accredited Professional (Leed Ap) que otorga la USA Green Building Council, dice haber madurado mucho en su campo y prefiere mantenerse al borde de la política y continuar avanzando en su creación de modelos verdes de vivienda. Su enfoque actual consiste en concienciar al público sobre la asequibilidad de convertirse en dueños de propiedades estéticamente atractivas y en contacto directo con la naturaleza. Con este prototipo de viviendas espera poder romper estigmas y moldes en el campo de la arquitectura, la renovación de recursos naturales y el diseño vanguardista. "No hay por qué pensar que por contar con menos presupuesto significa que no podamos integrar la naturaleza para crear un espacio donde uno no se sienta encerrado. Aún en la densidad debe haber un espacio de esparcimiento para lograr mayor integración social", concluye.

Vidas Únicas- Dr. Carlos Padín Bibiloni, ambientalista


Todos nos vemos perjudicados por los problemas ambientales que afectan a nuestra Isla, sin embargo, somos pocos los que dedicamos nuestra vida a cambiar la realidad de nuestro ecosistema. Carlos Padín Bibiloni, doctor en geografía, planificador ambiental y ecologista es pionero en su campo y una de estas personas, cuya misión y marco filosófico consiste en ¨contribuir a la solución de problemas ambientales, económicos y sociales que aquejan al país¨. La formación teórica y profesional de este cagüeño va más allá de la enseñanza ambiental hasta abarcar un marco holístico que incluye las ciencias naturales, la educación de niños y maestros, la sociología, el trabajo humanístico y la administración de empresas, entre otros.

Como fundador de la Escuela de Asuntos Ambientales de la Universidad Metropolitana (UMET)- única entidad a nivel graduado en Puerto Rico y el Caribe, cuyo enfoque consiste en el desarrollo de investigaciones y proyectos de iniciativa ambiental- el doctor Padín, lleva también 15 años ocupando el cargo de Decano. Él entiende que gran parte de la sustentabilidad de Puerto Rico arribará a medida que más estudiantes talentosos entiendan la pertinencia de las ciencias en sus vidas y se interesen por estudiar carreras en este campo. ¨El país necesita empresarios innovadores y la creación de empresas locales. Así Puerto Rico va a echar pa´lante¨, asegura.

Designado en 2001 como Secretario del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales por la Gobernadora de Puerto Rico, el doctor Padín lleva gran parte de su vida involucrándose en talleres de ayuda comunitaria. Los sábados ofrece adiestramientos a maestros en varias escuelas superiores de Caguas y Cataño sobre la importancia de difundir temas ambientales en sus cursos. Asimismo, junto a sus estudiantes ha creado talleres fuera del aula en los cuales se han establecido modelos de sustentabilidad ecológica para varias comunidades.

El barrio San Salvador de Caguas, hogar de unas 6,000 personas, es una de ellas. Aquí, el doctor Padín junto a su equipo identificaron tres proyectos eco-conscientes de cero impacto para el ambiente y disfrute de la comunidad que se presentarán próximamente en un plan estratégico: un jardín botánico, una plaza de mercado y un eco-hotel.

Para Padín, uno de los problemas más grandes que enfrenta Puerto Rico es la desigualdad y el desparramo social que se evidencia por medio del espacio territorial. Graduado de la Southern Illinois University con un Doctorado en Geografía, Recursos Naturales, Planificación y Manejo, una Maestría en Estudios Ambientales y otra en Planificación Ambiental de la Universidad de Puerto Rico, el geógrafo entiende que la solución consiste en ¨establecer comunidades abiertas, socialmente integradas, con parques, plazas y zonas habitables¨. A partir de un estudio que realizó para el Gobierno sobre la sustentabilidad para los usos del suelo en la Isla, menciona a Caguas como el mejor ejemplo de ciudad habitable, donde cada vez se celebran más actividades en el casco urbano, reinan los museos, jardines y se han creado espacios públicos verdes como ¨la plaza que ahora le pertenece al pueblo¨, expresa.

