Vidas Únicas- Dr. Carlos Padín Bibiloni, ambientalista


Todos nos vemos perjudicados por los problemas ambientales que afectan a nuestra Isla, sin embargo, somos pocos los que dedicamos nuestra vida a cambiar la realidad de nuestro ecosistema. Carlos Padín Bibiloni, doctor en geografía, planificador ambiental y ecologista es pionero en su campo y una de estas personas, cuya misión y marco filosófico consiste en ¨contribuir a la solución de problemas ambientales, económicos y sociales que aquejan al país¨. La formación teórica y profesional de este cagüeño va más allá de la enseñanza ambiental hasta abarcar un marco holístico que incluye las ciencias naturales, la educación de niños y maestros, la sociología, el trabajo humanístico y la administración de empresas, entre otros.

Como fundador de la Escuela de Asuntos Ambientales de la Universidad Metropolitana (UMET)- única entidad a nivel graduado en Puerto Rico y el Caribe, cuyo enfoque consiste en el desarrollo de investigaciones y proyectos de iniciativa ambiental- el doctor Padín, lleva también 15 años ocupando el cargo de Decano. Él entiende que gran parte de la sustentabilidad de Puerto Rico arribará a medida que más estudiantes talentosos entiendan la pertinencia de las ciencias en sus vidas y se interesen por estudiar carreras en este campo. ¨El país necesita empresarios innovadores y la creación de empresas locales. Así Puerto Rico va a echar pa´lante¨, asegura.

Designado en 2001 como Secretario del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales por la Gobernadora de Puerto Rico, el doctor Padín lleva gran parte de su vida involucrándose en talleres de ayuda comunitaria. Los sábados ofrece adiestramientos a maestros en varias escuelas superiores de Caguas y Cataño sobre la importancia de difundir temas ambientales en sus cursos. Asimismo, junto a sus estudiantes ha creado talleres fuera del aula en los cuales se han establecido modelos de sustentabilidad ecológica para varias comunidades.

El barrio San Salvador de Caguas, hogar de unas 6,000 personas, es una de ellas. Aquí, el doctor Padín junto a su equipo identificaron tres proyectos eco-conscientes de cero impacto para el ambiente y disfrute de la comunidad que se presentarán próximamente en un plan estratégico: un jardín botánico, una plaza de mercado y un eco-hotel.

Para Padín, uno de los problemas más grandes que enfrenta Puerto Rico es la desigualdad y el desparramo social que se evidencia por medio del espacio territorial. Graduado de la Southern Illinois University con un Doctorado en Geografía, Recursos Naturales, Planificación y Manejo, una Maestría en Estudios Ambientales y otra en Planificación Ambiental de la Universidad de Puerto Rico, el geógrafo entiende que la solución consiste en ¨establecer comunidades abiertas, socialmente integradas, con parques, plazas y zonas habitables¨. A partir de un estudio que realizó para el Gobierno sobre la sustentabilidad para los usos del suelo en la Isla, menciona a Caguas como el mejor ejemplo de ciudad habitable, donde cada vez se celebran más actividades en el casco urbano, reinan los museos, jardines y se han creado espacios públicos verdes como ¨la plaza que ahora le pertenece al pueblo¨, expresa.

Según Padín, el problema consiste en que nuestra sociedad no sólo se ha vuelto más desigual, sino también más individualista y consumista. ¨Debemos cambiar nuestros estímulos y entender que no todo se resuelva consumiendo. A medida que la ciudad se hace más habitable, la gente saldrá de los centros comerciales y comenzarán a utilizar las plazas públicas para conversar y compartir en lugar de consumir¨, afirma.
Con relación al manejo de desperdicios sólidos, Puerto Rico, señala el planificador y geógrafo, ¨está ante una gran crisis con relación a este tema y no se le está dando atención¨. Con un consumo de casi cinco libras diarias por persona (más que Estados Unidos, Europa y América Latina), la clave dice Padín, recae en tres estrategias: reducir el alto consumo, aumentar el reciclaje y entrar en uso de nuevas tecnologías.

