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Enganchados a la pantalla

(sanamente.com)

Hace poco más de un mes que padezco de una seria enfermedad llamada choque cultural inverso, o popularmente conocido en inglés como reverse culture shock. Para los que no sepan qué significa, se trata de un sentimiento raro de desplazamiento cuando uno regresa a su país de nacimiento después de haber vivido en el extranjero durante algún tiempo. Tal vez no serían tan agudos mis síntomas si me hubiese encontrado en Estados Unidos o Europa occidental- sin embargo, tres años viviendo en Breslavia, Polonia- una región prácticamente desconocida para los puertorriqueños- me han desintonizado de la realidad boricua.

¿A qué me refiero? Pues que en Polonia la gran mayoría de la población (incluyéndome a mí) no poseen un smartphone. En Polonia no hay fast-foods en cada esquina; como mucho- un par de McDonald´s. En Polonia no hay Hummers ni guaguas enormes. Mucho menos plasmas y ese tipo de lujos que para el puertorriqueño común y corriente son un given. 

Volvamos al tema de los móviles, las redes sociales y la conexión ininterrumpida al internet. En mis 32 años, obviamente por decisión propia, jamás he tenido un celular conectado al internet. Tengo un ipad, una cuenta en Facebook y como muchas otras personas de mi generación, paso algunas horas chateando y buscando información en las redes sociales. Sin embargo, cuando salgo de mi casa dejo atrás esa virtualidad. Simplemente no me hace falta. Mi mundo real me es más relevante a mi mundo virtual. Nunca he tenido dudas acerca de eso ni siento la necesidad de estar perpetuamente conectada. Hoy, sin embargo, entendí que para la mayoría de las personas- esta no es su realidad.

Hoy estuve en la playa de Ocean Park y la obsesión por los móviles me dejó boquiabierta. Como mencioné anteriormente, seguramente sea porque llevo fuera de esta longitud algunos años y para la mayoría de las personas de aquí sea algo normal. A mi derecha se encontraba una pareja de novios. Ella enganchada a la pantalla, él acostado en su silla de playa. En las tres horas que estuve a su lado, prácticamente no compartieron palabra. Tal vez se hayan aburrido de su compañía por otras razones, tal vez no- pero, ¿quién puede y quiere compartir con alguien que está más enfocado, más interesado en su vida virtual que en compartir la energía del azul del mar y de la brisa de salitre?

Me giré un poco y a mi izquierda, me topé con un trío de chicas. Dos de las tres, no podían sacar los ojos del celular. Con los dedos, subían y bajaban la pantalla, daban likes a fotos y comentaban en posts. En ese momento me pregunté, ¿cómo harán para ver las letras tan pequeñas con este sol tan radiante? Bloqueaban los rayos para concentrarse en la pantalla, se escondían de lado para ocultar la brillantez y poder adentrarse más aún en sus muros cibernéticos. La otra amiga, la única que no estaba enganchada, miraba a la distancia, al mar, aburrida y sola. Sus amigas más interesadas en actualizar su página de Facebook que en disfrutar un día de playa, ni cuenta se daban.

Reconozco la importancia de estar conectado al internet. Comprendo el poder de las redes sociales y me parecen un elemento importante en la construcción de la opinión pública, en la auto-expresión y el encuentro o reencuentro con nuestros conocidos. No obstante, vivimos en una preciosa isla del Caribe. Estamos rodeados de algunas de las vistas más bellas del mundo y no debemos ignorarlas ni tomarlas por sentadas. Asimismo, hay personas que aún valoran nuestra compañía y estar tecleando constantemente en su presencia, es una clara muestra de rechazo y desprecio hacia ellos.

No le demos la espalda a estos momentos, a estas vistas, a estas reuniones con seres importantes en nuestra vida, por estar enganchados a la pantalla... pues al contrario del mundo virtual, en el real, muchas veces no se repiten ni pueden accederse más tarde.

Sobre Yoani Sánchez, Lech Wałęsa y algo más...

