Demencia tropical


Hace un par de días me llegó por correo un libro que anticipaba con grandes ansias: Cuba Libre, Vivir y escribir en la Habana, que recoge las entradas más relevantes del blog Generación Y de la filóloga cubana (y una de mis mayores fuentes de inspiración del momento), Yoani Sánchez. Abrí el sobre en el que venía empacado de una vez y me sumergí en la introducción. Yoani comienza su obra intentando describir el género de escritura que desarrolla. Dice que es el medio camino entre la crónica, el exorcismo personal y el grito. La libertad de sus palabras, capaces de expresarse sin temor y volar a lo más alto, no son comparables con el control absoluto que respira en la Habana. Generación Y representa una colección de maravillosas viñetas de lo que es la vida en esa cárcel cubana donde se padece demencia tropical, frustración, totalitarismo y recientemente incluso, una epidémica de cólera. La capacidad y transparencia del género que desarrolla Yoani es maravilloso. Y no solo su escritura, sino sobre todo ella como persona. Inspira lealtad, confianza y verdaderamente me renueva la fe en la existencia humana. Ahora mientras leo su introducción y voy conociendo su vida un poco más de cerca he sido capaz de identificarme con esta mujer más que nunca.

Resulta que la experiencia tropical de Yoani, a pesar de vivir en una realidad próxima geográficamente hablando, aunque muy distante en otros sentidos, es muy parecida a la mia. En el 2002 la bloguera decidió cambiar de rumbo inundada por el desencanto y la asfixia económica a la que se enfrentaba. Emigró a Zurich, donde estuvo 2 años, aunque más tarde sus lazos afectivos la devolvieron a su isla.

Yo también estuve fuera dos años. E incluso más, aunque ahora me refiero particularmente a los dos años que residí en Polonia. Al cabo de este tiempo yo también decidí regresar a mi Caribe anhelado. Sin embargo, mes y medio más tarde, el desencanto y la asfixia no han hecho más que incrementar en mi esta susodicha demencia tropical. Amo Puerto Rico, no me malentiendan, sin embargo la situación a la que se enfrenta esta sociedad es lamentable. Regresé para explorar posibilidades de trabajo y lo que me encontré fue un verdadero circo. Un circo de ineptitudes, de NO rotundos, palabras vacías, regueros burocráticos absurdos, mentes flotantes e inmunes a la situación, salarios paupérrimos, un costo de vida insigne. Decidí ponerme la piel dura y un chaleco antibalas para intentar insertarme a las pobres ofertas laborales que me hicieron. 48 horas me bastaron para decidir que no lo podría soportar.

 Igual que Yoani, yo también entré en exorcismo. Intenté tranquilizarme, meditar y acudir a métodos esotéricos, pensando que sería solo una fase transitoria. Sin embargo, no lo fue. No había manera de que lo soportara. Aquí es donde el camino de Yoani y el mio se separan.

Las tonalidades de mi isla son inigualablemente radiantes. El aire que se respira en la costa y en los montes es lo suficientemente fresco y alentador como para revivir muertos. Los sabores a cilantro y recao del adobo que condimenta nuestra cocina es incomparable a cualquier otra. El mar transparente bajo los rayos de sol que tuesta la piel en un bronceado perfecto tiene el potencial de curar cualquier mal. El agua de coco, el sonido del cuatro, los chinchorros,  la humedad constante... Amo todo esto y estoy segurísima de que lo extrañaré enormemente. Sin embargo de algo más estoy clara- de que no puedo caer en el vacío de este sistema. Doblegarme a las condiciones miserables de trabajo como profesora. Por esto he decidido partir una vez más.

Regreso a Polonia nuevamente y espero que esta vez cuando sí decida retornar a la isla que me vio crecer, me encuentre con un panorama más alentador que el que me ha azotado de frente esta vez...

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