Otro de sus proyectos consiste en estimular el desarrollo de negocios de corte ambiental y como parte de su programa Eco-Empresas, que fomenta la creación de industrias verdes, es decir, aquellas que estimulen el uso de energía renovable, la agricultura ecológica, transferencias de tecnologías y métodos de reciclaje, entre otros, se están designando fondos gubernamentales y de la National Science Foundation para incentivar estos esfuerzos. Orgulloso de sus estudiantes, Padín expresa que son ellos mismos los autores de tesis de maestrías tan prácticas e innovadoras en las cuales se evidencian el uso de tecnologías vanguardistas en la producción orgánica de diesel y el uso de materiales reciclados que podrían aplicarse en un futuro en Puerto Rico.

Junto al aumento de reciclaje y métodos de energía renovable, la conservación de nuestros preciados ecosistemas, como por ejemplo el Corredor Ecológico, que según Padín constituye ¨una pieza fundamental del desarrollo económico del país¨, atraeremos mayor actividad turística para la isla.

Su meta principal, sin embargo, continúa siendo la misma: ¨Para mí continuar buscando oportunidades para que los estudiantes prosigan sus estudios doctorales y seguir estimulando nuevos talentos y nuevos científicos que contribuyan al país, es un logro personal¨, concluye.

Vidas Únicas- Sr. Albert Riddering, líder de los Boy Scouts


Publicado en El Nuevo Día
25 de octubre de 2010



El año 2010 marca el centenario de los Boy Scouts of America y las insignias de la camisa de Albert Riddering son una de las muestras más fehacientes de su reconocimiento como líder y pionero de este movimiento durante casi siete décadas. El primero de estos parches es una estrella que le otorgó su tropa en el estado de Michigan, donde nació en 1918 y representa el ascenso al cuatro rango del escultismo que obtuvo a los quince años. El segundo parche lo identifica como caudillo del Concilio de Puerto Rico, mientras que los otros reconocen su compromiso con campamentos de tropas escuchas en varios países de América Latina y Estados Unidos y con grupos indígenas del mismo continente. Gracias al inmenso respaldo y las recomendaciones por parte de los grupos de niños escuchas que ha liderado durante todos estos años, Albert Riddering se ha convertido en una de las cien figuras del escutismo más destacadas de este siglo.

"Eran como mis hijos", expresa, mientras narra sus experiencias con las tropas, particularmente los niños que formaban parte de un proyecto similar a los Boy Scouts que fundó en México llamado Exploradores de Yucatán. Basada en el modelo escultista, el proyecto consistía en una escuela-internado que llegó a proveer albergue a casi mil niños. "Dentro de la escuela asignamos un área donde vivían los niños. Muchos venían de otras aldeas donde no había escuelas o eran hijos de ministros cuyos salarios no alcanzaban para pagar su educación. Yo les hacía un descuento. Vivían allí y todos dormían en hamacas, porque así era en Yucatán. De día el espacio era un salón de clases y de noche lo convertíamos en una habitación grande", dice. Para poder cubrir con los gastos de la escuela, Riddering diseñó una organización interna donde los niños podían aplicar los valores de liderazgo, disciplina, responsabilidad y trabajo en equipo, que habían aprendido del escultismo. "No teníamos conserjes. Los niños hacían todo el trabajo de limpieza y una señora cocinaba y les daba de comer. Comían bien, incluso mejor que en sus propias casas.", dice. Tanta fue la popularidad de la escuela que en los doce años que estuvo bajo su dirección la matrícula duplicó de cuatrocientos a ochocientos estudiantes.

Riddering sonríe mientras rememora las excursiones, los juegos y las exploraciones que llevaba a cabo junto a sus hijos adoptivos. Para esta época ya habían nacido sus hijos biológicos, quienes también participaban y se educaban junto al resto de los niños en Yucatán.
Recuerda una gira que organizaron a un cenote donde había túneles y cascadas y de repente el grupo arribó a unas ruinas mayas. Cinco años más tarde, según Riddering, la revista National Geographic publicaría un reportaje sobre aquellos restos arqueológicos que según ellos, habían sido recientemente descubiertos. "Yo siento que fui yo quien los descubrió", dice con una carcajada.

Su experiencia en América Latina, sin embargo, no comenzó en México donde permaneció durante doce años, sino en Panamá. Llegó a esta localidad cuando se incorporó al ejército durante la Segunda Guerra Mundial y lo trasladaron a ese país, donde permaneció seis años y conoció a su futura esposa, Clarice. Ambos fungían como maestros de inglés, hasta que Riddering decidió fundar las primeras dos tropas de escultismo en el país. "Aún no existían los Boy Scouts allí. Después de tres años nos visitó el líder de los World Scouts desde Inglaterra, quien me felicitó por mi labor y me dijo que dos años más tarde me otorgarían un homenaje. Sin embargo, antes de esa fecha ya nos habíamos marchado del país", expresa.