Yoani Sánchez y Lech Wałęsa en el Foro de Solidaridad de Varsovia, mayo 2014

Hace quince horas que la bloguera cubana, Yoani Sánchez, subió esta foto junto a Lech Wałęsa- ex-presidente de Polonia y co-fundador del movimiento de Solidaridad que derrumbó el regimen comunista en el país en 1989- a su cuenta de Twitter. Ambos se encuentran en el Foro de Solidaridad de Varsovia, una importante actividad organizada por el Instituto Lech Wałęsa en la capital polaca. Si lo hubiera sabido antes, hubiera asistido yo también. No fue hasta que leí un reciente post suyo que sospeché que Sánchez, una de mis fuentes de inspiración en el periodismo y en la escritura, se encontraba en el mismo país que yo por segunda vez y sin poder encontrarnos. Así leía el post que subió a su cuenta de Facebook:

Hace 25 años #Polonia nos dio un ejemplo universal, pero un cuarto de siglo después en #Cuba seguimos sin aprenderlo

Para los que no la conozcan, Yoani Sánchez es la enemiga digital número uno del gobierno castrista. Desde el 2007 tiene un maravilloso blog llamado Generación Y en el que escribe micro-crónicas y relatos del complicado quehacer cotidiano en Cuba. Por las barreras tecnológicas, el monopolio informativo y la censura a la que se enfrenta por parte del gobierno, Sánchez depende de sus contactos en el extranjero para publicar sus entradas. En Cuba, una hora de conexión al internet cuesta $8, es decir, una tercera parte de un sueldo promedio y este lujo solo pueden permitírselo los turistas que se hospedan en hoteles de muchas estrellas.

El pasado mes de septiembre fue la primera vez que intenté conocer a Yoani en persona. Un antiguo profesor de la universidad donde me doctoré me puso en contacto con ella vía correo electrónico. Acordamos encontrarnos en La Habana. Sin embargo, todo arreglo resultó infructuoso, ya que una vez en la capital cubana, los correos que le había enviado, se habían borrado misteriosamente. Intenté llamarla a su residencia en varias ocasiones y las líneas telefónicas también aparecían bloqueadas o me salía una grabación diciendo que el número no existía. Muy frustrada con la situación, decidí dejar de insistir, pues no hay duda de que el gobierno cubano tiene su mirada puesta fija en la bloguera. Hay dos hombres asignados a vigilar su residencia en todo momento; están pendientes a cada uno de sus pasos y su correspondencia con el extranjero. Por esta situación, quise evitarme un problema.

Mi interés en conocer a Yoani, además de ser una inspiración personal mia, nació, ya que en ese momento estaba preparando una investigación acerca de su obra y el complicado ejercicio periodístico que lleva a cabo. Hace un mes estuve en un congreso sobre comunicaciones en la Universidad do Minho en Portugal, en el que presenté esa investigación. Me sorprendió muchísimo ver cómo nadie entre todos los investigadores de países como Brasil, Portugal, España y América Latina, la conocían. Nadie. Yoani es una importantísima figura, igual que Lech Wałęsa, solo que pertenece a mi generación y es una de las pocas mujeres cubanas que tiene la valentía de escribir sin temer las repercusiones de su pluma. Es también el motor de un nuevo movimiento disidente en la isla que expresa por medio de la blogosfera, su cansancio de soportar tanta injusticia y su interés por lograr un cambio social.

Me enferman las personas que sin haber leído un solo texto de Yoani o siquiera conocer su obra, se sienten en la posición privilegiada de hablar mal sobre ella. Que si trabaja para el gobierno de Estados Unidos, que si es espía de la CIA, que si es una hipócrita que solo usa la excusa de estar en Cuba para llenarse los bolsillos y la ambición...

El blog Generación Y ha sido galardonado con numerosos premios, entre ellos el prestigioso Ortega y Gasset. Nadie niega que Yoani Sánchez haya recibido homenajes en metálico por su obra, incluso cada premio aparece detallado en la página de su blog. Es gracias a este dinero que la bloguera puede llevar a cabo su trabajo y su ejercicio periodístico. Además, dentro de pocos días lanzará el primer periódico independiente en la isla.

