Los invisibles

Son las siete de la mañana, aunque para él parece que sigue siendo ayer. Figura el estereotipo perfecto de lo que equivale a una trasnochada. Es pequeñito y cualquier podría confundirlo por un enanito o una persona con alguna minusvalía. La mayor parte de sus ojos los tiene de color sangre, aunque como son tan grandes, también puede observarse el azul de sus pupilas. La calvicie se le notaría más si no fuera por los pocos pelos que aún le quedan: grasientos y parados de punta. Mientras acelera el paso voy observando más detalles de este personaje. Lleva un perro y a diferencia del dueño, éste sí que está muy acicalado, bañadito y lleva un collar. Se ve que le cuida, incluso mucho más que a sí mismo. Cruza la calle a pesar de la luz roja, con un paso bastante acelerado. Saca de su chaqueta una botella de cerveza. Toma un largo sorbo, luego otro y la vuelve a guardar. Logro observarlo mejor desde más lejos. Cuando miro al suelo veo que calza unos viejos zapatos de al menos cuatro tallas más grande. Con dificultad continúa su camino con el perro, y por esperar la luz verde para cruzar, se me pierden en la distancia...

Quince minutos antes de eso, recorriendo el mismo camino, observo a otro señor. No está trasnochado, o al menos no se le nota tanto como al primero. Se le ve muy despierto y aunque bastante cubierto por un grueso abrigo, una cabellera blanca se asoma por los lados. Son buenas las horas de la mañana para ir en búsqueda. ¿En búsqueda de qué? Pues, de lo que aparezca. Se agacha casi frente a mí y recoge tres colillas de cigarro del suelo. Se las mete en el bolsillo de la chaqueta. Da unos pasos hacia delante y se detiene en el trastero. Mira adentro detenidamente y luego mete la mano. Continúo mi paso y no quiero girarme para ver si ha sacado algo. Da igual si es una lata, una botella, una colilla. Si no puede consumir lo que encuentre, lo venderá por algunas monedas sueltas. Tal vez le alcance para algo...

La economía en Polonia se enfrenta a un boom. Eso dicen las estadísticas y los economistas. Hay trabajos para quien los busque. No escasean las multinacionales, los empresarios autónomos con negocios propios, ni las universidades y escuelas de idiomas, para los que se dedican a enseñar lenguas, como hago yo. Sin embargo, rara vez se menciona a esta población invisible que no se beneficia en absoluto de este crecimiento económico. Me refiero a las personas jubiladas, a los envejecientes, a los alcohólicos no tan jovencitos. Sobre todo hablo de las personas de edad avanzada que se sostienen únicamente del seguro social que les otorga el Estado, una cantidad que apenas les alcanza para vivir. Tal vez sea por esto que algunos se refugian en el alcohol, mendigan en la calle, o van en busca de objetos usados en los basureros. Es imposible saber con certeza a qué se dedicó esta gente en sus años de juventud; si trabajaron, fueron profesionales o no. Sin embargo, lo que sí queda claro es que pasadas tres partes de la existencia propia y sin posibilidades de trabajar a esas alturas ni cambiar nada al respecto, nadie merece vivir sumergido en tal pobreza, tales necesidades, y muchos, sin nadie con quien contar.

Mientras los jóvenes van tejiendo sus brillantes futuros, los emeryci (jubilados) intentan subsistir entre necesidad e invisiblidad. 

Lo que son las culturas: Parte dos


Ayer por fin me mudé a mi nuevo apartamento, muy cálido y acogedor, dicho sea de paso. Estoy encantada y por fin puedo dejar atrás la etapa de viajera transitoria, para establecerme como residente en Breslavia por segunda ocasión. Comparto el piso con dos chicos jovencitos, estudiantes universitarios de primer año. De momento solo ha llegado uno, con quien he establecido muy poco contacto. No sé si será por timidez suya, o falta de interés, pero parece tratar de evitarme cada vez que nos cruzamos. Rara vez sonríe o comparte alguna palabra. Esta situación me ha hecho recordar algo que viví en Cuba hace algunas semanas. En esa ocasión viajaba desde Trinidad hacia la Habana via Santa Clara. En el carro íbamos mi madre de pasajera, un chófer cubano muy amigable y yo en el asiento de atrás, junto a una joven pareja noruega. Durante todo el camino, que duró aproximadamente seis horas, los escandinavos apenas pronunciaron palabra. El chófer intentaba establecer conversación, nos mostraba fotos de su familia en el móbil, nos contaba anécdotas y ellos todo el rato callados.