Las enseñanzas que impartió entre las tropas escultistas que dirigió como Scout Master, durante 59 años, no sólo se extendieron por Panamá, México, Costa Rica y otros países Latinoamericanos, sino también por los Estados Unidos, Canadá y Alaska. Llevó a muchos grupos de niños escuchas a acampar a la orilla de ríos, hacer trineos en la nieve y caminatas en parques nacionales y estatales. "En estos viajes los chicos aprendían a sobrevivir, cocinar, limpiar, estar entre la naturaleza y sobre todo confiar en sí mismos", expresa.
La llegada a Puerto Rico surgió cuando a Clarice le diagnosticaron esclerosis múltiple y Riddering y su esposa tomaron la decisión de retornar al trópico para evitar el avance de la enfermedad. Ahora lleva residiendo cerca de cuarenta años en la isla y ha fungido no sólo como uno de los líderes principales de las tropas escultistas, dirigiendo campamentos y excursiones a la isla de Mona, Arecibo, Utuado, Camuy y otras zonas silvestres, sino también como académico. Llegó a ser Director de la Universidad Interamericana en Arecibo y Decano de Administración de la UPR en la misma ciudad. Una de sus iniciativas escultistas más reconocidas fue la Escuela sin Paredes, un proyecto que popularizó el uso de canoas y se estableció como parte del campamento que existía en Guajataca bajo el liderazgo de otro caudillo de este movimiento, don Manolín González.

Las historias de Albert Riddering posiblemente no tengan fin. A sus 91 años continúa siendo un espíritu joven y un modelo a imitar para muchos. ¿Su mensaje para la juventud del presente? "Salgan de las ciudades y empápense de la naturaleza. Es posiblemente el único lugar que te provee las herramientas para pensar, trabajar y aplicar tus valores. La clave está en mantener el control, ser responsable y confiar en ti mismo", concluye.

MADHRGARH



Estoy en un enorme castillo que le pertenece a un rey que acabo de conocer de la casta guerrera. Su familia lleva casi un siglo viviendo en esta fortificación. Son personas influyentes de Madhrgarh y aunque ya no se habitan en las hermosas habitaciones que encierran estas paredes, algunas personas afortunadas como Andrea y yo, conseguimos alojarnos aquí por unas pocas rupias. Llevamos en la India ya algunas semanas. Llegamos después de dos horas de viaje, que de hecho pasaron volando, desde la ciudad rosada: Jaipur. Es interesante este pueblito. La vista del fuerte, que queda escalado en una loma de un verdor inusual para esta parte del país, es majestuosa. Parece medieval. En la falda de la montaña se ubica el pueblito, ¨village style¨, super pobre, fangoso, tiendas indescifrables. La gente es diferente que en Delhi y Jaipur. Son pueblerinos que no acostumbran tener contacto con el exterior. Tienen miradas tímidas y son reservados, aunque nuestro primer encuentro con los niños desafió esta impresión y más que cualquier otra cosa, pareció un ataque. Decidimos caminar solas y aventurar un poco. Con el último bocado del almuerzo aún en la boca, descendimos la montaña. Nos topamos con unos críos de pieles morenas, brillantes ojos y bastante sucios, que nos tiraban por todas partes. ¨One poto (foto) please¨, le decían a Andrea al ver que llevaba una moderna Nikon colgada del cuello. Otro me agarró por el brazo y luego por el bolso, fuertemente y circunvalándome los pasos. Me quito el abaniquito que llevaba en las manos, algo que me enfadó mucho. Le alzé la voz y parece que entendió. Terminaron alejándose sin más.