Yo no soy cubana, pero sí he estado en Cuba y aunque durante poco tiempo, fui capaz de ver la realidad de ese país. Me alojé en las residencias de personas normales y corrientes, que no tenían la licencia que otorga el gobierno para hospedar a extranjeros. Tuve que "disfrazarme" de cubana, ya que si la policía se enteraba, esas personas arriesgaban perder sus trabajos y enfrentar otras repercusiones. En Cuba no hay libertad de NADA. Las crónicas de Yoani representan perfectamente lo que se vive allí: escasez de comida, de necesidades básicas, de medicina, de salarios decentes, de libertad de expresión, de TODO.

Invito a todas esas personas que antes de comentar acerca de esta valiente y talentosa mujer, tomen el tiempo para acceder a su blog; lean sus libros, investiguen la situación más de cerca, porque lo que ha hecho Yoani Sánchez es digno de admiración y punto.

El periódico mañanero


Me levanto hoy como todas las mañanas a leer las noticias de mi país. Antes del café, antes de todo, mi Ipad ya está sintonizado con la versión electrónica de El Nuevo Día, periódico principal de Puerto Rico. Muchas veces pienso que no es una buena manera de comenzar la mañana, pues rara es la vez que se encuentra alguna noticia positiva o inspiradora. Sin embargo, mi rutina no cambia, pues antes de ser periodista, soy ciudadana y considero una gran responsabilidad saber lo que ocurre en nuestro entorno, aún estando a miles de kilómetros de distancia.

Desde anoche la noticia que inundaba los medios era la del secuestro de un niño de un año a manos de su padrastro, en el pueblo de Vega Baja. Los detalles o motivos para cometer tan horroroso crimen aún se desconocen. Aparenta ser un acto de venganza y tortura hacia la madre de la criatura. Es una noticia que a pesar de ser igual de alarmante que los asesinatos, crímenes de odio, accidentes u otros sucesos que se producen en mi país, me provoca una sensación un poco diferente- de mayor repudio. Ya las víctimas de estos actos criminales no se reducen únicamente a narcotraficantes o delincuentes. Ahora hemos pasado a atacar a los más débiles: los niños.

Pronto cumplo tres años de mi estancia en Polonia, donde no ocurre ni una centésima parte de los actos homicidas y perversos que acontecen en mi isla. Aquí muy rara la vez se reportan asesinatos, balas perdidas o muertes por narcotráfico. Los crímenes se limitan a actos de vandalismo o algún borracho que se pone violento con otro. Justo ahora estoy cubriendo una unidad sobre crimen con mis alumnos y para no asustarlos, intento no proveer ejemplos de las atrocidades que ocurren en Puerto Rico. Ellos están muy ajenos a ese entorno. Ese mundillo que aunque gracias a Dios nunca me ha tocado muy de cerca, por ser puertorriqueña, lo conozco. He sentido miedo, he temido por la seguridad de mis seres queridos, he sido asaltada y amenazada con una cuchilla, he sabido tener que- en un sinnúmero de ocasiones- subir las ventanas de mi auto en los semáforos rojos por no saber si la sombra que tengo enfrente es capaz de hacerme daño. Asimismo, tengo amigos que han sido apuntados con armas de fuego, otros cuyos familiares han sido asesinados. También mi madre en alguna ocasión, mientras conducía, recibió impactos de bala en su carro, que agraciadamente no produjeron ningún detrimento aparte de lo estético.

No sé exactamente qué quiero decir con todo esto o incluso si tenga un objetivo fijo escribiendo esta entrada en mi blog. Me preocupa significativamente la situación de mi país. Mucha gente no entiende por qué vivo tan lejos y posiblemente esto tenga algo que ver con ello. Es deprimente abrir el diario y encontrar solo atrocidades que se cometen, y ahora incluso, ante los más débiles.

Algo tiene que cambiar. Ese bebé tiene que aparecer, pronto y sano. Y un mejor Puerto Rico, donde los niños puedan correr bicicletas en la calle libremente, las familias puedan disfrutar de espacios públicos al aire libre sin tener miedo y los jóvenes profesionales como yo y tantos otros, puedan conseguir buenos trabajos, compartir de cerca con sus familias y construir un futuro en PAZ, ARMONíA y BIENESTAR.