Siendo caribeñas mi madre y yo nos parece lo más normal del mundo entablar conversaciones, aunque sean superficiales, con aquellas personas que se cruzan en nuestro camino. Da igual si es en el supermercado, la calle, o en un carro. En caso de no tener tema se habla del clima u otras tonterías, que no era el caso estando en Cuba por primera vez donde hay tanto que se quiere preguntar, opinar, intercambiar. Sin embargo, con la pareja resultaba inútil y hasta incómodo establecer cualquier tipo de diálogo. Contestaban en monosílabos o se hacían los dormidos. Al encontrarse en tal situación, el chófer se tornó tenso, inconforme, dubitaba si hacía algo mal y hasta se preocupó de que no se encontraban a gusto sus pasajeros europeos. Seis horas en aquél carro se hicieron una eternidad en silencio absoluto. Los únicos que hablaban eran mi madre y el guía y yo en las pocas ocasiones que lograba escucharlos desde atrás. Mi madre y el chófer se reían a cada rato y parecían estar pasándola mucho mejor que nosotros en el asiento trasero."¿Están bien?", me preguntaba el chófer. "Es que no habla esta gente", comentaba. "Sí, todo bien, es que son así, parece", respondí yo sin más.

Todo esto me lleva a reflexionar sobre las relaciones humanas, los intercambios entre personas, ya sean extraños o conocidos, y lo diferente que se producen estos encuentras en cada rincón del globo. Al cabo de dos años residiendo en Polonia ya he llegado a digerir el hecho de que por ejemplo no se le sonríe a los extraños. Ni en la calle, ni en el tramvía, ni en ninguna parte. Si no conoces a la persona, simplemente no le sonrías, ya que podría interpretarlo como que buscas algo o estás saludándola por conocerla previamente, algo que provocará mayor duda aún. El saludo, en el caso de que ocurra, también resulta muy diferente. Aún a estas alturas no sé si besar a la persona, darle la mano, o abrazarla, un gesto que es más común en esta tierra, aunque considero mucho más íntimo y hasta incómodo de cierta manera. Aún no logro acostumbrarme a los momentos de ese silencio incómodo, a la inclusión, al diálogo mínimo, a la falta de sonrisas en la calle, a esos abrazos tan cercanos, pero tan vacíos... Espero nunca perder esa expresividad tan exagerada, tan cálida, en ocasiones tan falsa, aunque tan propia del Caribe.

Ojalá

Ni de aquí
Ni de allá
¿De algún lugar entre medio? 
Ojalá

Sin rumbo en altamar
Viento en popa
Esperando una señal
La energía arropa

No llega ninguna
Se aguarda
¿Y el premio final?
Coño, ¡qué mucho tarda!

Dos pies, muchos suelos
Mente que almacena
Experiencias tiernas
Los demonios que se absuelvan

Ni de aquí
Ni de allá
¿De algún lugar entre medio?
Ojalá

Entre más camino recorre
Mayor aturdimiento
El viajero se despiporra
Llega su hora

Muchas opciones
Ninguna oportuna
Los caminos se cruzan
¿Será realmente infortuna?

La negra cubana habló
De locuras mágicas
Escuchen orishas
Esta árnica

Mientras tanto mente en alto
Sonrisa longeva
Pena que no mate
Se sobrelleva

Ni de aquí
Ni de allá
¿De algún lugar entre medio?
Ojalá...