Mi amiga se enamoró del rey, quien el resto de los pueblerinos llaman ¨Chief¨ (u otro apodo que se asemeja a eso) y mientras seguimos nuestra marcha me relata su breve encuentro amoroso. El pueblecito en realidad no tiene ninguna atracción turística. Gracias a Dios! Una vez más somos las únicas turistas. Lo más bonito es sentarte al tope del fuerte, cosa que no le permiten a los locales y admirar los pavos reales bailando y coqueteando entre sí. Hay cientos! Y uno que otro mono y cotorras de plumaje verde chatré y picos rojos. La gente mola también. Les fascina que les tomen fotos y se mueren de la risa cuando ven sus perfiles en la pantalla de la cámara.
Una vez llegamos al pueblo unos chicos nos llevaron a dar una vuelta y terminamos subiéndonos en uno de sus camellos. Bueno,en realidad no encima, sino en una carreta en la parte trasera. Luego Andrea decidió regresar a tomar una siesta y yo me fui con uno de los trabajadores del fuerte a ver la artesanía local y uno de los templos. Fue corta la aventura puesto que no tenía nada de impresionante aquella hermita; ni siquiera un ícono! Decidí que era mejor idea aprovechar el momento para impartirles una clase de salsa principiante a un grupo de niños que me habían seguido durante todo el tiempo. Primero los agrupé en un círculo inmenso y poco a poco fui enseñándoles el paso básico. ¨Front, middle, back, middle¨ decían mientras intentaban mover sus piecitos y caderas al ritmo latino. ¨Dancing, dancing!¨. Me moría de la risa hasta que me cayó un impresionante aguacero y me empapapé por completa. Decidí regresar a la habitación, tomar una ducha y cambiarme antes de irnos a cenar. La comida fue bastante simple (los no-vegetarianos comieron cabra), algo que me tomó de sorpresa considerando la usual explosión gastronómica de este lugar. Los próximos días serán de descanso, ya que llevamos bastante tiempo padeciendo del frenesí de las ciudades y de veras que da gusto poder escapar un poco de todo.

El mundo de los intocables

7 de julio de 2008



Decidimos no desayunar en el hotel y tomamos un rickshaw a Connaught Place. De camino a la plaza, entre olores a basura amontonada, agua estancada, incienso y carbono monóxido en grandes cantidades, fueron aumentando en mi estómago las náuseas. Me siento fatal y por más que intenté cuidarme, me tocó la hora de enfrentar los vómitos. Tengo Delhi Belly.

Después de varias visitas al baño y dos vasos de 7UP (gracias a la vida por tan grandiosa medicina!) decidimos conocer la parte vieja de la capital. Jama Masjid,la mezquita más grande (e intensa) de la India, es la primera parada. Calles de barro. Mugre por doquier. Es monsón y estamos empapadas. Es la pobreza más colorida y fascinante que he visto en mi vida. El cielo desploma gotas de lluvia (¿ácida?) y nosotras, intentando encontrar la mezquita, mientras nos continuamos sumergiendo más profundamente en lo que parece ser un canal televisado de la National Geographic. Cada tiendita es un rincón oscuro, indefinible. ¨¿Qué venderán ahi?¨, dice mi amiga. ¨Ni idea¨, pensé. Aquello no era más que un laberinto sin salida. Los monos colgados de los cables nos velaban a lo alto del souq.



Levanté la vista por un momento (ya no sabía ni dónde fijar los ojos). Habíamos llegado al mundo de los intocables. De frente se mostraba, majestuosamente, una impresionante estructura en forma de cúpula. Frente a ella, todos los caminos parecían conducir a la mezquita, una tarea casi imposible de alcanzar. Pisotones. Carretas que llevan pseudohumanos, heno, animales, niños que lloran. Mantas en el suelo cubiertas de objetos inútiles. Un hombre que cobraba por pesarte en una balanza. En otra, unos gemelos sin brazos y piernas de tez oscura y ojos traumatizantes que te rogaban llorosamente por una rupia.
Millones de enfermedades dermatológicas nunca antes visto por estos ojos. Deformaciones. Basura. Olor a vida concentrada en una lata de salchichas podridas. Caras curiosas. Ojos, muchos. Demasiados. En un momento sentí que me desmayaría. ¿Y quién me recogería en medio de todo ese manjar místico? ¨Hace falta mucha paz y fuerza psíquica para sobrevivir esto¨, pensé.