No es un sueño imposible, ¿verdad?

Gente

Un país no lo define su historia. Ni su geografía. Ni su belleza natural o lugares de interés. Mucho menos su lengua. Lo define su GENTE. Así es. Los seres humanos que coexisten con nosotros en este planeta delimitan y proporcionan (o arrebatan) vida a cada rincón que nos rodea. Por lo menos eso creo yo. Los catorce años que llevo dándole la vuelta al mundo me lo han comprobado.

 Mantengo infinitos recuerdos en lugares verdaderamente feos, muy pobres y descoloridos donde me sentí en el paraíso. La gente que me rodeaba era realmente maravillosa. Cuando viví en Lima por ejemplo, recuerdo las tardes grises, desérticas y polvorientas, de panoramas verdaderamente tristes. Sin embargo, mi alma siempre sonreía. Tenía los mejores amigos que había conocido en un parque cercano al vecindario de Surco. En las tardes después de trabajar como voluntaria en la escuela Fe y Alegría del pueblo jóven de Villa el Salvador (Información sobre la escuela), venían a recogerme en un Volkswagen viejo. Eran como ocho y no sé cómo hacíamos para caber todos en aquél vehículo tan pequeño. Algunas veces íbamos al litorial en el sur de la capital, donde un amigo tenía una casa de playa. La mayoría de los encuentros, sin embargo, se producían en el Parque de las Ardillas, cerquita de nuestras residencias. No era que hiciéramos gran cosa. Bastaba con hablar, contar o escuchar historias y dejar fluir. 

No recuerdo Lima como un lugar bonito en el sentido estético, sin embargo en mi memoria lo evoco como uno precioso. El sentido de humor de la gente era contagioso. Le ponían sobrenombres a todos y a todas. Aún con poco dinero, no nos faltaba nada. Siempre había sonrisas y buenos ratos. Mis memorias de ese lugar, y diría que de practicamente todos los países donde he vivido, provienen de la misma fuente: la GENTE.

Ahora todo ha cambiado. No ha sido por elección propia, eso está claro. En los casi tres años que llevo aquí la mayoría de los recuerdos que mantengo son positivos, pero no provienen de esa raíz. Han sido más bien relacionados a mi profesión o a logros que me he propuesto y los he alcanzado, pero tienen poco que ver con las personas. Y ahora que ya he llegado a la cima de esta etapa, me siento a reflexionar y me pregunto, ¿con quién compartiré todo esto? ¿Donde están los equivalentes a mis amigos limeños? ¿Y el Volky? 

Tristemente, nunca existió. Intento encajar, intento fluir, intento conectar. Pero no se da. Hay fricción, malos entendidos y mucha frustración. También soledad. No se producen encuentros casuales como aquél en el Parque de las Ardillas limeño. Es otra cultura, otra gente y por más que intente, no la logro entender.

Campaña anti-gay en Rusia


Esta semana el tema de la implementación de las leyes anti-homosexuales en Rusia y la política de género en Polonia, el país donde vivo, me tienen la sangre hirviendo. Como si fuera poco, en estos días me he enfrentando con una dosis mucho mayor de una mentalidad ultra-conservadora, ultra-ignorante, patéticamente apoyada y manipulada por ideologías de odio, de muchas personas con las que comparto en diferentes ámbitos y sin importar la edad o clase social. Todo comenzó hace unos días después de ver un video en Youtube.com producido por Channel 4 News (Inglaterra) sobre la campaña anti-gay en Rusia... 

Para los que no estén al tanto de las noticias, en 2013 Rusia promulgó una ley en la que se prohibe la distribución de propaganda relacionada con relaciones sexuales "no-tradicionales", hecho que evidencia que en dicho país se considera ilegal sugerir que las relaciones homosexuales son equivalentes a las heterosexuales. Desde la aprobación de esta ley, los medios han reportado el arresto de activistas gays, varios casos de crímenes de odio asociados con la homofobia, muchos provocados por líderes neo-nazi hacia menores y, hasta la aprobación de una ley en la que se prohiben los desfiles de orgullo gay en Moscú. Asociaciones internacionales de derechos humanos han catalogado la situación actual política  de dicho país como la más trágica de la era post-soviética en que la mentalidad homofóbica retrasada evidencia un retroceso a la Edad Media. 