Notas desde un aeropuerto


Lo que son las culturas. Me encuentro en el aeropuerto de Frankfurt esperando mi vuelo a Wroclaw. A mi costado derecho, un grupo de tres asiáticos. Ignoro de qué país provienen. Son una chica y dos chicos. Hace diez minutos dos de ellos llegaron de hacer una compra en una de las tiendas duty-free. La chica toma asiento y la emoción que siente por su nueva adquisición es evidente. Carga una bolsita roja con la palabra CHRIST en letras grandes. Todos necesitamos nuestro Cristo personal, decía Depeche Mode.
Saca una cajita y la abre con dificultad. Adentro yace un reloj de marca lujosa. Desconozco cuál será pues está todo escrito en alemán. Segundos más tarde retira su Smartphone ultra-tecnológico del bolsillo. Con detenimiento le toma una foto al nuevo reloj cubierto en plástico. Luego una segunda, una tercera, una cuarta. Le añade efectos especiales, un filtro. Posiblemente para subirla a alguna red social y así contarle al mundo que ha adquirido un nuevo accesorio caro, del Viejo Mundo.
A mi extremo izquierdo veo una india vestida con un sari. Tiene los ojos cerrados. Con un movimiento veloz y repetido y sin abrirlos ni un solo instante, alza los brazos al aire inhalando de manera simultánea. Luego los baja con una profunda exhalación Ujjayi, expulsando el aire por la nariz. Atrapa la atención de todos presentes, incluso la mía. Al. cabo de tres minutos pone las manos sobre las rodillas con las palmas mirando hacia arriba y se pierde en una meditación. Ignora estar en un aeropuerto, posiblemente el lugar menos zen de la vida. Comienza de nuevo su rutina. Inhala, exhala; su cabeza ya no se aguanta por sí sola. Sonríe. Con cada respiración se pierde más profundamente en un concentrado trance...

Una joya en el centro de Europa

De Viaje

  • 0
1 de septiembre de 2013
06:28 p.m.Modificado: 29 de agosto de 2013 06:29 p.m.De Viaje
 
                         Una joya en el centro de Europa
Emergente, colorida y, en invierno, nevada. Así es Wroclaw, la capital de baja Silesia, para algunos, la Venecia de Polonia (¡tiene más de 120 puentes!)
 