Según Padín, el problema consiste en que nuestra sociedad no sólo se ha vuelto más desigual, sino también más individualista y consumista. ¨Debemos cambiar nuestros estímulos y entender que no todo se resuelva consumiendo. A medida que la ciudad se hace más habitable, la gente saldrá de los centros comerciales y comenzarán a utilizar las plazas públicas para conversar y compartir en lugar de consumir¨, afirma.
Con relación al manejo de desperdicios sólidos, Puerto Rico, señala el planificador y geógrafo, ¨está ante una gran crisis con relación a este tema y no se le está dando atención¨. Con un consumo de casi cinco libras diarias por persona (más que Estados Unidos, Europa y América Latina), la clave dice Padín, recae en tres estrategias: reducir el alto consumo, aumentar el reciclaje y entrar en uso de nuevas tecnologías.

Otro de sus proyectos consiste en estimular el desarrollo de negocios de corte ambiental y como parte de su programa Eco-Empresas, que fomenta la creación de industrias verdes, es decir, aquellas que estimulen el uso de energía renovable, la agricultura ecológica, transferencias de tecnologías y métodos de reciclaje, entre otros, se están designando fondos gubernamentales y de la National Science Foundation para incentivar estos esfuerzos. Orgulloso de sus estudiantes, Padín expresa que son ellos mismos los autores de tesis de maestrías tan prácticas e innovadoras en las cuales se evidencian el uso de tecnologías vanguardistas en la producción orgánica de diesel y el uso de materiales reciclados que podrían aplicarse en un futuro en Puerto Rico.

Junto al aumento de reciclaje y métodos de energía renovable, la conservación de nuestros preciados ecosistemas, como por ejemplo el Corredor Ecológico, que según Padín constituye ¨una pieza fundamental del desarrollo económico del país¨, atraeremos mayor actividad turística para la isla.

Su meta principal, sin embargo, continúa siendo la misma: ¨Para mí continuar buscando oportunidades para que los estudiantes prosigan sus estudios doctorales y seguir estimulando nuevos talentos y nuevos científicos que contribuyan al país, es un logro personal¨, concluye.

Vidas Únicas- Sr. Albert Riddering, líder de los Boy Scouts


Publicado en El Nuevo Día
25 de octubre de 2010



El año 2010 marca el centenario de los Boy Scouts of America y las insignias de la camisa de Albert Riddering son una de las muestras más fehacientes de su reconocimiento como líder y pionero de este movimiento durante casi siete décadas. El primero de estos parches es una estrella que le otorgó su tropa en el estado de Michigan, donde nació en 1918 y representa el ascenso al cuatro rango del escultismo que obtuvo a los quince años. El segundo parche lo identifica como caudillo del Concilio de Puerto Rico, mientras que los otros reconocen su compromiso con campamentos de tropas escuchas en varios países de América Latina y Estados Unidos y con grupos indígenas del mismo continente. Gracias al inmenso respaldo y las recomendaciones por parte de los grupos de niños escuchas que ha liderado durante todos estos años, Albert Riddering se ha convertido en una de las cien figuras del escutismo más destacadas de este siglo.