Las sanciones de estas leyes coinciden con la celebración de los juegos olímpicos del 2014 que se llevarán a cabo en la localidad de Sochi y por dicha razón, ha surgido, no-coincidialmente, un clima de protesta y rechazo abierto en el ámbito internacional. En el video mencionado anteriormente se dice que el 80% de la sociedad apoya dichas legislaciones ya que Rusia como país, y sobre todo bajo el gobierno de Putin, se considera extremadamente conservador cuando de temas LGBT se trata. Censos recientes indican que la opinión pública en torno a la homosexualidad es una de las más hostiles en el mundo.  

Bueno, y, antes de enterarme de mucho de esto, decidí, tal vez ingenuamente, conocer la opinión de una mujer rusa que más o menos conozco. De hecho, en principio no sabía que era rusa. La vinculé con este país porque enseña lengua rusa, pero siempre pensé que era polaca. En mi polaco cortado intenté explicarle que por curiosidad me interesaba conocer un poco sobre la recepción de estas leyes anti-gay en Rusia y una opinión que no viniese de los medios. No le dije que soy periodista, para evitar problemas y estereotipos que a veces existen en torno a esta profesión. 

La mujer, en su inglés menos cortado que mi polaco, me contestó en un tono muy nervioso. Rápidamente se sonrojó y me contestó de manera indirecta que no sabía nada. Proseguí a sacar mi ipad del bulto y ponerle el video de Youtube para que se enterara. En las escenas del reportaje, aparecen varias entrevistas, entre ellas a un drag queen, una activista de derechos humanos, una pareja de lesbianas madres de dos niños, que han sido víctimas de chantaje por parte del propietario de su casa a quienes acusan de haberle pedido dinero para que no hablase en torno a su sexualidad, y otros chicos que han sido víctimas de crímenes de odio por su orientación sexual. Por otra parte, aparece un joven neo-nazi quien abiertamente admite haberle pegado a unos chicos simplemente por ser gay, también un político ultra-homofóbico, etc. 

Al cabo de 5 minutos (como mucho) de ver el video, la mujer se levantó de la silla donde se encontraba. Me dijo que no era cierto. Que ella era rusa y tenía familia en ese país y que ellos no pensaban así. Que eran tolerantes y no era un problema. Evidentemente molesta y ofendida, y sin poder disimularlo, recogió sus cosas  y se fue del lugar.

Aunque vivo en Polonia y no en Rusia (gracias a Dios), la situación aquí no está tan alejada de esta. Recientemente ha surgido un debate por parte del clérigo y el partido polaco ultra-católico, PIS, como reacción a los escándalos sexuales por los que han sido acusado algunos curas. El tema es complicado, incluso yo misma no lo entiendo, ni quiero esforzarme por entenderlo. No merece la pena, pues el argumento más que irracional, está lleno de odio y manipulación. Según lo que me he enterado por una colega medio polaca, medio latina, y algunos artículos que he leído, estos miembros del clérigo ahora alegan (supongo que para justificarse) que la igualdad de género es una ideología que fomenta la homosexualidad y que tiene el potencial de destruir las familias tradicionales. 

Esta situación me preocupa. Me preocupa mucho. Sobre todo porque en tiempos de crisis, me pregunto, ¿será verdaderamente la crisis económica la que más nos está afectando? Esta crisis económica que me tiene viviendo en un país tan lejano al mío por fuerza, por que no puedo regresar a mi isla porque de momento no hay trabajo ni futuro. La misma crisis que me hace recordar todo esto cada día, a cada hora... En mi opinión, no. No es esta la que más nos está hundiendo, sino la de valores. La que justifica apoyarse en una ideología, una religión o el pensamiento que sea para diseminar la violencia, la intolerancia.  Mucho más hundidos nos tiene esta crisis, esta falta de entendimiento que promueve el odio y este afan por rechazar todo lo que va en contra del conservadurismo y hacerle daño a nuestra propia gente.