Breslavia, en polaco Wroclaw, es una ciudad colorida, de arquitectura fascinante, gente amable y con un panorama cosmopolita con mucho que ofrecer. (Suministrada/Sarah V. Platt)
Breslavia / Por Sarah V. Platt
En el sureste de Polonia a orillas del río Oder y relativamente cerca de las fronteras con República Checa y Alemania se encuentra la cuarta ciudad más grande del país, capital de Silesia y una joyita por descubrir.
El nombre políticamente correcto en español es Breslavia. En polaco se le conoce como Wroclaw, aunque se pronuncia Vrótsuaf. Casi igual de complicado también resulta hablar, leer o entender el polaco, aunque después de vivir y trabajar en el país durante dos años, puedo decir que no es misión imposible si de verdad se intenta. Wroclaw es una ciudad muy colorida, de arquitectura fascinante, gente amable y con un panorama cosmopolita con mucho que ofrecer. Aparte de su valor estético, el país también alberga una larga tradición creativa conocida y admirada en el ámbito internacional, que comienza desde el cine, la poesía, la literatura y el reportaje, entre otros. Reconocidas figuras como el cinematógrafo Krzysztof Kieslowski, el novelista Boleslaw Prus y uno de los reporteros y escritores más conocidos del siglo XX, Ryszard Kapuscinski, son algunos maestros provenientes de esta tierra cuyas obras y legado han hecho eco por todo el mundo. Precisamente gracias a Kapuscinski pisé suelo polaco por primera vez en el verano de 2009, con motivo de concluir mi tesis doctoral dedicada a él y por esto le soy agradecida al Maestro por ser el motivo que me llevó a conocer de cerca este gran país y sobre todo la ciudad de Breslavia.
Capital de la Cultura
Wroclaw fue recientemente nominada Capital de la Cultura para el año 2016 y los museos, galerías de arte y rincones que exhiben talento y creatividad artística local e internacional abastecen. Por doquier puedes encontrar pequeños enanitos elaborados en latón que fueron colocados en el 2001 por toda la ciudad en honor a la Alternativa Naranja, un movimiento de resistencia cuya lucha en contra del régimen comunista hizo eco en todo el país en la década de los 80.
Además de su arte, la metrópolis se distingue por ser un centro económico y académico, albergue de algunas de las mejores universidades del país y corporaciones multinacionales como Google, IBM, Hewlett Packard, McKinsey & Company, entre otras, hecho que ha transformado a la ciudad en un atractivo paraje para cientos de jóvenes de países tan diversos como Corea, Italia, España, Taiwán, entre otros, que buscan ampliar y extender sus currículos profesionales, sobre todo en tiempos de crisis. Como turista la ciudad es también una gema por descubrir y aunque bastante apartada de la capital, Varsovia, merece la pena dar el salto desde Praga o Berlín, ya que ambas se encuentran a aproximadamente tres o cuatro horas en tren. A pesar de brillar en el presente, Breslavia, como muchas otras localidades de Europa Central y Oriental, sufrió un pasado sangriento de violencia y devastación. Antes de la Segunda Guerra Mundial, pertenecía a Alemania y a raíz de este conflicto, quedó prácticamente destruida. Fruto de los años y el espíritu emprendedor de sus ciudadanos la ciudad fue capaz de florecer nuevamente y ahora brilla por cuenta propia.
Algunos lugares de interés
Rynek (Plaza Mayor)
Indudablemente uno de los lugares más impresionantes de la ciudad. El Ayuntamiento caracterizado por su colorida arquitectura gótica te dejará sin palabras. La plaza del mercado, los pequeños bares y restaurantes y las estrechas y adoquinadas callecitas serpentinas la convierten en un importante centro cultural y artístico europeo. Aquí podrás sentir de cerca la amalgama cultural propia de este parte del globo que combina rasgos orientales y occidentales hasta formar un perfecto equilibrio entre lo moderno y lo antiguo.
¿Dónde comer y qué probar?
Restauracja Kurna Chata (ul. Odrzanska 17, tel (71) 341 06 68 http://www.kurnachata.pl/ ) donde podrás deleitar tu paladar con un rico zurek (sopa ligeramente ácida a base de harina de centeno, salchichas, papas y huevo servido en un breadbowl) o pierogi ruskie (dumplings hervidos o fritos rellenos de queso y papa- plato típico polaco), entre muchos otros platos locales. De beber puedes degustar piwo z sokiem imbirowy cerveza local no-pasteurizada con sirope de jengibre.
Ostrów Tumski (La Isla de la catedral)
A Wroclaw se le conoce como la Ciudad de las Islas, por tener pequeños islotes de tierra conectados por puentes. Este es uno de ellos, posiblemente el más famoso y antiguo con más de mil años de historia. Desde el siglo 19 se le considera el núcleo de la metrópolis y constituye una muestra de memoria nacional polaca. Alberga varios edificios religiosos, una iglesia gótica y una basílica de San Pedro y San Pablo, conocida popularmente como “la Catedral”.
Barrio judío
La calle Wlodkowica es la cuna cultural de este barrio que almacena una variedad de restaurantes y bares muy hip, gracias en parte a Bente Kahan, un cantautor judío noruego que funge como el director artístico del Centro Cultural y Educativo Judío, la única sinagoga restante en la ciudad, donde a menudo se pueden presenciar conciertos y otros eventos culturales judíos. Restaurantes como Mleczarnia ( http://mleczarniawroclaw.wartobyc.pl) y Sarah (http://sarah.wroclaw.pl/) son ideales para tomar un café en la terraza o cenar platos típicos judíos a la luz de velas.
Hala Stulecia (Centro del Centenario)
Construido entre 1911 y 1913 mientras la ciudad formaba parte del Imperio alemán, esta edificación marcó un hito en la historia por motivo de la celebración conmemorativa del centenario de la resistencia abierta frente a Napoleón y la batalla de Leipzig. Caracterizado por una arquitectura que combina la mayoría de tendencias estilísticas del siglo XX, fue considerado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2006. En la actualidad alberga asientos para 6,000 personas que pueden disfrutar de una variedad de actividades recreativas en el interior de las instalaciones.
Otros lugares para visitar
Cracovia
Antigua capital del país y una de las ciudades más visitadas por turistas por ser un centro cultural, histórico y artístico de Europa Central. Su centro histórico de resplandeciente arquitectura barroca, renacentista y gótica, fue considerado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1978 y Capital Europea de la Cultura en el 2000. Kazimierz, el barrio judío, el Castillo Wawel y el centro de la ciudad (Stare Miasto) son lugares que no se puede perder.
Auschwitz- Birkenau
Una gira por Cracovia no puede completarse sin una visita a estos dos campos de concentración, experimentación médica y exterminio en masa de prisioneros construido por el régimen de la Alemania nazi tras la invasión de Polonia a principios de la Segunda Guerra Mundial. A 43 kilómetros de la ciudad de Cracovia, se le considera el mayor campo de exterminio de la historia de nazismo donde fueron asesinados alrededor de 2 millones de personas. Una visita guiada de estos complejos considerados como uno de los lugares de mayor simbolismo del Holocausto también declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO no debe faltar en la agenda de cualquier viajero interesado por la historia.
Gdansk
Es la sexta mayor ciudad de Polonia, centro del mercado marítimo, ubicada en el norte del país a orillas del Mar Báltico. Es famosa histórica y políticamente hablando por ser la cuna del movimiento de Solidaridad fundado en 1980 por Lech Walesa y que ayudó a derrocar el régimen comunista y restablecer la participación ciudadana en toda Europa Central y Oriental. Esta ciudad pesquera es hermosa y merece la pena visitarla para conocer otro aspecto muy diverso del país, su prominente puerto, pintorescos cafés y restaurantes, los atardeceres en las localidades de Sopot y Gdynia, los museos, mercados de ámbar y otras artesanías.

