Todos somos Caguana


Llegar al Parque Ceremonial Indígena de Caguana es una misión. No tanto por la distancia- aunque ciertamente el barrio está ubicado en una zona montañosa y remota- sino sobre todo por la cantidad de curvas y la escasez de rotulación que existe. Una vez se arriba a los predios del Centro, te abraza  una sensación reconfortante y vigorizante. Te dan la bienvenida pajaritos que cantan desde los árboles, más de cien cuerdas de terreno que aún conservan un estado bastante natural y una sensación de querer conocer y desenterrar esta poco conocida herencia caribeña. El valor arqueológico, cultural e histórico de este Parque es inmenso. Ahora se celebra el centenario desde que Franz Boas, el padre de la antropología moderna, pisó suelo en Caguana en 1915 y descubrió que debajo de toda esa maleza yacía un enorme tesoro etnográfico. Más tarde se llevarían a cabo varios proyectos de excavación por arqueólogos norteamericanos y también por don Ricardo Alegría, quienes desenterraron una monumental muestra de la vida taína del año 1200.

Caguana se considera el yacimiento arqueológico taíno más importante del Caribe. En ningún otro lugar se han encontrado esta cantidad de bateyes, cemís y otros artefactos arahuacos. Pasearse por los veintidós petroglifos que dan la vuelta alrededor del batey más importante del Parque es transportarse a otra era. A una época en que coexistían en harmonía estos indios. Un periodo en que muchas taínas ocupaban importantes posiciones dentro de su comunidad, tanto como agricultoras, guerreras, cacicas y curanderas. Un momento en que se cazaban unos pequeños roedores llamados jutías y se preparaba pan a base de yuca, cerveza a base de maíz, se jugaba pelota en el batey y se pulverizaban las semillas de un árbol para que los shamanes las ingirieran, alucinaran y así poder aproximarse a las deidades. En fin, una época en que el hombre y su entorno se avenían de manera simbiótica y prevalecía el sosiego y la quietud.

Muchísimos aspectos de la cultura taína, sin embargo, permanecen siendo un enigma. No se conocen los propósitos de cada batey- si eran ceremoniales, de caza, lugares de encuentro para discutir asuntos políticos o culturales. Lo poco que se sabe ha sido gracias a la documentación histórica y las crónicas de los frailes y colonizadores españoles que arribaron a la isla en el siglo dieciséis. Pero como subraya uno de los guías principales de Caguana, esos escritos no arrojan mucha luz por varias razones. Primero, son etnocentristas, segundo, la mayoría de los colonizadores no se interesaban por los modos de vivir de los indios, y tercero, otros tantos se han perdido. La cultura taína es como un capítulo de un libro de historia que se ha mitificado, romantizado y además, ignorado. Posiblemente por eso, visitar un lugar como Caguana es tan importante.

Por otra parte, no todo es color de rosa. No podemos ignorar el hecho de que desafortunadamente en Puerto Rico muchos de los gobiernos que han tomado el poder no dan prioridad a fomentar la cultura de la isla. El Instituto de Cultura Puertorriqueña, organismo que lidera este Parque, ha estado al borde de la desaparición en tantas ocasiones y hoy, se sustenta de un hilo. No hay fondos para imprimir folletos informativos, ni rotular mejor el Centro, ni para pagar decentemente a sus empleados, ni mucho menos para hacer eco en los medios. Hace falta mejorar la infraestructura del Parque, adiestrar a sus guías, fomentar esta cultura. Y mas que poner este encargo en las manos de los políticos o líderes del País, nos toca a cada uno de nosotros. Conocer de donde venimos es comprender nuestro presente y vislumbrar nuestra posteridad. Por eso, todos somos Caguana.


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