Notas desde un avión


El polaco es un idioma que toca fuertes acordes. A veces si lo escucho desde una dulce voz, me provoca sentimientos de placer y ternura. Los diminutivos son también dulces, especialmente si son pronunciados entre niños pequeños o entre susurros de pareja. También es capaz de provocarme un sentimiento maternal, cálido, como el abrazo de una madre en momentos de desolación. Me recuerda el confort que se siente al tomar una sopa calientita en un día de invierno. Sin embargo, tanto como puede encariñarme, también es capaz de torturarme. Es una lengua fuerte, que te penetra en los oídos a menudo. Muchos sonidos son cacofónicos, perturban sin compasión. Si alguien tiene rabia o ira, en polaco se acentúa mucho más. Los tonos altos son punzantes y monótonos. Y la monotonía al igual que una guitarra desafinada es capaz de volver loco a cualquiera.

Desde el asiento 12 J del vuelo de la LOT (línea aérea polaca) voy rumbo a Nueva York desde Varsovia. Llevo casi cuatro horas siendo muy paciente. Detrás de mi se encuentra el objeto de mi desiquilibrio: un trío de polacos cincuentones que parece van rumbo a América por primera vez. En los aproximados 250 minutos que llevo en este asiento no han hecho otra cosa que hacer extremadamente pública su conversación. El polaco que pronuncian es agudo, alto, insoportable, igual que la guitarra desafinada.
Antes de que acabara la primera hora de vuelo ya el olor a whiskey desde la botella duty-free que bebían impregnaba también mi asiento. Con cada risa exagerada una de las dos señoras me golpea el asiento. Intenté soportarlo hasta que ya no aguanté más. Me giré y les dije en mi polaco ingenuo y primitivo que hacía cuatro horas que estaban hablando y que por favor bajaran la voz y respetaran al resto de los pasajeros.

La mayor de las dos me dijo que me pusiera los cascos porque ellos habían comprado su billete y tenían el derecho de hacer lo que les parecía. No entendí su razonamiento. Sin más, pasaron de mí y continuaron su conversación como si nada, y peor que todo, aún más alta. Más frustrada que antes, volví a sentarme en mi asiento para no causar más problemas. La chica a mi lado me hace una mueca de desagrado con la cara.

¿En qué momento nos hemos deshumanizado tanto?
No puedo leer, ni ver pelis y apenas puedo escribir esta nota. Me tienen mareada.
Está claro que están muy contentos. Posiblemente vayan de camino a casa de algún pariente en la Gran Manzana a celebrar la Navidad. No tengo ningún problema con eso, todo lo contrario. Lo que me saca de quicio es el egoísmo. El hecho de que ya ninguna conversación es privada. El hecho de que ya nos da igual respetar a los otros. Pasamos de todo. A la gente se le ha olvidado la importancia, la necesidad y el valor de la privacidad.
Los novios cortan sus relaciones por móbil mientras uno de los dos se encuentra en un tren topado de personas como sardinas en lata. Ignoran que todos esos extraños se estén enterando de las intimidades de su vida. Otros mantienen conversaciones muy íntimas mientras comen un bocadillo y caminan por la calle. Llanto, risa, coraje, nervios, se ve de todo. El multi-tasking nos ha hecho ganar mucho tiempo a la vez que destruye nuestros valores esenciales.

Parece que yo me he quedado atrás en el tiempo, pero no acabo de comprender en qué momento hemos perdido la esfera privada, el respeto, la conciencia de que vivimos en una sociedad y a la mayoría de las personas nos les interesan tus asuntos y merecen tener la opción de mantenerse al margen. Mientras más globales nos hacemos, más viajamos, más oportunidades se nos presentan. Sin embargo, ¿de qué nos sirve todo esto si con cada minuto sucumbimos a la deshumanización y nos tornamos más primitivos que nunca antes?
Espero que pronto el whiskey haga su efecto, los tumbe y yo también pueda disfrutar y tener derecho a mi momento de silencio, reflexión y felicidad rumbo a casa para celebrar la época más bonita del año...


Una mirada al mundo