Demencia tropical


Hace un par de días me llegó por correo un libro que anticipaba con grandes ansias: Cuba Libre, Vivir y escribir en la Habana, que recoge las entradas más relevantes del blog Generación Y de la filóloga cubana (y una de mis mayores fuentes de inspiración del momento), Yoani Sánchez. Abrí el sobre en el que venía empacado de una vez y me sumergí en la introducción. Yoani comienza su obra intentando describir el género de escritura que desarrolla. Dice que es el medio camino entre la crónica, el exorcismo personal y el grito. La libertad de sus palabras, capaces de expresarse sin temor y volar a lo más alto, no son comparables con el control absoluto que respira en la Habana. Generación Y representa una colección de maravillosas viñetas de lo que es la vida en esa cárcel cubana donde se padece demencia tropical, frustración, totalitarismo y recientemente incluso, una epidémica de cólera. La capacidad y transparencia del género que desarrolla Yoani es maravilloso. Y no solo su escritura, sino sobre todo ella como persona. Inspira lealtad, confianza y verdaderamente me renueva la fe en la existencia humana. Ahora mientras leo su introducción y voy conociendo su vida un poco más de cerca he sido capaz de identificarme con esta mujer más que nunca.

Resulta que la experiencia tropical de Yoani, a pesar de vivir en una realidad próxima geográficamente hablando, aunque muy distante en otros sentidos, es muy parecida a la mia. En el 2002 la bloguera decidió cambiar de rumbo inundada por el desencanto y la asfixia económica a la que se enfrentaba. Emigró a Zurich, donde estuvo 2 años, aunque más tarde sus lazos afectivos la devolvieron a su isla.

Yo también estuve fuera dos años. E incluso más, aunque ahora me refiero particularmente a los dos años que residí en Polonia. Al cabo de este tiempo yo también decidí regresar a mi Caribe anhelado. Sin embargo, mes y medio más tarde, el desencanto y la asfixia no han hecho más que incrementar en mi esta susodicha demencia tropical. Amo Puerto Rico, no me malentiendan, sin embargo la situación a la que se enfrenta esta sociedad es lamentable. Regresé para explorar posibilidades de trabajo y lo que me encontré fue un verdadero circo. Un circo de ineptitudes, de NO rotundos, palabras vacías, regueros burocráticos absurdos, mentes flotantes e inmunes a la situación, salarios paupérrimos, un costo de vida insigne. Decidí ponerme la piel dura y un chaleco antibalas para intentar insertarme a las pobres ofertas laborales que me hicieron. 48 horas me bastaron para decidir que no lo podría soportar.

 Igual que Yoani, yo también entré en exorcismo. Intenté tranquilizarme, meditar y acudir a métodos esotéricos, pensando que sería solo una fase transitoria. Sin embargo, no lo fue. No había manera de que lo soportara. Aquí es donde el camino de Yoani y el mio se separan.

Las tonalidades de mi isla son inigualablemente radiantes. El aire que se respira en la costa y en los montes es lo suficientemente fresco y alentador como para revivir muertos. Los sabores a cilantro y recao del adobo que condimenta nuestra cocina es incomparable a cualquier otra. El mar transparente bajo los rayos de sol que tuesta la piel en un bronceado perfecto tiene el potencial de curar cualquier mal. El agua de coco, el sonido del cuatro, los chinchorros,  la humedad constante... Amo todo esto y estoy segurísima de que lo extrañaré enormemente. Sin embargo de algo más estoy clara- de que no puedo caer en el vacío de este sistema. Doblegarme a las condiciones miserables de trabajo como profesora. Por esto he decidido partir una vez más.

Regreso a Polonia nuevamente y espero que esta vez cuando sí decida retornar a la isla que me vio crecer, me encuentre con un panorama más alentador que el que me ha azotado de frente esta vez...

Una mirada al mundo