"Eran como mis hijos", expresa, mientras narra sus experiencias con las tropas, particularmente los niños que formaban parte de un proyecto similar a los Boy Scouts que fundó en México llamado Exploradores de Yucatán. Basada en el modelo escultista, el proyecto consistía en una escuela-internado que llegó a proveer albergue a casi mil niños. "Dentro de la escuela asignamos un área donde vivían los niños. Muchos venían de otras aldeas donde no había escuelas o eran hijos de ministros cuyos salarios no alcanzaban para pagar su educación. Yo les hacía un descuento. Vivían allí y todos dormían en hamacas, porque así era en Yucatán. De día el espacio era un salón de clases y de noche lo convertíamos en una habitación grande", dice. Para poder cubrir con los gastos de la escuela, Riddering diseñó una organización interna donde los niños podían aplicar los valores de liderazgo, disciplina, responsabilidad y trabajo en equipo, que habían aprendido del escultismo. "No teníamos conserjes. Los niños hacían todo el trabajo de limpieza y una señora cocinaba y les daba de comer. Comían bien, incluso mejor que en sus propias casas.", dice. Tanta fue la popularidad de la escuela que en los doce años que estuvo bajo su dirección la matrícula duplicó de cuatrocientos a ochocientos estudiantes.

Riddering sonríe mientras rememora las excursiones, los juegos y las exploraciones que llevaba a cabo junto a sus hijos adoptivos. Para esta época ya habían nacido sus hijos biológicos, quienes también participaban y se educaban junto al resto de los niños en Yucatán.
Recuerda una gira que organizaron a un cenote donde había túneles y cascadas y de repente el grupo arribó a unas ruinas mayas. Cinco años más tarde, según Riddering, la revista National Geographic publicaría un reportaje sobre aquellos restos arqueológicos que según ellos, habían sido recientemente descubiertos. "Yo siento que fui yo quien los descubrió", dice con una carcajada.

Su experiencia en América Latina, sin embargo, no comenzó en México donde permaneció durante doce años, sino en Panamá. Llegó a esta localidad cuando se incorporó al ejército durante la Segunda Guerra Mundial y lo trasladaron a ese país, donde permaneció seis años y conoció a su futura esposa, Clarice. Ambos fungían como maestros de inglés, hasta que Riddering decidió fundar las primeras dos tropas de escultismo en el país. "Aún no existían los Boy Scouts allí. Después de tres años nos visitó el líder de los World Scouts desde Inglaterra, quien me felicitó por mi labor y me dijo que dos años más tarde me otorgarían un homenaje. Sin embargo, antes de esa fecha ya nos habíamos marchado del país", expresa.

Las enseñanzas que impartió entre las tropas escultistas que dirigió como Scout Master, durante 59 años, no sólo se extendieron por Panamá, México, Costa Rica y otros países Latinoamericanos, sino también por los Estados Unidos, Canadá y Alaska. Llevó a muchos grupos de niños escuchas a acampar a la orilla de ríos, hacer trineos en la nieve y caminatas en parques nacionales y estatales. "En estos viajes los chicos aprendían a sobrevivir, cocinar, limpiar, estar entre la naturaleza y sobre todo confiar en sí mismos", expresa.
La llegada a Puerto Rico surgió cuando a Clarice le diagnosticaron esclerosis múltiple y Riddering y su esposa tomaron la decisión de retornar al trópico para evitar el avance de la enfermedad. Ahora lleva residiendo cerca de cuarenta años en la isla y ha fungido no sólo como uno de los líderes principales de las tropas escultistas, dirigiendo campamentos y excursiones a la isla de Mona, Arecibo, Utuado, Camuy y otras zonas silvestres, sino también como académico. Llegó a ser Director de la Universidad Interamericana en Arecibo y Decano de Administración de la UPR en la misma ciudad. Una de sus iniciativas escultistas más reconocidas fue la Escuela sin Paredes, un proyecto que popularizó el uso de canoas y se estableció como parte del campamento que existía en Guajataca bajo el liderazgo de otro caudillo de este movimiento, don Manolín González.

Las historias de Albert Riddering posiblemente no tengan fin. A sus 91 años continúa siendo un espíritu joven y un modelo a imitar para muchos. ¿Su mensaje para la juventud del presente? "Salgan de las ciudades y empápense de la naturaleza. Es posiblemente el único lugar que te provee las herramientas para pensar, trabajar y aplicar tus valores. La clave está en mantener el control, ser responsable y confiar en ti mismo", concluye.

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