Dudes with Swords



Si esto no es un curso de Antropología 101, no me explico qué será. Estamos en Nueva Delhi. Es otra dimensión, esto aquí. ¨Shukriya, Govind¨, le digo a nuestro nuevo amigo, encargado del hotelito donde nos estamos alojando, que queda justo enfrente a un crematorio enorme. Somos mochileras, y claro, el presupuesto apenas alcanza. Sin embargo, con una sonrisa basta. Govind nos ha ayudado a aclimatarnos perfectamente bien. Por su recomendación llegamos al Templo de Oro, la hermita mayor de los Sikh. En el poco tiempo que llevo aquí, observo cómo se me hace casi imposible diferenciar e identificar los grupos culturales/religiosos/espirituales, como quieras llamarle, que conviven en este país. El número es infinito. Sólo sé una cosa. Todo es símbolo. Todo es identidad. Los sikh, por ejemplo, nunca se cortan el cabello. Se lo amarran en forma de dona en el tope de la cabeza y luego lo cubren con un turbante. Llevan una espada pequeña que cuelgan del pantalón. Incluso los niños! Ah, y una pulsera de plata o cobre en la muñeca derecha (kara). Tampoco se afeitan la barba ni el bigote. A primera vista, las mujeres son igualitas a las hindúes. Visten saris brillantes y todo el resto del ajuar, la joyería, bindis, etc. La verdad es que aún no logro identificarlas. La identidad femenina es anónima, oculta, mientras que la del hombre parece ser uno de los rasgos más fehacientes de esta sociedad.
El Golden Temple es posiblemente el lugar más inverosímil que he visitado en mi vida. Se trata de una enorme estructura, casi una plaza en realidad, todo en mármol blanco. La gente camina descalza, todos dejan sus zapatos en la entrada. Los hombres parecen ser sacados de un cuento de hadas, tipo magos, brujos. Cubren sus delgados torsos con un pedazo de tela enorme de colores brillantes y un cinturón. Naranja y morado parecen ser los colores preferidos. En el centro de la ¨plaza¨ y detrás del templo principal, desde donde escuchamos la voz de un guru que llama a los discípulos a rezar por un altoparlante, se halla una enorme fuente. El calor es tan sofocante que los niños se refrescan los pies dentro de ella. Algunos hombres también intentan pescar (eso nunca lo entendí muy bien). Andrea y yo nos sentamos en el suelo. Nos cubre del sol un arco. Por lo menos el suelo de mármol donde nos tiramos es fresco porque el calor es casi insoportable. Te chupa las fuerzas, la energía. Durante un largo rato sólo compartimos silencio, risas incesantes y miradas de ¨Where the fuck are we, dude?!¨. El sudor no cesa de bajarme por la espalda, la cabeza, las mejillas. Llevamos nosotras también, un turbante en la cabeza, aunque no hay duda que cualquiera es capaz de identificarnos. Los magos caminan con sus espadas; las mujeres nos miran y se ríen entre ellas. Somos las únicas turistas, las únicas blancas, occidentales. Somos ¨El Otro¨. Somos espectadores de un gran circo cultural. Observamos desde cerca las actividades de estas personas hasta que se nos acerca un grupo de niños curiosos. ¨You are sessi¨, me dice el más pequeño. ¨One foto, please¨, le dice otro a mi amiga. Nos tomamos un par de fotos y decidimos retomar el rumbo.




¨No huelo muerte, a pesar de que estamos justo enfrente del crematorio ese¨, me dice mi amiga desde la terraza del hotel. El cielo es igual que en San Juan. Si tapara mis oídos para bloquear el sonido incesante de las bocinas, podría imaginarme que estoy en casa. Hace calor, mucho.

En el aire... De camino a Hindustán

4 de julio de 2008

Culminando mi primer bocado de la India, comienza a volar mi mente. Entre sabores de gelatina rellena de nueves y de color naranja casi fosforescente, arroz basmati con petit pois y curry a un lado. Por otro, tofú junto a algún tipo de carne de soja y yogur natural que sirve para apaciguar el calentón del ají. Me pregunto: ¿Cómo será este país que durante tantos años he anhelado pisar? Tal vez por esta razón aquel leedor del tarot me dijo una vez que tengo descendencia del Bengal. Pruebo otro bocado, aunque esta vez se trata de una bolsita rellena de cientos de especies multicolores que sirven de digestivo. Rosa. Jengibre. Regaliz. Es todo una elaboración sumamente detallada, perfectamente pensada y prácticamente imposible de descifrar. Una verdadera explosión de sabores. Y esto, queridos, es sólo una muestra aérea, desafiante y seguramente insemejante de lo que me espera... Trago el último bocado de ají y decido tomar una siesta.


Una mirada al mundo